miércoles, 17 de mayo de 2023
MARAVILLOSO MIÉRCOLES
El otoño nos sigue regalando días increíbles a los porteños y las porteñas, y uno los aprovecha para... leer comics, obviamente. Vamos con un par de reseñas, así, de una.
Cuando vi este libro de Oddville! en una batea en EEUU, pensé "Jay Stephens está loco, ¿cómo va a editar un comic para público infantil en blanco y negro?". Después me di cuenta de que el equivocado era yo. Este material se produjo originalmente entre 1995 y 1996 para los semanarios alternativos de EEUU, en el clásico formato de historieta cuadrada en blanco y negro que asociamos (por ejemplo) con Life in Hell, la mítica tira semanal de Matt Groening. O sea que, si bien Stephens juega con la estética del comic infantil, Oddville! es una serie apuntada al público adulto.
La gracia de Oddville es la bizarreada, la forma en que Stephens atraviesa un montón de géneros sin circunscribirse a las convenciones de ninguno de ellos. Por momentos hay aventuras con una superheroína, por momentos aparecen elementos de terror (muertos que resucitan como zombies, un simio gigante), elementos de ciencia ficción (un robot gigante), por momentos la serie se centra en la vida cotidiana de una familia contada en plan de comedia (como en tantas otras tiras de los diarios yankis) y a veces el foco se desplaza a las mascotas de la familia y se vuelve una tira de "animalitos cómicos" al estilo de Mutts, Garfield, Marmaduke y tantas otras. La mejor de todo es que Stephens no se toma nada de esto en serio, y encima, ni bien puede, dispara dardos venenosos hacia temas picantes de la sociedad, como la codicia, el fanatismo por las armas de fuego y la brutalidad policial.
El resultado es un comic muy ágil, totalmente impredecible, repleto de volantazos que no te ves venir, donde un elemento inclasificable (una bebita de origen alienígena que tiene el poder de volar) desencadena toda una serie de sucesos, uno más desopilante que el otro, ambientados en la ciudad que da nombre a la tira. Esto (y su continuación, Land of Nod) más tarde se va a convertir en un dibujo animado apuntado al público infantil, pero acá todavía Stephens puede mostrar una arista más cruda, o más cínica. No en el dibujo, que es perfectamente amigable y atractivo para los más chicos, pero sí en los guiones. En el trazo del canadiense se ve una mezcla hermosa entre Beto Hernández, Seth, Joe Matt, Hunt Emerson, y hasta Jason, que no sé si en 1995 era conocido en Canadá, pero ese mono gigante al toque me remitió a la estética del astro noruego. El pincel suelto, atrevido, de Stephens le permite darle al dibujo una gama muy amplia de matices, y el uso de las tramas mecánicas lo complementa a la perfección. Esto es anterior a Atomic City Tales (ver reseña del 15/09/22) y se le parece poco en la superficie, pero por debajo subyace el mismo talento y la misma imaginación desbordada. Creo que ya tengo todas las historietas de Jay Stephens, que no son muchas porque hace años que se dedica exclusivamente a la animación, pero sigo atento, a ver si aparece algo más, para entrarle como el agua al Titanic.
Entre 2004 y 2010 se produjeron en Europa los cuatro álbumes de Borgia, la serie de Alejandro Jodorowsky y Milo Manara, luego convertida en un tomo integral que salió en 2013 en el mercado francés y en 2021 acá en Argentina, en una impecable edición del sello Merci.
Borgia es un comic histórico, en el que Jodorowsky se abstiene de introducir elementos fantásticos para ceñirse a los hechos tal como sucedieron en la Italia del Renacimiento. De hecho, este es el Lado B del Renacimiento: una mirada salvaje y descarnada a la corrupción, la desigualdad, la pestilencia, la depravación y la abyección moral que reinaba por sobre aquellos inmensos artistas que prácticamente refundaron la cultura "occidental y cristiana". Es un relato de ambición y lujuria llevados al límite, donde los protagonistas (Rodrigo Borgia y sus hijos) se presentan como los abanderados del incesto, la sodomía, la codicia, los asesinatos políticos, la compra y venta de influencias y favores eclesiásticos y la ruptura de pactos entre nobles de distintos países por los motivos más prosaicos que se te ocurran. Acá vale todo: orgias de todos contra todos, violaciones, mutilaciones, torturas, decapitaciones, vas a ver gente que le mea el rostro a otra gente, gente moribunda arrojada a las fauces de perros famélicos... y además vas a sentir el olor nauseabundo de una época en la que no existían ni la ducha, ni el inodoro, ni el bidet. El guionista chileno y el dibujante italiano contraponen todo el tiempo el lujo, la pompa y el boato de los papas y los nobles con el hedor de las caballerizas, e incluso de las calles pobladas de gente que se bañaba muy de vez en cuando.
Jodorowsky se relame al mostrar en detalle las miserias del poder político y eclesiástico y explica el trasfondo de todas las hazañas militares, a veces motivadas por la ambición y otras veces por la lujuria. El Papa Alejandro VI aparece como un personaje venal, desesperado por el poder, capaz de todo con tal de amasar más riquezas, más influencia y más impunidad para sus pecados carnales. Ni el mismísimo Leonardo Da Vinci se salva en este revisionismo histórico furibundo en el que prácticamente todas las figuras del Renacimiento están salpicadas de sangre, mierda y semen.
Con estos guiones fuertes, al hueso, sin fumanchereadas ni delirios místicos, Manara realiza el que, para mi gusto, es el mejor trabajo de su extensa carrera. Las malas lenguas dicen que buena parte de las tareas las delegó en su hija, porque su salud no le permitía cumplir con las entregas, pero yo acá veo todo el tiempo la mano del maestro. Y me pongo de pie, y lo ovaciono, porque (enfermo o no) Manara acá puso el alma y la vida. Esas escenas multitudinarias, esas batallas, las expresiones faciales, los decorados de los palacios, los paisajes, los barcos, los trajes, los peinados... y por supuesto esa sensualidad infernal en los cuerpos, tanto desnudos como vestidos, hacen que uno no pueda más que rendirse ante el despliegue descomunal realizado por el creado de Giuseppe Bergman. Lo único que le critico es que entre la primera página y la última pasan apenas once años y -sobre el final de la obra- el Papa Alejandro VI parece estar 30 años ó 35 años más viejo que al inicio, mientras que el resto de los personajes no parece envejecer demasiado. En todos los demás aspectos, el dibujo y el color de Borgia son un hito absoluto, en la bibliografía de Manara, y en la historieta histórica en general.
Por si no nos quedó claro durante la lectura de la obra, al final del libro aparece un texto de Jodorowsky en el que el chileno traza los paralelismos entre las atrocidades, inequidades y salvajadas de esa bisagra entre los siglos XV y XVI y los albores del Siglo XXI. Me parece que no hacía falta explicitarlo tanto, pero sin dudas Borgia es una obra que habla de nuestro presente, y lo hace de una manera realmente cautivante y estremecedora. Un libro sumamente recomendable para los fans de Jodo, de Manara, del comic histórico, del Renacimiento, o de la buena historieta para adultos.
Hasta acá llegamos, por hoy. Ni bien tenga leídos un par de libritos más, nos reencontramos con nuevas reseñas, acá en el blog.
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