Hoy no leí comics. Nada,
eh? Ni media viñeta. Pero bueno, ayer sí y los días anteriores sí, por eso no
falta material para reseñar.
Arranco en 2016, con
Mooncop, del británico Tom Gauld. Me lo habían pintado como a un hiper-grosso
que estaba reescribiendo la historia del comic, así que ni bien vi un libro
suyo a buen precio, lo capturé. La verdad es que me gustó mucho, pero no para
armar tanto revuelo. Mooncop es una historieta que le hubiese gustado escribir
a Jason, y el tono, el ritmo y algunos detalles del relato muestran claramente
la influencia que el noruego ejerce sobre Tom Gauld.
Visualmente hay menos
coincidencias, porque se ve que a Gauld le aburre repetir siempre la misma
grilla, y si bien Mooncop tiene un esquema básico de seis cuadros iguales, el
autor no lo sostiene de punta a punta de la obra. Y por supuesto, la gran
diferencia es que a Gauld no le copa
la línea clara. No recurre prácticamente nunca a las masas negras, pero logra
todos los efectos de iluminación y todas las texturas con unas rayitas muy
finitas (supongo yo que hechas con plumín o rotring), mucho más para el lado de
Jim Woodring que el de Jason.
La trama de Mooncop es
original, está narrada en forma lineal, simple, con una emotividad de la que el
autor parece no querer hacerse mucho cargo y hasta con un cierto vuelo poético.
Como en las historietas de Jason, tenemos abundantes (y elocuentes) silencios y
conflictos que no están planteados en términos de “malos y buenos”, sino que
van más bien por el camino de las personas normales en situaciones atípicas. No
quiero contar el argumento (el forro que redactó el texto que aparece en la
contratapa de la edición de Drawn & Quarterly me spoileó TODO lo que pasa
en estas 90 páginas, que tampoco es tanto), pero sí recomendar Mooncop como
punto de entrada al universo de un autor que se ganó en muy buena ley el dudoso
privilegio de que, la próxima vez que vea un libro suyo a un precio razonable,
me lo compre sin pensarlo demasiado.
Y me vengo a Argentina, a
2018, cuando la Fundación Pulgar edita un álbum de historietas llamado Cuentos
de la Selva que (como alguno se imaginará) está compuesto por adaptaciones al
comic de los famosos relatos de Horacio Quiroga. Con lo cual este libro se
puede leer perfectamente como complemento de aquel que me tocó reseñar un
lejano 26/05/11… siempre y cuando lo hayas comprado en su momento, porque hace
tiempo que está descatalogado. Me llama la atención lo mismo que cuando me
sumergí en aquella antología: los cuentos de Quiroga me parecen (en su mayoría)
muy flojos. Rara vez terminan de hilvanar un conflicto, mucho menos probable es
que lleguen a resolverlo, o a veces sí, pero de modo demasiado predecible.
Veamos cómo le fue a los historietistas que tuvieron que remar contra esos
textos.
Rodolfo Santullo y Jok
(dupla grossa si las hay) le buscan la vuelta a El Loro Pelado, pero es
imposible. Queda para la posteridad el dibujo de Jok, que es maravilloso. A
José Luis Gaitán le tocó La Abeja Haragana, una especie de fábula desabrida, y
se puso el desafio de narrarla sin textos. El resultado es bastante bueno, con
muchos logros en el manejo del color, pero con un dibujo desparejo, que por
momentos parece mezquinar demasiados detalles y hacerse muy esquemático. Nicolás
Brondo fue contra La Tortuga Gigante y dejó la vida en el dibujo… que es lo
único que se puede rescatar de un relato aburridísimo.
Una de las pocas historias
con un conflicto fuerte es El Paso del Yabebirí, uno de mis favoritos cuando
leí Cuentos de la Selva en la infancia. Pero leído de grande, te das cuenta de
que es un cuento absurdo, un disparate total, al que por suerte Ezequiel
Rosingana complementa con unos dibujos magníficos. No conocía a este autor,
pero me gustó mucho su trabajo. La dupla Javi Hildebrandt-Lauri Fernández le
encuentra una arista interesante a Las Medias de los Flamencos. Esperaba un
poquito más del dibujo de Lauri, pero en general es un buen aporte a la
antología. La historieta mejor dibujada del tomo, la que mejor funciona como historieta
incluso si se la publicara en otro contexto, es La Gama Ciega, una brillante
adaptación de un Dante Ginevra afiladísimo en el dibujo, el color y la
narrativa. Una joyita.
Mi otro cuento favorito de
Quiroga, La Guerra de los Yacarés, es otro disparate sin pies ni cabeza,
repleto de inconsistencias y caprichos. Sebastián Piriz le pone bastante onda
al dibujo para hacerlo mínimamente tolerable. Y dejo para el final la
adaptación más ingeniosa, la que más le agrega al cuento de Quiroga, la que se
anima a imaginar por encima y para los costados a la hora de reinterpretar el
texto. Me refiero a la versión de Historia de Dos Cachorros de Coatí y Dos
Cachorros de Hombre, realizada por Fede Velasco y Martín Túnica. La trama es
muy simple, una anécdota emotiva pero casi pueril… y Velasco y Túnica
aprovechan precisamente esos aspectos del cuento para darle una hermosa vuelta
de tuerca a la historieta. Lástima que son sólo cinco páginas, algunas con
muchas viñetas.
No sé si este libro salió
a la venta en librerías, o si la Fundación Pulgar lo regala. Pero si podés
conseguirlo, está bueno para ver a unos cuantos historietistas argentinos (y
Santullo) laburando en un buen nivel, y poniendo su granito de arena para
acercar a los chicos a la literatura y a la historieta. Y nada más, por hoy.
Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
1 comentario:
Mooncop está bueno, pero donde la rompe Tom Gauld es en las tiras. Si no las leuate, te las recomiendo fervientemente
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