el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 16 de diciembre de 2012

16/ 12: LAS JOYAS DE LA CASTAFIORE

Ah, si todos los álbumes de Tintín fueran como este... A veces los grandes aventureros viven sus mejores aventuras sin moverse de su casa. Le pasó a Astérix, también, en la segunda mitad de la época clásica (1968-1977), cuando empezó a protagonizar álbumes que transcurrían de punta a punta en la aldea, con resultados gloriosos. Unos años antes, Hergé serializa (entre 1961 y 1962) esta saga, luego compilada en álbum en 1963. En la cronología de Tintín, Las Joyas de la Castafiore viene justo después de Tintín en el Tibet, ampliamente considerado el mejor álbum de la serie. ¿Cómo superamos a una aventura insuperable? Y, con una no-aventura.
Lo mejor que tiene Las Joyas... es que acá Hergé prueba algo nuevo y le sale perfecto. Son 62 páginas en las que Tintín y Haddock no viajan, no pegan una sola trompada, nadie los captura ni los ata, no hay tiros, y lo más importante: práticamente nunca se rompe el verosímil. El... 90% de lo que sucede en Las Joyas... podría suceder en la realidad. Pero hay muchos más hallazgos.
Otra cosa que a mí me gustó mucho es la línea que baja la historia: por un lado, los palos a las revistas faranduleras, con los que uno coincide a pleno. Por el otro, desaparece una joya y al toque todos desconfían de una tribu de gitanos que acampan cerca de Moulinsart. Finalmente, y contra el prejuicio facilista de los acomodados, resulta que estos cuasi-indigentes no tenían nada que ver con el supuesto hurto.
Y así como Hergé monta este malentendido en clave más o menos dramática, apoya el resto de la trama en toda otra serie de malentendidos definitivamente en joda. Las Joyas... es, a todas luces, una comedia de enredos, donde Hergé despliega un asombroso talento para el humor basado en situaciones y en la exageración de los rasgos de personalidad de los personajes. Si hasta ahora lo habíamos visto lucirse en los gags, ahora el belga nos muestra un arsenal de recursos humorísticos muchísimo más vasto y más efectivo.
Ayuda mucho, por supuesto, el hecho de tener ya consolidado al elenco: Tintín, Milú, Haddock, Hernández y Fernández, el Profesor Tornasol, Néstor, Bianca Castafiore y hasta el marmolero chanta que no viene a reparar el escalón roto, tienen roles decisivos, no sólo en la trama central, sino en toda la sensación de festivo desconcierto que reina en estas páginas. Con los policías gemelos y la Castafiore, Hergé se puede ir al carajo tranquilo. Se nota desde el primer momento que están pensados como “comic relief”. Con Tintín, Haddock y Tornasol, protagonistas de muchas aventuras muy tensas, un exceso de joda podría jugarle en contra, y sin embargo en Las Joyas... no se priva de nada. Excepto Tintín, que se mantiene siempre careta, el resto entra a este festival de situaciones desopilantes con pitos, matracas, collares de guirnaldas y haciendo un trencito al ritmo del Carnaval Carioca.
El dibujo tiene un solo problema: hay algunas páginas con tanto texto, que este se ve eclipsado. Lo cual se compensa con dos picos, dos momentos altísimos: la secuencia de las páginas 49 y 50 (en la que la trama no avanza en lo más mínimo) con el televisor experimental de Tornasol, que le permite a Hergé jugar al pop art y al surrealismo en viñetas memorables; y la secuencia de las páginas 40 y 41 en las que Tintín se interna en el bosque de noche y –por primera vez en toda la serie- vemos un trabajo zarpadísimo de sombras. Sí, sombras! Durante 11 viñetas, Hergé traiciona a la línea clara y se juega a un claroscuro denso, ominoso, con enorme protagonismo de las masas negras. El resto del álbum muestra la elegancia y la solvencia de siempre, las que uno asocia al Hergé ya afianzado, ya muy canchero en ese estilo tan marcado, tan propio y que en este libro se revela como ideal para este tipo de historias más livianas, más de entrecasa.
Desde hace muchos años, Las Joyas de la Castafiore es mi álbum de Tintín preferido. Hoy, al releerlo, me quedó clarísimo por qué: es un comic tan redondo, tan efectivo, tan exquisitamente extraño, que te puede gustar aunque odies a Tintín.

4 comentarios:

Guión Alto dijo...

Ah, qué álbum delicioso! Me remonta a mi infancia, cuando esperaba los jueves para comprar el Anteojito. :-D
Gracias!

Anónimo dijo...

Andres te hago una pregunta absolutamente chusma, Tenes todos los albumes de Tintin?

Andres Accorsi dijo...

No, Anónimo.
Sólo los que me regalaron o conseguí muy baratos. Pero allá por 1990 leí todos, incluso El País de los Soviets, que en ese entonces sólo estaba editado en francés.

Guillermo dijo...

Sr. Andrés, "Las joyas..." es una obra maestra. Suscribo hasta las comas de su graciocísima y muy acertada nota. Entré al mundo de la historieta en mi infancia de la mano de -entre otros- Tintín, publicado por Billiken (de los años 1972 a 1975; que aún trato de conseguir, todo por eso del fetichismo nostálgico de la imagen). Pero nunca había leído en esa época de mi vida "Las joyas...". Gracias a una política económica de muy triste y esperado desenlace, pude en los 90 comprar casi todos los álbumes de Hergé, o sea que éste lo leí de grande. Y lo sigo releyendo y me sigue provocando carcajadas muchas de sus situaciones. Las exageradas reacciones de Haddock ante la noticia de la llegada de la Castafiore son desopilantes. El "marmolero chanta", como Ud. lo llama, ja ja ja, pero...y el insoportable vendedor de seguros Serafín Latón ?? y la carnicería Sanzot ? Grandiosamente disfrutable, un mundo muy querible.