el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 27 de abril de 2011

27/ 04: FANTASTIC FOUR Vol.1


Hace como 11 años, en una conversación con Mark Millar, me dijo (y yo tuve la precaución de grabarlo) “Pokémon no es ni la mitad de bueno que Fantastic Four, o que los X-Men, u otros personajes creados por Jack Kirby... y los pibes se apuñalan unos a otros por una figurita de Pokémon. ¿Por qué no se apuñalan por los Fantastic Four? Las compañías tienen que hacer algo al respecto. No puede ser que los grandes capos, los que mueven la plata grande, se crucen de brazos en sus hermosas oficinas de New York, mientras observan cómo desaparece el mercado y se les muere el negocio”. Dos años después, la Marvel mágica de Bill Jemas y Joe Quesada iniciaba una de las tres o cuatro mejores etapas en la historia de los Fantastic Four, no precisamente con Millar al timón, sino con Mark Waid y Mike Wieringo. Y no sé si lograron que los chicos se apuñalaran los unos a los otros por los Fantastic Four, pero por lo menos demostraron que el concepto (en aquel entonces con 40 años a sus espaldas) todavía funcionaba tan bien como cuando lo “pensaron” Stan y Jack.
Waid se pone para esta serie desafíos jodidísimos: se niega a tocar puntos clave como los poderes, se niega a cambiar miembros, se niega a traer de vuelta a los villanos medio-pelo y –tal vez lo más importante- se niega a pensar a Reed y los suyos como un grupo de superhéroes. Para él, los Fantastic Four son exploradores, investigadores del más allá, son la vanguardia, los que hacen cosas y visitan lugares que ningún otro personaje de Marvel hizo ni vio jamás. Y además le da bola a un tema apenas insinuado en la etapa de Carlos Pacheco: atrás de los aventureros hay una familia, y atrás de la familia hay una empresa, que si no factura, se va a la B.
Con todos estos replanteos y con toques muy novedosos e interesantes en la dinámica entre los cuatro protagonistas (más los hijos de Reed y Sue), Waid llena SEIS episodios en los que la acción o bien es mínima o bien es intrascendente, porque el foco está puesto en otra cosa. Recién para el séptimo número vuelve el más grande, el Dr. Doom (también repensado a fondo por el creador de Impulse) y por fin, arranca una saga larga, donde el peligro se respira en cada puta viñeta. Tan grossa es la saga de Doom, que Waid se toma dos episodios enteros (!) en sopesar las consecuencias y en cerrar algunas de las heridas que quedan abiertas. De nuevo nos esperan cuarenta y pico de páginas casi sin machaca, repletas de excelentes diálogos y de escenas muy logradas, que avanzan y redefinen las relaciones entre los personajes.
La espectacular edición de estos 12 episodios en libro, incluye también la propuesta que presentó Waid cuando le ofrecieron hacerse cargo de la serie. Y es increíble ver cómo en las historietas aparecen uno por uno y sin una coma cambiada TODOS los elementos que Waid presenta en su “plataforma”. Cada idea, cada toque, cada replanteo, se ve plasmado en alguna de las secuencias del comic. ¿Se puede decir que le dieron permiso para hacer comic de autor dentro del mainstream? Y, no sé… banquemos a leer un par de tomos más. Pero posta, sorprende la exactitud con la que el guionista mete en las historias TODO lo que se le ocurrió cuando redactaba la propuesta.
Parte de lo que lo alentó Waid a hacerse cargo de Fantastic Four fue la presencia de su amigo Mike Wieringo, aquel ídolo que se nos fuera en 2007, y que en 2002 estaba en un enorme momento creativo. Mark y Mike se entendían a la perfección y eso se nota mucho en las historietas de este tomo. Acá vemos a un Wieringo jugado, comprometido, dispuesto a dejar la vida en cada viñeta. Su New York es creíble, sus personajes “normales” son perfectos, su Thing y su Franklin son definitivos, su Sue y su Johnny se visten como gente real, acorde a su onda y a su edad, y además de cuidar tooodos esos detalles menores, nos regala unas secuencias redonditas, lindas, impactantes y muy, muy funcionales al relato. Sus escenas de machaca son trepidantes y sus expresiones faciales, variadas y atrapantes.
En los números en los que Wieringo descansa, tenemos primero a Mark Buckingham (muy bien, pero con una estética demasiado distinta a la del ídolo) y después a Casey Jones, mediocrón consumado que zafa con lo justo del papelón. Por suerte, casi todo el libro explota con la alquimia entre Waid y Wieringo, los tipos que volvieron a darle onda a los Fantastic Four en los albores del milenio y demostraron –una vez más- que no hay personajes chotos: sólo hay autores chotos, y si los reemplazás con autores buenos, ya está. Problema resuelto.

8 comentarios:

Julio dijo...

Una etapa copadísima, la verdad.

Igual, soy Wieringuista hasta las últimas consecuencias, así que eso influye mucho.

Este libraco de 12, es HC o soft? Yo tengo que empezar a comprarme los libros y dejar de leer prestado.

Andres Accorsi dijo...

Conseguí el HC muy barato, pero ahora empieza a editarse esto mismo en edición menos lujosa, o sea que a partir del Vol.2 me compraré la edición nacional y popular.

Gonzalo Duarte dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
gonzalo dijo...

No se si es tanto mejor FF que Pokemon. Ninguna es una idea demasiado genial, y ambas están sobreexplotadas. Es mas cuestión de gustos. Es muy visión de fan la de Millar.

Unknown dijo...

Esta etapa la tengo pero no la leí todavía, la de Millar no es mala pero esperaba mucho mas, y otra cosa tengo que confesar que soy fan de la etapa Tom Defalco y Paul Rian

Andres Accorsi dijo...

Nah, no podés ;)
¿Tenés todos los números? Si te faltan decime y te los consigo!

Anónimo dijo...

Se ve realmente estupenda , tanto que voy a tratar de conseguirla , a pesar de que aparezca la horrorosa Susan Storm, si la peor del equipo.

CONTRERAS dijo...

"y los pibes se apuñalan unos a otros por una figurita de Pokémon. ¿Por qué no se apuñalan por los Fantastic Four? "

pero hay varios que se "apuñalan" con la mujer invisible

aunque no son niños