Vamos con las reseñas de
un par de libritos que me bajé durante los últimos días.
Arranco con el Vol.5 de
The Invisibles, llamado “Counting to None”. Esto abarca los nºs 5 al 13 de la
segunda serie y es probablemente lo más flojo de la seminal obra de Grant
Morrison. Son más de 200 páginas sostenidas por una premisa argumental tan
chiquita, tan intrascendente, que por momentos me dio vergüenza ajena. En el
contexto global de la obra, el 90% de lo poco que pasa en este tomo podría no
pasar y no cambiaría prácticamente nada. El plot más interesante del tomo
anterior (la posible dominación mental de Ragged Robin por parte del maligno
Mr. Quimper) acá ni se menciona. Toda la gigantesca movida de los Invisibles y
sus enemigos por capturar la Mano de la Gloria termina por tener ínfimas
consecuencias, al igual que la captura de Boy por parte de una célula cuyo
verdadero rol en la trama es impredecible y está bastante bien resuelto.
Y también hay mucha
acción, violencia y torturas en grandes cantidades, amor, sexo, viajes
astrales, conceptos limadísimos y diálogos muy afilados. Pero falta. Falta
desarrollo en los personajes, sobre todo. Boy es la que más atención recibe,
porque –torturas psicológicas mediante- nos metemos bastante en su mente. Y
también hay algo de King Mob. Pero el resto, muy poquito. Es muy loco, porque
en general cuando me dan un comic de machaca escrito por uno que sabe, me la
creo, me engancho y no siento que me están mezquinando espesor dramático o
solidez argumental. Acá sentí esa falencia todo el tiempo, incluso cuando
Morrison detona todos esos diálogos brillantes y esas revelaciones
supuestamente shockeantes.
El dibujo de Phil Jimenez
sigue –por suerte- en un muy buen nivel, incluso en los episodios en los que
entrega unos bocetos bastante básicos para que los termine un laborioso John
Stokes. En los episodios donde no está Jimenez, tenemos unas muy lindas
paginitas de un Michael Lark que no se parece en nada al actual y una
participación muy notable de Chris Weston, que deja la vida en cada viñeta. Me
queda un sólo tomo por leer, que espero sea mejor que este.
Salto a Brasil, a 2008,
año en el que el maestro Adâo Iturrusgarai se viene a vivir a Argentina, no sin
antes publicar No Divâ com Adâo (al diván con Adán) un libro de humor con el
que me cagué de la risa, mal. Me reí a carcajadas en el bondi, como un
subnormal. Son unas 120 páginas de chistes (varias de ellas inéditas), todas
compuestas por cuatro viñetas en las que Adâo propone una misma estructura: un
in crescendo de crueldad, mala leche o guarrada lisa y llana que desemboca
invariablemente en una cuarta viñeta tremenda. Para mi sorpresa, la repetición
de la fórmula suma comicidad con la acumulación, en vez de diluirse o hacerse
predecible.
Adâo le va metiendo
pequeñas modificaciones a la fórmula. Al principio todo gira en torno a cuántos
años de terapia necesitás para superar ciertas situaciones, después cuántos
Aves Marías y Padres Nuestros hacen falta para que Dios te perdone ciertos pecados,
después cuántos kilos de culpa producen ciertos actos, después cuántos años de
Infierno te merecés por cada cosa y así. Lo importante en realidad son las
situaciones. La forma en la que Adâo observa y satiriza momentos, hechos,
puntitas de conflictos con los que a veces es muy fácil sentirse identificados
y otras veces es inevitable decir “nah, te fuiste a la mierda”. El genio del
humor brazuca no deja títere con cabeza. Manda chistes de sexo salvaje, drogas,
escatología, política, humor negro, violencia, y por supuesto no deja afuera el
patetismo, la mala leche y la mediocridad de la vida cotidiana.
El dibujo fluctúa
bastante, desde viñetas más cuidadas (más cercanas a un Angeli, ponele) hasta
otras resueltas bien a los bestia, en un par de trazos bestiales, viscerales,
más cercanos a un Johnny Ryan. El color a veces está más laburado, otras veces
está todo pintado del mismo color, sin distinguir siquiera a los personajes de
los fondos. Pero nada de eso es demasiado importante. Está claro que para Adâo
el dibujo es totalmente accesorio, y lo realmente fundamental son las ideas y
la forma de transmitirlas. Y ahí es donde el autor da la vuelta olímpica en el
Maracaná que se le negó dos veces a la verdeamarela. En la gracia, la fuerza,
el impacto y la genialidad con la que baja línea en estas no-historias que
explotan de humor y que mucho le hubiera gustado imaginar al maestro Alfredo
Grondona White. Esto en Brasil lo publicó la mega-editorial Planeta, así que no
me parece tan utópico que se pueda traducir al castellano y publicarse en el
país donde vive Adâo Iturrusgarai hace casi 11 años.
Y no hay más. Nos
reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
3 comentarios:
Amo al amo Adão. Lástima que hace años no veo casi nada nuevo de él
Hola Andrés, ¿estás viendo la serie de la doom patrol?
No, Tomatín. Trato de no mirar series. Ni siquiera terminé la segunda temporada de Punisher.
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