el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 23 de diciembre de 2017

PAPONGAS DE SABADO

Llego tranquilísimo a la meta de clavar 100 posts en el blog a lo largo de 2017. Es más, creo que la voy a superar. Vamos con las reseñas de dos libritos que me bajé en estos días.
La Diosa Sumergida es una historieta perfecta. El maestro Miguel Calatayud entendió TODO y en 46 páginas logró lo imposible: presentar personajes con los que uno enseguida pega onda, plantear un conflicto, desarrollarlo y darle una resolución absolutamente satisfactoria. Por momentos, el argumento se parece tanto al de La Carta Esférica (la gran novela de Arturo Pérez-Reverte) que por un momento temí que terminara igual. Pero no. Más allá de las similitudes en el argumento, Calatayud le da a su historia un ritmo y una impronta propias, con las que logra transmitirnos una sensación maravillosa: la de que todo es una especie de joda, que si bien hay peligros, villanos y esas cosas que tienen las buenas aventuras, La Diosa Sumergida es –ante todo- un divertimento. Lo mejor de todo es que Calatayud no recurre a esa pátina de ironía para cubrir falencias en el guión. El guión es un mecanismo de relojería infalible, inapelable. Y ese dejo irónico pasa a ser un plus, un guiño al que se sabe de memoria las convenciones del género con las que el maestro valenciano condimenta el relato.
El dibujo y el color están en un nivel tan fuera de escala que no se me ocurre cómo hablar de ellos. Podría balbucear, en una de esas, pero no sería justo. Los amigos de Dib-buks tiuvieron además el acierto de publicar esto en un tamaño grande, o sea que el lucimiento de cada viñeta está garantizado. Creo que lo más notable de la faz gráfica de La Diosa Sumergida es cómo Calatayud estiliza todo, impregna todo (hasta el rotulado) de una impronta visual muy personal, muy fuerte, muy idiosincrática, sin que esto empantane en lo más mínimo el fluir del relato. Obvio que te colgás a admirar el virtuosismo extremo en el dibujo y el color… pero de algún modo la historia te mantiene enganchado. La composición de las viñetas, la ubicación de los globos, el armado de las secuencias, todo está controlado por el autor para que en ningún momento te desconectes de la narración. Y una vez que llegás al final, sí, se complica resistir el impulso de recorrer de nuevo las páginas del libro, esta vez concentrados en apreciar a pleno la magia visual de Calatayud. Genialidad pura de la mano de un prócer del Noveno Arte del que injustamente se habla poco en nuestro país.
Hablando de nuestro país, este año el sello cordobés Buen Gusto publicó Hellhound on My Trail, nuevo trabajo del imparable Hernán González, esta vez en equipo con el guionista Juan Bertazzi. Sí, tal como lo sospechás, Hellhound on My Trail narra por enésima vez la fascinante historia de Robert Johnson, el músico de blues que pactó con el Diablo en aquella encrucijada en un intento por torcer su destino. De nuevo esa historia que ya leímos chotocientas veces… pero ahora contada de un modo distinto.
En apenas 52 páginas, Bertazzi y González logran dotar a la trama de un intersante trasfondo histórico y social, le dan bastante bola a una historia de amor (teñida de trampa y condenada al fracaso) y hasta se permiten dedicarle algunas páginas a reproducir fragmentos de las letras de Johnson, acompañadas de magníficos dibujos de González. Lo mejor que hace el guión quizás sea animarse a darle profundidad al protagonista, mostrarnos a Johnson como una persona 100% real, tridimensional. Más allá de cualquier rigor documental que pueda tener Hellhound on My Trail, queda muy claro que lo que estamos viendo son apenas un puñado de anécdotas en la vida de una persona posta, con una complejidad genuina, que excede los momentos dramáticos que todo guión debe ofrecernos para que nos enganchemos con el relato, e incluso al elemento fantástico (el pacto con el Diablo) que funciona como punto de inflexión de la trama.
Y lo que realmente hace única e irrepetible a Hellhound on My Trail es el dibujo de González, su manejo alucinado y virtuoso del blanco y negro extremo, con ese nivel de expresionismo al que nos acostumbró José Muñoz, combinado con esa puesta en página ágil, versátil, con gran variedad de planos y ángulos, ese trazo denso, oscuro, ideal para generar climas espesos y agobiantes como los que propone Bertazzi en varios pasajes del guión. La verdad es que la conjunción entre tema y autores funciona muy bien y convierte a este librito en una obra realmente recomendable, de especial interés para los fans del blues y para los seguidores de este autor de asombroso talento llamado Hernán González.
Vuelvo pronto con más reseñas. A los que festejan Navidad y esas cosas, les deseo Felices Fiestas. Al resto, aprovechen el finde largo para leer comics. Tante grazie.

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