el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 10 de octubre de 2018

MIERCOLES DE MUSCULOSOS

Los dos últimos libros que leí son de chabones musculosos, que casualmente no reparten muchas piñas.
Arranco con Superpatriot: Liberty & Justice, la segunda miniserie de esta especie de Captain America creado por el maestro Erik Larsen, publicada en la época en la que dicho autor ofrecía casi las únicas historietas de Image que se podían leer sin contagiarse blenorragia. Como en la saga anterior del Patriot, acá tenemos al glorioso Keith Giffen a cargo del argumento y el plantado de las páginas (o sea, la narrativa), diálogos de Tom y Mary Bierbaum, y dibujos de un inspiradísimo Dave “el Reverendo” Johnson.
El argumento hace equilibrio todo el tiempo entre dos ejes: por un lado, la machaca del Patriot contra el Covenant, la “institución” mitad religión/ mitad imperio criminal a la que se enfrentó también en su primera miniserie solista. Y por el otro lado, la pata humana de la historia, un conflicto potencialmente mucho más interesante, como es que al héroe le aparezcan dos hijos, de unos 19-20 años, cuya existencia desconocía y que –esto no hacía falta- también son justicieros enmascarados. Sólo con esta mitad de la historia, la de la difícil reconstrucción de una familia que nunca fue tal y las impactantes revelaciones acerca de la mamá (y el tío) de los mellizos Liberty y Justice, alcanzaba para explorar a lo largo de estas 96 páginas un montón de aristas interesantísimas. La forma en que Giffen tira sobre la mesa todo lo que tiene para revelarnos está bárbara y los Bierbaum le ponen mucha onda a los diálogos, sobre todo a los de los chicos.
Pero claro, a los pibes que leían Image en el ´94 o ´95 les tenías que dar –ante todo- violencia pasada de rosca, peleas, tiros y explosiones, y eso es lo que -muy a mi pesar- ocupa buena parte de estas 96 páginas. Comparado con lo que se veía en otras series de esta época, esta mini de Superpatriot es… Fun Home de Alison Bechdel. Y obviamente, puestos a comprar comics porque están llenos de explosiones y de gente que ametralla gente a puro BRAKKA-BRAKKA-BRAKKA, mucho mejor comprar esto que abominaciones tipo Youngblood: Strykeforce.
El dibujo del Reverendo Johnson, además, es un lujo, con momentos en los que limpia el trazo para parecerse a Moebius y momentos en los que carga las tintas para apostar fuerte al claroscuro como si fuera… casi un Mike Mignola. El color está buenísimo y las tipografías que usa Chris Eliopoulos en las onomatopeyas de explosiones y chumbos varios son magníficas. O sea que, sin acercarse al nivel de las mejores sagas de Savage Dragon, esta mini de Superpatriot es pochoclo de calidad, un comic de machaca noventosa sumamente cuidado, con desarrollo de personajes, buenos diálogos y narrativa cristalina.
Y me vengo a Argentina, a 2018, para leer Camulus: El Dios Fugitivo, una extraña novela gráfica co-escrita por Pablo García y Francisco Cascallares, con dibujos de Jok, Jorge Blanco y Darío Brabo. Lo primero que me intrigó es que esta obra no hace ninguna referencia a la etapa anterior de Camulus, que es lo que yo venía leyendo (y a veces no entendiendo) en la Antología de Héroes Argentinos. Y no, no es que se omiten las referencias a los arcos anteriores para que este sea más accesible o reader-friendly. De nuevo me encontré con una lectura muy ardua, muy solemne, casi sin resquicios por los que uno se pueda identificar con algún personaje y casi sin curva dramática.
El ritmo es raro, lo que pasa está desenfatizado, por momentos se hace confuso (hubiese estado bueno un recurso gráfico que facilitara distinguir a los flashbacks de las escenas del presente), pareciera que los autores se esforzaran por distanciarse del lector, por no involucrarlo. Se nota que García y Cascallares conocen la época en la que está ambientada la historia, que han investigado ese choque de religiones paganas y cristiana. Y creo que lo más logrado (además de cierto vuelo literario en los bloques de texto) es esa sensación de fatalismo, de “no importa lo que hagan los personajes, igual se va a ir todo a la mierda”, que impregna toda la narración.
El dibujo es realmente atractivo, pero se cae bastante en el capítulo final de la novela, que es el que no dibuja Jok. Pero guarda, que una vez terminada la saga más extensa, hay un bonus track: una historia de 20 páginas en las que Jok trabaja en blanco y negro puro, sin tonos de grises, en las que nos regala las que –sin dudas- son las páginas más hermosas del libro, con momentos en los que Jok parece poseído por Quique Alcatena o Enrique Breccia.
El guión de este último unitario también es frío, también desenfatiza la acción (y hasta la crueldad) de lo que se nos está contando. Uno se imaginaría que con un personaje que es un dios de la guerra, grandote y pulentoso, los comics de Camulus serían un canto a la violencia, con infinitas luchas, decapitaciones y masacres. Y algo de eso hay, pero poquito, como si los guionistas estuvieran buscando otro camino, otra impronta para el personaje, menos obvia, más compleja. Lo cual me parece meritorio aunque lo que encuentran (al menos por ahora) no me termine de enganchar.
Y hasta acá llegamos por hoy. Hay alguna chance de que el viernes postee nuevas reseñas, y si no el lunes, al regreso de la Crack Bang Boom. Este año no voy a estar en ningún stand ni en ninguna charla, pero si nos cruzamos por ahí acérquense a saludar.

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