el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 4 de junio de 2018

LUNES Y PUESTA AL DIA

Como suele suceder, los fines de semana o leo poco, o me da paja sentarme a escribir reseñas. Pero hoy no tengo excusas, así que ahí vamos.
Mi búsqueda de material raro del maestro Enrique Sánchez Abulí me llevó a comprar el Vol.1 de una serie llamada Kafre, que yo desconocía, pero que se publicó varios años en las páginas de El Jueves. Este primer recopilatorio (de 1993) ofrece más de 30 historietas de dos páginas cada una, todas con una misma consigna: el Padre Antón, un misionero católico apostado en la selva africana, se esfuerza por civilizar a un puñado de nativos (principalmente Kafre y Kongo) a los que la cultura y la religión cristianas no les puede interesar menos. La gracia es que Kafre y Kongo están siempre muy alzados, eternamente dispuestos a empomarse aldeanas, hembras de distintas especies animales, o bien a clavarse infinitas pajas. El contraste entre la promiscuidad de los nativos y la castidad que intenta inculcarles el cura es el núcleo de la obra, la fuente de casi todas las situaciones (obviamente humorísticas) que plantea y desarrolla Abulí en esta serie.
El padre Antón, por su parte, es un personaje complejo, muy bien estructurado. El tipo no se come ni la punta y estalla en ataques de furia bastante violentos contra estos “negros de mierda”, a los que maltrata considerablemente. El sacerdote tampoco peca de ingenuo: se manda sus propias “avivadas” y cuando no la gana, la empata. Abulí logra que en ningún momento podamos encasillar al padre como “víctima” de los aldeanos, ni viceversa, y ahí reside buena parte del atractivo de la serie. El resto de los aldeanos y los animales típicos de la selva africana también aportan buenos disparadores para el clásico humor malalechístico, grosero y políticamente incorrecto del mítico guionista de Torpedo 1936.
Y lo más grosso: todo está dibujado por el genio, el ídolo, el grandioso Julio (o Xulio) Martínez Pérez, más conocido como Das Pastoras. Imaginate una cruza entre Richard Corben y Philippe Vuillemin, y para ese lado rumbea en este trabajo el magistral dibujante oriundo de Galicia. Narrativa muy sobria, personajes muy expresivos, un trabajo de color, iluminación y texturas absolutamente glorioso y un rotulado medio desprolijo, que es lo único que desluce un poquito una faz gráfica impecable. Recomiendo bastante Kafre, tanto a los fans de Abulí como a los de Das Pastoras.
Me vengo a Argentina, a 2017, cuando aparece El Viaje de Nahuel, el Niño-Jaguar, una impactante novela gráfica editada a todo culo, en tamaño grande, en un libro de 168 páginas, que además de unas 130 páginas de historieta ofrece actividades, acertijos y muchísima información. El guionista es Jo Rivadulla, a quien jamás había oído nombrar, y el dibujante es Iván Zigarán (o Ziga), a quien nos habíamos cruzado el 11/12/17.
Hasta pasada la mitad de la novela, El Viaje de Nahuel no se diferencia mucho de Labyrinth, el largometraje del maestro Jim Henson. Un chico recorre un mundo mágico y extraño, donde le hablan las piedras, algunos animales y algunas plantas, sin tener muy claro a dónde va, con la remota esperanza de encontrar a la chica que le gusta. Después se suma un elemento clásico de la aventura: este pibe no es cualquier pibe, sino el elegido por fuerzas místicas que tienen que ver con la Naturaleza. Nahuel obtiene así el poder de transformarse en jaguar y liderará a estas criaturas que se le fueron sumando en una lucha contra… alguien que está dañando a la fauna de este lugar en el que transcurre la historia.
El gran hallazgo del guión es que ese mundo mágico y fantástico no es otro que Argentina y esas montañas, bosques, ríos y animales son típicos de nuestra geografía, nuestra flora y nuestra fauna. Y como se trata de una historieta claramente apuntada a lectores menores de 12-13 años, Jo Rivadulla los atrapa con las peripecias de Nahuel y de keruza les baja un montón de información sobre nuestro medio ambiente. El truco re-garpa. Vistos desde los ojos de un chico, y barnizados con toda esa pátina de epopeya fantástica, lugares como los Andes, las cataratas de Iguazú o la selva cuasi-amazónica del NOA se vuelven sumamente atractivos.
Por supuesto, buena parte del mérito le corresponde a Zigarán, que acá la rompe en un estilo más cercano al que le vimos a Gerardo Baró en las aventuras de Fede y Tomate, pero con muchos más cuadros por página, más información y más texto en cada viñeta, más elaboración en el color, más riesgos en la puesta en página y una atención por los detalles al límite de lo sobrenatural.
La verdad que la idea no era fácil de convertir en un buen guión y el guión era difícil de dibujar. Sin embargo, Rivadulla y Zigarán salieron más que airosos de esta ordalía, que les debe haber llevado décadas, siglos, milenios, eones… Gran broli para regalarle a un hijo, sobrino o mascota bípeda de 9 a 13, y de paso pegarle una leída.
El miércoles a última hora me voy a Córdoba, a participar una vez más del imprescindible Docta Comic, pero espero clavar un posteo más antes de viajar. La seguimos pronto.

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