miércoles, 10 de mayo de 2023
SHOWCASE PRESENTS: TALES OF THE UNEXPECTED
Uh, esta fue difícil, eh? Un masacote de 512 páginas con los 20 primeros números de Tales of the Unexpected, una antología que DC lanzó allá por 1956, cuando no se podía ni mencionar el tema del terror y los monstruos y cuando había que minimizar la utilización de la violencia en las historietas.
La respuesta es una serie con cuatro historias cortas en cada número (casi todas de seis páginas), con argumentos muy simples, que buscaban impactar al lector con sucesos que no tenían (por lo menos a priori) una explicación racional: antiguos objetos que conferían deseos o poderes zarpados, máquinas loquísimas que permitían hacer cosas raras (viajar en el tiempo, controlar mentes, duplicar objetos, desmaterializar objetos, etc.) y -cada vez más a medida que avanzan los números- contactos entre seres humanos y razas alienígenas. En las 80 historietas que incluye el libro, los protagonistas siempre son varones blancos y adultos. Casi siempre estos señores provienen del mundo de la ciencia, del espectáculo o del crimen, y estos últimos siempre terminan decididamente mal. La ambientación siempre es el presente y la gran ciudad (grandes ciudades donde no existen los negros, no?). Las fórmulas se repiten mucho, en parte porque al ser todas historias de seis páginas, vos sabés que al final de la cuarta va a estar todo mal, y en algún momento de la quinta alguien se va a dar cuenta de algo, o va a pasar algo, que va a permitir que en la sexta se reestablezca el equilibrio y se explique (casi siempre) qué carajo era esa bizarreada que nos tuvo en vilo desde la primera o segunda viñeta.
Eso es todo, de verdad. Con eso una revista podía durar años y años. Por lo menos para cuando se editó el libro (2012) no se sabía quiénes eran los guionistas de la gran mayoría de las historias, porque en aquella época los comic books de DC no incluían créditos. Tal vez como acto de justicia, la historia que más me gustó, o que más me impactó, es una de las pocas que tienen un guionista acreditado, en este caso el maestro Ed "France" Herron. Y como no da para hablar de guionistas anónimos, y con lo que conté sobre las historias ya más o menos cubrí todo lo que hay para decir sobre las mismas, aprovecho para centrarme en los dibujantes, que es lo mejor que tiene este libro. La revista tenía un equipo de diez o doce dibujantes, que no aparecían en todos los números, pero que son siempre los mismos. Todos trabajan con una estética realista, uno solo se va mínimamente de mambo con la puesta en página, todos se fuman viñetas (y páginas) repletas de texto, y todos dejan la vida en cada cuadrito con decorados, paisajes, edificios, vehículos, armas y todo tipo de objetos dibujados DE VERDAD. No hay fotos retocadas, muy rara vez hay una viñeta donde solo se ve una cabeza que habla, todo el tiempo se llena la superficie del cuadrito con elementos gráficos (a veces simples texturas) que la edición en blanco y negro permite apreciar a pleno.
Por orden de aparición, acá me encontré con estos magos del lápiz.
John Prentice, un dibujante exquisito que va a abandonar el equipo de Unexpected para hacerse cargo de la tira diaria de Rip Kirby cuando Alex Raymond sufre el accidente en el que pierde la vida.
Bill Ely, un dibujante activo desde fines de los años ´30, el único al que no conocía, y tal vez el que menos me gustó.
Rubén Moreira, el prócer de Puerto Rico que reemplazó nada menos que a Burne Hogarth en las planchas dominicales de Tarzan, un capo absoluto de la escuela realista.
Leonard Starr, otro monstruo de las historietas para diarios, creador de la tira On Stage (o Mary Perkins), también seguidor de la línea de Alex Raymond.
Mort Meskin, un tipo que publicaba en DC desde la Golden Age y ya no estaba en su mejor momento, acá se tira más a un trazo más suelto y más sucio, que no le da buenos resultados.
Sheldon Moldoff, otro grande de la Golden Age, dibujante principal del primer Hawkman y más tarde autor de centenares de historietas de Batman que aparecerían firmadas por el chanta de Bob Kane.
George Papp, también identificado con un superhéroe clásico, el primer Green Arrow, en esta época dibujaba también a Superboy y más tarde a Bizarro. Pero en estas historias cortas ponía más huevo.
Bernard Baily, el primer dibujante y co-creador de Hourman y el Spectre, seguía activo en esta época y dibujaba mucho mejor que en los años ´40.
George Roussos, otro monstruo que venía desde fines de los años ´30 y había pasado por decenas de editoriales, incluyendo la ahora finiquitada E.C.. Más tarde se dedicará a entintar a sus colegas, principalmente a Jack Kirby.
Nick Cardy, uno de los muchachos cuya carrera artística se interrumpió para ir a pelear a la Segunda Guerra Mundial. Para esta época ya llevaba varios años de éxito en distintas series de DC y tenía un trazo muy marcado y muy, muy hermoso.
Jack Kirby, el Rey, pasó por DC en esta etapa y dejó su huella con un puñado de historietas en esta revista, algunas de las cuales ya vimos en el librito que reseñé un lejano 29/12/12. El único que experimentó un poco a la hora de desplegar las viñetas en la página.
Jim Mooney, un veterano de mil combates, también activo desde la Golden Age y más asociado a superhéroes como Supergirl, Superboy, Dial H for Hero y -ya en los ´70- muchas series de Marvel. Acá lo disfruté más que cuando dibujaba superhéroes.
Y bueno, también hay un par de dibujantes que aportan una o dos historietas y que no da para mencionar. Lo importante es que estos titanes de la tinta dejaban la vida en historietas bastante intrascendentes que hoy casi nadie recuerda, y yo los quiero reivindicar.
Este libro está bueno como rareza, para explorar las consecuencias de la instauración del Comics Code, y para disfrutar de los dibujos, si te copa el estilo académico. No mucho más.
Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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