el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 13 de octubre de 2013

13/ 10: MIGUEL DE FUENTESANTA

Hoy me toca descubrir en su faceta de autor integral a Ismael Hernández, el dibujante de Varua Rapa Nui, al que conocimos en la reseña del 09/04/13. Y me encuentro con un autor raro, muy jugado a un relato que se propone, por un lado, revisitar la mitología y la cultura de la civilización araucana (o mapuche, no me terminó de quedar claro) y por el otro, sacudirnos con una epopeya pletórica de machaca y descontrol, con monstruos y demonios gigantes que harían irse al mazo al mismísimo Hellboy. Por si el desafío pareciera fácil, Hernández se propone además darle a su saga un cierto vuelo poético, una cierta pátina de comic finoli, más para el lado de Vertigo.
En total, la novela tiene 116 páginas. Pero pasan tantas cosas y hay tanto para ver, que parece que fueran 250, mínimo. Porque a Hernández no le tiembla el pulso a la hora meter muchísimos diálogos en cada viñeta, ni a la hora de armar páginas muy complejas, con muchos cuadros. En las secuencias en las que estalla la machaca, se controla un poco más y rara vez mete más de cuatro viñetas por página. Como ya vimos en Varua Rapa Nui, a Hernández le gusta probar cosas raras en la planificación, armar la página de formas novedosas, experimentales. Y casi siempre le salen bien. A veces (como en las mejores obras de Horacio Altuna) son los globos de diálogo los que nos terminan por “explicar” en qué orden hay que “leer” las imágenes, de tan intrincada que es la disposición espacial de las mismas. Pero lo bueno es que funciona.
El dibujo es sumamente zarpado, casi visceral. Por momentos muy trabajado, por momentos crudo, por momentos exquisitamente equilibrado. El color le permite a Hernández extremar el manejo de una amplísima gama de recursos expresivos que tienen que ver con la iluminación y las texturas, y estos se suman a los muchos recursos que maneja a la hora del pincel (o el plumín) y la tinta. La impronta gráfica de Hernández (tremendamente plástica, de hipnótico dinamismo) tiene acá un protagonismo mucho mayor que en Varua Rapa Nui, y sin embargo no se lo puede acusar de haber armado el guión como excusa para dibujar lo que tenía ganas de dibujar.
El guión, como se desprende de la lectura del primer párrafo, es un mecanismo complejo, que parece ir para adelante pero cada tanto mecha flashbacks extensos, y que se apoya mucho en la construcción de los dos personajes principales, Miguel de Fuentesanta y Carla. Son personajes opuestos, incluso de distintas épocas, y del contrapunto entre ambos surgirán las mejores escenas del libro. La fuerte apuesta de Hernández a revisitar exhaustivamente (casi a catalogar) criaturas, costumbres y hasta términos de la tradición aborigen chilena es lo que a mí menos me sedujo. Quizás sirva para que la historieta transmita esa onda “cultural” o “educativa” que tanto le gusta a las instituciones que apoyan estas ediciones con becas o subsidios, pero en un punto es demasiada información, mucha más de la que hace falta para engancharse con la aventura de Miguel y Carla.
Si obviamos estos excesos enciclopedistas por parte del autor, nos vamos a encontrar con una historia fuerte, atrapante, que combina muy bien misterio sobrenatural, machaca y caracterización, con un muy buen aprovechamiento del trasfondo histórico (encarado desde el pase de factura a los españoles por las masacres perpetradas contra los pueblos originarios de nuestra América), con varios giros impredecibles y momentos en los que el lirismo le gana a la violencia, que acá está mucho más presente e impacta mucho más que en el comic gracias al cual descubrí a Ismael Hernández. Prometo revisitar el año que viene (en la ¡quinta! temporada del blog) a este interesante artista chileno.

3 comentarios:

fmlobito dijo...

Tiraste la bomba de la 5ta temporada. ¡Bien ahí!

V dijo...

Que haces Gordo! Pensaste que me fui, eh? Hacete una notita de tu amigo cabandie increpando y amenazando a una mujer cuando hacia su trabajo, y sobre como la dejaron sin laburo como la caca que son. Cobarde es poco.

Andres Accorsi dijo...

No soy amigo de Cabandié, V. De hecho, nunca lo voté.
Al único funcionario de la "plana mayor" del kirchnerismo que conozco personalmente es a Juan Manuel Abal Medina, que fue compañero mío en la facultad. No lo veo desde... 1990 o 1991...