domingo, 17 de septiembre de 2023
DOMINGO MONSTRUO
Después de un Vol.3 de Monster que me había dejado muy conforme y muy optimista de cara al futuro (ver reseña del 18/07/23), me zambullí muy cebado en el Vol.4. ¿Para qué? Son 400 y pico de páginas en las que pasa tan pero tan poco, que al toque tuve que agarrar el Vol.5, como para poder sentir que la historia había avanzado algo, aunque sea.
Pero ya que tengo espacio, empiezo por otro lugar: las portadas. Son horribles. Ese color marrón/ terracota es lo menos atractivo del mundo. El juego de las fotos enmarcadas, que arman una especie de galería de personajes, o de imágenes con alguna relevancia en el argumento, se hace insostenible después de las... dos o tres primeras veces. Y los textos de la contratapa, con los que deberías cebar al lector ocasional que levanta un tomo de una mesa de la librería para ver qué onda... ¡están en inglés!. Posta, pareciera que las tapas están diseñadas a propósito para que los libros no se vendan. Encima, si tirás a la mierda estas sobrecubiertas pecho frío, abajo te encontrás con una portada toda negra, con menos onda incluso que la galería de cuadritos con fondo marrón.
Como decía al principio, el Vol.4 es una falta de respeto por parte de Naoki Urasawa. A lo largo de unas secuencias groseramente estirada, el autor desarrolla un poco más al personaje del detective Richard Brown, para después matarlo sin piedad. Ahí cobra relevancia el Doctor Reichwein, al que también Urasawa desarrolla muchísimo y trata de hacerlo encajar lo más posible en la trama, al cruzarlo con Roberto (cuyo rol en este tomo es menor) y sobre todo con la pista que (una vez más) conduce a Johan como posible asesino de Richard. Lógicamente, Reichwein terminará por interesarse por el entorno del excéntrico millonario Schuwald, donde Johan está muy metido. Pero ¿esa punta no la íbamos a explorar a través del personaje de Nina? Sí, bueno, se superpone un poco todo. Nina aparece poco en el Vol.4, y Tenma (el supuesto protagonista) aún menos.
El tomo termina con decenas de páginas centradas en Schuwald y su relación con Johan, con el pibe que resulta ser su hijo, con la mujer con la que lo concibió, con la biblioteca a la que le va a donar los libros... Lo único mínimamente relevante en todo ese tramo es la aparición de ese misterioso libro de cuentos para chicos (escrito en checo) que le produce a Johan una reacción por lo menos inesperada. ¿Se resuelve en este tomo el misterio del libro? No. ¿Y en el Vol.5? Tampoco.
El Vol.5 tiene un poco más de sentido, pero también es choreo. Tras larguísimas secuencias en las que casi todos los personajes confluyen en la biblioteca de Bayern a la que Schuwald va a donar sus libros, llegamos a un momento clave, donde la historia debería haber terminado: tanto Tenma como Nina, ambos armados, quedan frente a frente con Johan y los dos tienen la oportunidad de cagarlo bien a tiros. Ninguno lo hace. Listo, me están cagando. Es obvio que Urasawa no quiere terminar la historia, quiere seguir estirándola hasta el infinito, porque faltan siglos para que se vuelva a dar una situación tan clara como la que vemos en este quinto tomo.
Después, el detalle de que el libro infantil esté escrito en checo lleva a Tenma a la ciudad de Praga, en busca de la verdadera madre de Johan: otro calvario, con secuencias larguísimas en las que Urasawa introduce nuevos personajes secundarios (Grimmer, el detective Suk) y nuevos villanos (Petrov) y de nuevo se arma una trama compleja y atractiva, en la que ni Tenma ni Johan parecen tener el menor peso. Es como si a Urasawa se le ocurrieran plots para una nueva novela gráfica y los metiera a presión adentro de Monster, con la excusa de explorar las consecuencias de las consecuencias de las consecuencias de una punta argumental que quedó abierta de pedo en los tomos anteriores y que andá a saber si tiene alguna relevancia en la resolución de la trama central.
Esta narrativa laberíntica, que convierte a la premisa original en una especie de jardín de los senderos que se bifurcan, este truco ya muy repetido de dedicarle cientos de páginas al desarrollo de personajes que luego morirán o desaparecerán sin aportar mucho más que pistas mínimas (y a veces confusas) acerca de Johan, su pasado, sus motivaciones, etc., me secó los huevos. No quiero leer más tomos en los que Urasawa nos vende espejitos de colores, amagues y gambetas. El dibujo es glorioso, cada personaje está perfectamente construido, los diálogos (ya lo dije la vez pasada) son buenísimos, pero el guion de Monster es una trampa. El subtexto interesante del primer tomo en el que Urasawa hablaba de la medicina como negocio y no como servicio quedó muy abandonado, la acción es escasa, Rungen (que pintaba para antagonista grosso) ya está condenado a un rol tan periférico que no constituye una amenaza real para Tenma... Tengo cada vez más cosas que criticarle a los guiones, realmente.
No sé si voy a comprar los cuatro tomos que faltan para llegar al final de la obra, pero sí sé que, si los compro, no los voy a conservar, porque nunca voy a releer Monster. ¿Me intriga saber cómo va a terminar? La verdad que cada vez menos, porque me doy cuenta de que para llegar a la resolución me voy a tener que comer casi 1700 páginas más de peripecias menores, secuencias de escasa relevancia estiradas más allá de cualquier límite y humo en cantidades industriales. Y sí, hay momentos en los que ser fan de Urasawa requiere comerse garrones importantes...
Buena semana y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.
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2 comentarios:
Mmm...yo tengo los primeros dos tomos que conseguí a precio de ganga hace algún tiempo, pero aún no los leí. Con tus reseñas, ya pongo en duda continuar comprando aunque los encuentre por dos mangos....
Por fin alguien dice lo que hay que decir sobre Monster. Podría hacer sido una obra redonda pero Urasawa se empeñó en hacer siempre el mismo truco. Y el que más o menos leyó lo banca por el dibujo y porque la historia está bien... pero no va a ningún lado y hay que empezar a creer en coincidencias imposibles. Si bien tiene muchas cosas buenas lo quev realmente me mata es sentirme subestimado por el autor.
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