miércoles, 3 de diciembre de 2025
OTRO MIÉRCOLES CON RESEÑAS
Interrumpo un toque el frenesí de la Comiqueando Digital para comentar un par de libros que leí en estos últimos días.
Soy un Cobarde y Otras Historias es un libro que nunca imaginé tener en mi biblioteca. Es un recopilatorio de historias cortas dibujadas en la primera mitad de la década del ´60 por el maestro Leopoldo Durañona, cuando todavía era una joven promesa, un pibe más de esa generación que irrumpió en la industria de la historieta argentina en esos años finales de la Editorial Frontera.
Acá vemos a Durañona dibujar tres guiones de Héctor G. Oesterheld (de los años ´62 y ´63), en un estilo muy pegadito al que lucía en esos años Alberto Breccia. Ninguno de los guiones me pareció deslumbrante (sí la calidad de la prosa de Oesterheld, pero romperla en los bloques de texto no equivale a escribir buenos guiones), y sin dudas el atractivo pasa por el trazo de Durañona, que -repito- no es muy original, pero no cualquiera recreaba la magia que tiraba Breccia en la época de Mort Cinder.
En el medio hay una historia medio intrascendente que salió en la revista Super Misterix (en la etapa de la editorial Yago), y después, tres historietas imposibles. Una sorpresa abrumadora, algo absolutamente insólito, que me dejó estupefacto. "El librero", "Puerto" y "El Túnel" son historietas loquísimas, en las que Durañona experimenta con el trazo y con las técnicas como si fuera Luis Scafati (pero 15 años antes) y obtiene resultados rarísimos, páginas en las que prima un dibujo casi abstracto, que requiere muchísima decodificación por parte del lector. Hay manchas, texturas extrañas, pedazos de fotos, recortes de diarios, tramas mecánicas, líneas de plumín bien finitas... un despelote visual increíble, que por momentos alcanza cotas de belleza impensables en la historieta industrial, y por momentos se vuelve un obstáculo para entender qué corno está pasando, si bien son historietas con bastante texto. Y subrayo lo de "historieta industrial" porque parte de la sorpresa, parte de lo que hace inverosímil a este material, es que originalmente se publicó en la revista Intervalo. Sí, esa revista de Columba que nos parecía un embole, con historietas "para señoras", en los ´60 le daba cabida a trabajos sumamente experimentales de un pibe que tenía huracanes, tifones y torbellinos en el tintero, como era en ese entonces Durañona.
Después, la vida lo va a "domesticar" y Leopoldo va a brillar en mercados como el italiano y el norteamericano con historietas más tradicionales, con un dibujo realista y una narrativa más clásica, más ajustada a lo que requieren relatos de género, sea policial, terror, bélico, o lo que le pidan los guionistas. Yo tuve la suerte de conocerlo y trabajar con él a principios de los ´90, y la verdad que nunca me imaginé que 30 años antes había hecho estas locuras. Por suerte la recopilación (a cargo de Sector Editorial) incorporó un nuevo rotulado, buen papel, algunas ilustraciones publicitarias que realizó Durañona en aquella época y mucha información, como para convertir muy rápido a los neófitos en especialistas en la obra de este monstruo del Noveno Arte. No lo compres esperando grandes guiones, así no te clavás. Compralo para descubrir una faceta de Durañona que seguro desconocías y que te va a dejar totalmente atónito.
Allá por 2019, se empezó a publicar History of the Marvel Universe, una miniserie escrita por Mark Waid y dibujada por Javier Rodríguez. En su momento me re enganché y la leí mes a mes en scans, hasta que conseguí a buen precio el TPB, y la volví a leer, toda de un saque y en papel, como me gusta a mí. La idea es bastante similar a la del History of the DC Universe que hicieron Marv Wolfman y George Pérez justo después de Crisis on Infinite Earths, pero Waid le agrega un elemento muy copado, que -a mi juicio- la hace superior. Esto no es informe que prepara Harbinger para... alguien que no sabemos quién es, sino que es una historia que Galactus le cuenta a Franklin Richards justo antes de que el universo muera, y ellos dos pasen a otro nivel de existencia. O sea que, además de la lograda organización cronológica de todos los sucesos más o menos relevantes en la historia del Universo Marvel (desde el big bang hasta el futuro remoto), tenemos muy buenos diálogos entre el máximo creador de mundos (Franklin) y el máximo consumidor de mundos (Galan).
Obviamente lo que más llama la atención es lo rápido que pasamos del inicio de los tiempos a las historias que alguna vez fueron "el presente", es decir, las publicadas por Marvel (en sus distintas iteraciones) de 1939 para acá. La mayoría de los sucesos que subraya Waid y que están ubicados entre el big bang y la Segunda Guerra Mundial nos fueron revelados a través de flashbacks, en historias ambientadas en "el presente". Muy pocas veces, casi nunca, los autores de Marvel nos contaron en revistas publicadas de 1939 para acá historias ambientadas en épocas pretéritas. No me quiero extender mucho acerca de esto (ya lo hice en los primeros capítulos de ¿Quién quiere ser superhéroe?) pero sin dudas es notable lo poco explorados que están todos esos siglos de posibles aventuras, en comparación con la grotesca acumulación de hechos canónicos que se sitúan de 1939 a 2019.
Atrás de la historieta, el libro ofrece anotaciones, en este caso breves textos que (en un derroche de erudición nerd que harán las delicias de los fanáticos) nos aclaran en qué historietas se dieron a conocer los hechos que Waid y Rodríguez repasan en cada página del comic.
Rodríguez, además de un dibujante sumamente talentoso, es un pibe inteligente, y enseguida deduce lo difícil que es ganar de visitante en una cancha que inventó George Pérez (que en ese momento todavía estaba vivo). Entonces inventa otro juego, nuevas formas de desplegar en las páginas las imágenes que acompañan a los textos de Waid. El guionista le da una mano: explica las sagas de manera muy resumida, como para que a) el lector que se interese por ellas las vaya a buscar en vez de conformarse con esos parrafitos tan sintéticos, y b) el dibujante pueda lucirse con dibujos enormes y puestas en página mil veces más arriesgadas y complejas que las que peló Pérez en el ´86. El resultado es tan atrapante que aunque no te interese en lo más mínimo la historia que cuenta Galactus, vale la pena leer el libro para disfrutar de los dibujazos de un Javier Rodríguez en estado de gracia. Y si sos fan del Universo Marvel (en su iteración comiquera, claro) esto es una pieza imprescindible, una gran pasada en limpio de 80 años de publicaciones a veces medio caóticas o contradictorias. Una tarea titánica que solo el maestro Mark Waid podía acometer, y de la que salió tan bien parado que hasta este año se animó a hacer lo mismo, pero con 90 años de historias mucho más caóticas y contradictorias como son las del Universo DC. Esa también la leí en scans y la quiero comprar cuando salga el TPB. Pero tranqui, falta un montón.
Nada más por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.
Etiquetas:
Javier Rodríguez,
Leopoldo Durañona,
Mark Waid
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