Después de un feriado
extra-large memorable (con triunfo de Racing incluído), mañana hay que volver a
laburar. Mientras pega el bajón, me aboco a la redacción de mis habituales
reseñas.
Retomé la lectura de The
Invisibles con el Vol.4, el que recopila los primeros episodios de la segunda
serie, la que Grant Morrison lanza a fines de 1996, en su momento de mayor
éxito comercial, cuando las ventas de la JLA amenazaban con pintarle la cara a
la ambiciosa movida de Heroes Reborn encarada por Marvel. Este es el tomo más
cortito de Invisibles, con sólo cuatro episodios, un poco menos de 100 páginas
con un sólo arco argumental y un sólo dibujante: un Phil Jimenez prendido
fuego, complementado a la perfección por las tintas de John Stokes. Tuve la suerte
de ver los originales a lápiz y debo decir que, si bien tanto Stokes como el
colorista Daniel Vozzo aportan muchísimo, el laburo que hizo Jimenez en los
lápices, el plantado de cada página, la planificación de las secuencias, es
absolutamente hipnótico. Los fondos son zarpadísimos (y las excusas para no
ponerlos cuando no aparecen son recontra-válidos) las expresiones faciales
están cuidadísimas, la acción tene un impacto tremendo y por si faltara algo
hay páginas como la 68 y la 69 (del TPB) donde la narración explota en una
supernova gráfica sobrenatural. Si eso que muestra Phil estaba detallado en el
guión de Morrison, entonces el escocés es un genio cósmico, más allá de toda
exégesis, o de todo panegírico que uno pueda ensayar. Y si se le ocurrió a
Jimenez, es un monstruo absoluto.
El dibujo de este arco
argumental está tan bueno que eclipsa un poco al guión. Black Science es un
arco atípico porque –si bien tiene un montón de ideas locas y conceptos
fascinantes- es una aventura de palo y palo, totalmente basada en la machaca.
Es una misión clara, lineal, sin vueltas demasiado retorcidas, ideal para
enganchar nuevos lectores y sacudirle los prejuicios a los que no leían The
Invisibles porque “es un delirio que no se entiende a menos que estés muy drogado”.
Hay un par de flashbacks al pasado común entre King Mob y Jolly Roger y el
resto va todo para adelante, como una topadora, a una confrontación a todo o
nada entre los Invisibles y Mr. Quimper, que pinta para ser el villano grosso
de esta segunda etapa. Un cambio de registro por parte de Morrison sumamente
bienvenido, porque a pesar de optar por una narración más “careta” no mezquina
nada en materia de diálogos (cada vez mejores) y desarrollo de personajes. Me
faltan dos TPBs gorditos y cerramos la relectura de esta obra fundamental para
entender al genio de Glasgow.
Ya estoy cerca de liquidar
todo el material que se editó en Argentina en 2018 y me interesó como para
pegarle una leída. La Cazadora de Libros apareció durante más de dos años en el
suplemento ADN del diario La Nación, entre 2011 y… 2013 o 2014, no recuerdo con
precisión. Finalmente el año pasado salió el libro, como para que los fans de
Pablo De Santis y Max Cachimba pudiéramos sumar esta obra a nuestras
bibliotecas, en vez de andar recortando páginas del house organ de la
oligarquía argentina.
La verdad que me costó
bastante leer La Cazadora de Libros en libro (¡cuac!) principalmente porque se
le nota mucho la naturaleza serial. El recopilatorio quiere convertir en
historias extensas a lo que originalmente eran entregas semanales (con algo así
como un principio, desarrollo y fin propios) y se ven mucho las costuras. Se
repite información, se frena el ritmo cada vez que la aventura amaga con
levantar temperatura, hasta se conserva la decisión casi caprichosa de los
autores de arrancar cada entrega con una viñeta muda en la que se ve un plano
general de la fachada de la biblioteca… aunque en el remontaje de viñetas
requerido por el libro esa imagen aparezca en el medio de la página, o incluso
al final de la misma. Con el correr de las aventuras, se termina un poco la
reiteración constante de esa viñeta y también se repite menos información. Y
aparecen páginas distintas, donde ya no tenemos seis viñetas de igual tamaño,
si no otras variantes que subrayan o puntúan mejor los distintos momentos del
guión de De Santis.
Lo mejor, por lo menos
para mi gusto, es ese tono farsesco que logra el guionista. Las aventuras son
delirantes, estrambóticas, entre fantásticas, ingenuas y absurdas. Y De Santis
acierta al combinarlas con diálogos repletos de humor, donde lo vemos muy
afilado para los juegos de palabras. Obviamente un planteo entre absurdo,
bizarro y naïf resulta ideal para el lucimiento gráfico de Cachimba. Sin
embargo, acá el rosarino está bastante contenido. El tema de que todas las
viñetas sean iguales lo limita un poco, y le permite jugar sólo en la elección
de los ángulos. El trazo es minimalista, con margen para un repertorio de
expresiones faciales sumamente acotado, y probablemente lo que más me haya
gustado sea el tratamiento del color que propone Cachimba. Esta vez, en vez de
colores planos, trabaja los fondos con pasteles o acuarelas, lo cual le permite
(además de sugerir apenas los decorados) darle profundidad a las viñetas y
clima a las secuencias. Me sigue gustando más el Cachimba de 1989-1992,
obviamente, pero dentro de su estilo más despojado, este debe ser el trabajo en
el que lo vi más comprometido, más decidido a encontrar un planeo estético que
no obstaculice si no que acompañe y potencie los logros del guión.
Además, La Cazadora de Libros es una historieta bien para
todo público, que tiene (no como tema central, pero ahí nomás) el amor por la
lectura, así que es ideal para regalárselo a hijos, sobrinos o mascotas bípedas
a las que tratemos de inocular el virus de la historieta.
Uh, me fui a la mierda. La
seguimos pronto.
1 comentario:
Con La cazadora de libros me pasó que, a pesar de que la pasé bien durante la lectura (el arranque me costó un poco), me parece que en cuanto a target termina quedándose a mitad de camino, porque siento que es un poco naif y explícita de más para el público adulto, pero al mismo tiempo se apoya demasiado en referencias que creo que a gran parte del público infantil le son esquivas. Entiendo que la idea es que sea ATP, pero en este caso me parece que cae en el principio "el que mucho abarca poco aprieta"...
Publicar un comentario