el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 7 de febrero de 2025

VIERNES EN BLANCO Y NEGRO

Muchos años, varias décadas, tardó Daniel Galliano (editor de Puro Comic) en convencer a Eduardo Risso, su amigo y socio, para que le diera luz verde a una recopilación de Julio César, la obra más relevante de las que produjo el León de Leones para Columba, allá por 1986-1987. Y finalmente en 2024 pudimos acceder al libro que reúne la saga completa, escrita por Ricardo Ferrari y dibujada por Risso, sin los colores abominables que supo lucir en la Nippur Magnum y con un rotulado que le hace justicia a los textos. A lo largo de casi 190 páginas, se nota una evolución muy favorable por parte de Risso. Los últimos episodios están mucho mejor dibujados que los primeros, con momentos realmente grandiosos, que preanuncian a ese dibujante virtuoso y vistoso que vamos a disfrutar en Parque Chas, a ese coloso del claroscuro que va a estallar entre Caín y Fulú e incluso a ese maestro del armado de la secuencia que se va a florear sobre todo en sus trabajos para el mercado de EEUU. Guarda: en 1987, cuando termina Julio César, faltaban 10 años para que Risso llegara al mercado yanki y terminara de consagrarse a nivel global. Este es un Risso muy, muy sólido, pero que todavía arrastra ciertos vicios "columbescos", como resolver viñetas complejas con el primer plano de un rostro o de una mano. Y también hay un trabajo en la documentación y en los fondos que el dibujante promedio de Columba no hacía ni a palos en esa época, y hasta momentos en los que la planificación de las secuencias tiene más que ver con El Corazón Delator de Alberto Breccia o Master Race de Bernie Krigstein que con cualquier otra historieta de la Nippur Magnum. Evidentemente, e incluso en un contexto que no estimulaba para nada la creatividad, Risso proponía otro vuelo y demostraba otra ambición artística, y eso se percibe con mucha claridad en las páginas de Julio César. El guion de Ferrari conserva un punto de contacto con la tradición columbera, y es el uso exhaustivo de los bloques de texto, donde se luce una prosa con esa impronta poética, elevada, típica de Robin Wood. Pero en las tramas en sí, queda claro que a Ferrari le interesa más demostrar que se leyó todo sobre Julio César y su época que reproducir (por enésima vez) los mecanismos de la aventura tradicional. Acá el rigor histórico le gana la pulseada a la aventura. De hecho, tenemos como protagonista a un personaje que no es un héroe, sino que actúa siempre según sus propios intereses, algo atípico en las historietas de Columba. Incluso queda muy claro que los personajes... ¡cogen! No se muestra los garches, lógicamente, pero el guion explicita que el sexo existe y que tiene su peso en algunos momentos de las tramas. Más motivos para que Julio César llamara la atención o desentonara con el resto de la revista en la que serializó. Los comics de Astérix nos enseñaron a considerar a Julio César un villano abyecto, y a maldecir el día en que Vercingetorix se rindió ante él en Alesia. La prosa de Ferrari logra lo contrario: el cacique galo es tratado con respeto, pero acá uno hincha todo el tiempo por César y quiere verlo sojuzgar a todos esos galos zaparrastrozos que -sin poción mágica- tienen poquísimas chances de resistir el embate de las legiones del más poderoso de los romanos. Para cuando César muere traicionado por una conjura de la que es parte su propio hijo, uno ya es fan incondicional de este personaje ambiguo, complejo y sin dudas fascinante. La restauración del material original es más que aceptable; no perfecta, pero bueno... son historietas de Columba de las que Risso no puedo conservar los originales. Y la recopilación incluye también buenos textos sobre Julio César y su época y sobre la historieta en sí. Recomiendo este libro a los fans de la historieta histórica, y obviamente a los fans de Ricardo Ferrari y Eduardo Risso, dos bestias que a mediados de los ´80 ya eran un poquito más que "jóvenes promesas" y que después de esta obra protagonizaron (cada uno por su lado) muchas gestas comiqueras más.
Allá por 2008, en una editorial que me parece que no existe más, Warren Ellis se sacó las ganas de hacer su propia League of Extraordinary Gentlemen en apenas 44 páginas. La breve novelita, titulada Aetheric Mechanics, está situada en 1907 en una Londres ucrónica en la que existe tecnología capaz de hacer volar a los autos, lanchas y hasta enormes embarcaciones de guerra. Y los protagonistas son clones apenas disimulados de Sherlock Holmes y Watson. No voy a contar acá de qué va el guion, porque es muy breve y muy sencillo. Simplemente dejar constancia de que el final me resultó un poco precipitado y anticlimático. El punto más alto de la obra, que sostuvo mi interés hasta el final, es la perfecta caracterización de Sherlock y Watson, una demostración magistral del conocimiento y el cariño que tiene Ellis por la obra de Sir Arthur Conan Doyle. Los diálogos son brillantes (y muy extensos), las deducciones de Sax Raker son tan impactantes como las del personaje en el que está basado y en general, cuando Ellis ambienta sus historias en Londres, aparece una capa más de profundidad, que también tiene que ver con el vínculo profundo entre el autor y su ciudad. Las ideas que Ellis pone sobre la mesa en Aetheric Mechanics (y que la conectan con la ciencia ficción) son sumamente atractivas, pero por la breve extensión del comic, no llegan a desarrollar todo su potencial. Por momentos sentí que estaba leyendo una obra prima, o hermana, de 1899, la novela gráfica de Francisco Ortega y Nelson Daniel que vimos en este espacio allá por el 19/12/12. Y el dibujo... ma-mita, qué difícil... Gianluca Pagliarani es un dibujante chato, sin alma ni talento, que cree que si llena con líneas cada milímetro de la viñeta alguien lo va a confundir con un buen dibujante. Hay una sobrecarga bestial de información visual (encima en páginas donde el texto abunda y mucho), un despliegue agobiante de detalles y texturas que no contribuyen en nada a la narración. Pagliarani no entiende que hay algunas viñetas en las que es mejor NO dibujar los fondos, para acentuar las expresiones de cuerpos o rostros... pero es bastante lógico, porque sus cuerpos y sus rostros no tienen expresiones. El entintador Chris Dreier no ayuda para nada, porque mantiene el mismo grosor de línea para entintar prácticamente TODO lo que Pagliarani pone en la viñeta, y eso hace que más de una vez se complique distinguir las figuras de los fondos. En fin, a pesar de que la faz gráfica del librito está por debajo de la línea de pobreza, Aetheric Mechanics tiene su encanto y su impacto. Es un canto de amor de Warren Ellis a Sherlock Holmes muy entretenido, con buenas ideas y diálogos magníficos, y si bien se trata de una obra muy menor en la bibliografía del creador de Transmetropolitan y Planetary, amerita por lo menos una lectura. Hasta acá llegamos, por hoy. El miércoles que viene tengo función de prensa de la nueva peli de Captain America, pero espero meter un posteo con reseñas de comic ANTES de comentar la película. ¡Será hasta pronto!

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