el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 10 de septiembre de 2023

POR FIN DE REGRESO

Después del viaje a Córdoba (y de descansar mil horas, porque venía estropeado) encontré un rato para redactar un par de reseñas de dos libritos que leí en los últimos días. De a poquito, me sigo armando la colección de álbumes publicados por DC con los clásicos británicos de la 2000 A.D.. Esta vez le entré al Vol.1 de RoboHunter, con casi 130 páginas de material originalmente serializado en el mítico semanario en los años 1978 y 1979. Sabía de la existencia de Sam Slade y de su chapa en la cosmogonía de la 2000 A.D., pero la verdad que nunca había leído una saga completa del personaje. Y en una de esas, esta primera saga agarra al personaje y a su universo un poco crudos, pero lo cierto es que mucho no me convenció. El guion de John Wagner es ágil, con diálogos graciosos, altas dosis de violencia, y peripecias imposibles que se acumulan una arriba de otra de un modo bastante caótico, pero sin dejar nunca de moverse hacia adelante. Es como un videojuego de acción, en el que sí o sí tenés que avanzar, sortear obstáculos, derrotar a bichos y cosas que se te vienen al humo y que no te dan margen para reflexionar demasiado acerca de lo que está sucediendo. Leído de a seis páginas por semana, probablemente el ritmo se sienta distinto. Pero así, en formato libro, se impone una vorágine narrativa que te impulsa para adelante y no da tregua. El problema es que no hay mucho más que la acción, las peripecias y los combates violentos entre Slade y sus oponentes (en este caso un planeta poblado solo por robots). Y ya cuando mató a 15, 20, 50 robots, uno más pulenta que el otro... es como que la narración pierde un poco el interés. Quedan para rescatar los diálogos ingeniosos, ideas limadas que le aportan al guion un filo humorístico bastante negro, y un trabajo visual más que atractivo de un Ian Gibson que, aún muy lejos del nivel que va a mostrar años más tarde en Halo Jones, se la banca muy dignamente. Gibson sorprende con la fluidez del relato, arriesga fuerte en la puesta en página y decide con gran criterio dónde eliminar los fondos y dónde dejar la vida en unas viñetas imposibles, hiper-mega-superpobladas de elementos, todos dibujados a la perfección. Hay un muy buen equilibrio entre negros, blancos y grises y diseños de personajes muy variados (algunos van para el lado del humor o la caricatura). Gibson también aplica un muy buen trabajo de texturas para sugerir la iluminación, sobre todo cuando dibuja el rostro de Sam Slade (que es una especie de Humphrey Bogart/ Sylvester Stallone) y la rompe toda cuando ilustra esos paisajes hiper-tecnológicos del planeta de los robots. No mucho más, la verdad. No creo que nunca me compre un segundo libro de RoboHunter, pero este me entretuvo un rato, y el dibujo es decididamente un motivo más que suficiente para pegarle una repasada de vez en cuando.
Me vengo a Argentina, año 2023, para hablar un poco de Inundación, la novela gráfica escrita por Guido Barsi y dibujada por Santiago Miret, galardonada con el Premio Estímulo a la Escritura (edición 2022) en la categoría Narrativa Gráfica. Se trata de una historia policial, en la que un comisario investiga la desaparición de una chica, pero con la particularidad de estar ambientada en el pueblo bonaerense de Epecuén, poco antes de la trágica inundación que lo dejaría completamente sumergido durante décadas. Y ahí está el as de espadas que tiene para jugar Barsi. Si ya leíste 786.644 historias de chicas desaparecidas y canas que las buscan, o si -como a mí- el protagonista (Ricardo Zago, clon de papel y tinta de un Roy Scheider joven) te resulta medio insulso o con poco desarrollo a lo largo de la historia, siempre está el impacto que produce enterarse qué pasó con Epecuén, cómo se llegó a que un pueblo entero de la provincia de Buenos Aires desapareciera bajo las aguas durante unos 25 años. Obviamente el comisario Zago no es Superman ni Thor y no puede hacer mucho para impedir la inundación. Pero la tensión que genera la inminencia del desastre enriquece muchísimo el devenir de la investigación policial que busca dar con Marcela Tanzi, la chica perdida. Como en casi todos los policiales modernos, el rol del villano va a estar encarnado por alguien de mucho poder económico, en este caso un personaje bastante más complejo y mejor trabajado que el protagonista de la novela. Gracias al gran aprovechamiento que hace Barsi del inusual contexto en el que se desarrolla la trama, el guion tiene momentos realmente fuertes, inquietantes, que te ponen muy nervioso. Y el final no es para nada el que yo me imaginaba durante la lectura. Los diálogos son correctos, suenan naturales al oído argento, la sub-trama política también está bien llevada, hay buenos personajes secundarios... con lo cual podemos hablar de un guion muy satisfactorio, probablemente el mejor en la carrera de Guido. El dibujo de Miret me desconcertó un poco. En las escenas en las que recurre a la referencia fotográfica para retratar de manera realista escenarios y vehículos de la época en la que transcurre la mayoría de la novela (1985) opta por una línea sintética, finita, prolija. Casi todos los fondos están dibujados así, con un trazo casi de arquitecto, entintados con lo que parece ser una rotring finita. Pero las viñetas que se centran en la figura humana, o en los rostros humanos, muestran a un Miret jugado a un claroscuro extremo, en la línea de Jock (el británico) o el Shawn Martinbrough de sus primeros trabajos. Acá tenemos mancha negra a full, en busca de contrastes que no siempre quedan bien logrados. El resultado es un dibujo potente, expresivo, para nada frío, pero no exento de algunos problemas, entre ellos los primeros planos, en los que a veces un mismo personaje aparece en la misma página con distintos rasgos faciales, fruto del dudoso criterio con el cual el dibujo de Santiago gana o pierde detallismo. Fuera de estas irregularidades en el dibujo, Inundación es una historieta muy interesante, que se mete con no uno sino dos momentos muy jodidos de la historia argentina del último tercio del Siglo XX, y que logra condimentar un clásico thriller policial con elementos reales tan tremendos y tan dolorosos que nos gustaría pensar que son inventos de Guido Barsi. Esto está publicado (a todo culo, cabe aclarar) por la editorial santafesina Grünendör, pero seguro habrá comiquerías en el resto del país donde se pueda conseguir un ejemplar. Y hasta acá llegamos, por hoy. Gracias por el aguante de siempre y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

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