Hoy tengo para reseñar el
último tomo de una serie que veníamos recorriendo acá en el blog, y el último
que me quedaba sin leer de los libros de historieta argentina que se sumaron a
mi biblioteca en 2018.
Voy primero con el Vol.5
de Ping-Pong, el magnífico shonen del maestro Taiyo Matsumoto. El Vol.4 nos
dejo a la mitad de un torneo de ping-pong para el cual se habían preparado de
distinta manera los dos protagonistas del manga: Peko y Smile. El Vol.5 cuenta
básicamente dos partidos de ese torneo: una semifinal y la final. Después hay
un epílogo muy emotivo, ambientado unos cuantos meses (o unos pocos años)
después de esa final y listo, se acabó. O sea que el grueso de la narración
está concentrada en dos partidos, ambos con un mismo protagonista, porque el
que gana la semifinal lógicamente pasa a disputar la final.
Y hasta ahí lo predecible.
Nunca me imaginé que Matsumoto guardara para el cierre de esta serie una
confrontación entre los dos personajes a los que más desarrolló a lo largo de
la serie. Pensaba que uno de “los héroes” iba a jugar el duelo decisivo con uno
de “los villanos”. Pero no, la final termina por enfrentar a Peko contra Smile,
los compañeros del Instituto Katase y el resultado de este choque también me
sorprendió. De todos modos, creo que lo más asombroso es verlo a Matsumoto
mechar entre las jugadas más tremendas esos momentos pensados para seguir
sumándole profundidad a los personajes y lirismo a un shonen que podía pecar de
hueco o hasta de cabeza (en el contexto de la obra de Matsumoto, se entiende).
Impresionante, de verdad.
Y a nivel dibujo, este
tomo destruye a los cuatro anteriores. Acá Matsumoto deja la vida en cada
viñeta y llega a límites insospechados para hacernos vibrar, emocionarnos y
hasta chivar con estos partidos de ping-pong, como si fuéramos nosotros los que
sostenemos la paleta. Las líneas cinéticas copan la parada, se multiplican,
cambian de grosor, por momentos hasta de grafismo, se deforma la anatomía, la
perspectiva, las angulaciones se hacen más extremas que nunca, las onomatopeyas
cobran vida, la “cámara” elige los planos más extraños jamás vistos en un
shonen… Esto es un golpe de estado a los cinco sentidos, un 21-0 demoledor, una
cátedra de narrativa pocas veces vista.
Gracias por la magia, sensei
Matsumoto, gracias ECC por editar esto y gracias al genio universal que inventó
el ping-pong.
Ingratitos es el cuarto
libro de Caro Chinaski y el primero que me toca reseñar acá en el blog. Cada
página ofrece una breve historieta de cuatro viñetas iguales que desembocan en
un remate humorístico, con lo cual estamos ante un clásico tomito recopilatorio
de tiras cómicas, simplemente pensado en un formato cuadrado (no apaisado) para
publicar una sola tira por página sin dar la sensación de que nos están
mezquinando material.
Por suerte el material que
hay es sumamente aceptable. Mentiría si dijera que me cagué de risa, porque no
fue así. Pero me entretuvo bastante y encontré un puñado de chistes muy buenos.
Quizás los personajes no me resultaran tan gancheros, pero los diálogos y las
situaciones que les inventa Chinaski están muy bien. Creo que lo mejor de
Ingratitos aparece cuando los gatos interactúan con “su humana”.
Cuando trabajás con una
grilla fija es difícil manejar el timing, y sin timing muchas veces el humor no
funciona. Acá encontré muchas tiras en las que los chistes logran su efecto a
pesar de la falta de timing, y tiras en las que Chinaski organiza sus ideas
para que, incluso en cuatro viñetas de igual tamaño, percibamos algo así como
un control del timing en busca de ese efecto cómico. El dibujo es cumplidor,
tiene onda, es más carismático que llamativo. Me gustaba más el estilo más
libre, más limado, más cargado de rayitas que usaba Caro en Indecentemente
Cursi, pero la síntesis que encuentra en Ingratitos seguramente funciona mucho
mejor con el público que habitualmente no consume historietas que es (me
parece) el segmento al que apunta este libro. De hecho, me parece un libro
ideal para regalarle a esa amiga, novia o amigovia que en su vida leyó un comic
pero te habla todo el tiempo de sus gatos como si fueran lo más. Ahí quedás
como un duque y de paso (en 15 minutos, 20 a lo sumo) te leés esta recopilación
de tiras y descubrís la vertiente más “domesticada” de la notable Caro
Chinaski.
Ahora que terminé con el
pilón de las publicaciones argentinas de 2018, le voy a entrar a algunos títulos
más antiguos, y después sí, empezaré con el material de 2019. Nada más, por
hoy. Gracias y hasta pronto.
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