el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 11 de mayo de 2020

BLACK PARADOX

Todavía estoy triste por la muerte de Richard Sala, pero bueno, ya se me va a pasar. Mientras tanto sigo avanzando en la escritura de ese texto largo al que le estoy dedicando muchas de las horas que me sobran gracias a la fuckin´cuareterna, y por supuesto con la lectura del material pendiente… que ya no es tanto, porque en el último mes y pico prácticamente no compré una chota.
Empecé a leer Black Paradox con la idea de dosificarlo, de no clavármelo todo de un saque, de mecharlo con alguna otra lectura. No pude. Cuando me di cuenta, ya estaba en el último capítulo de este manga de Junji Ito, y ya me quedaban por delante… las últimas 20 páginas, más un par de historias cortas bastante intrascendentes, que podrían haberse omitido tranquilamente, o guardado para un tomo sólo de historias cortas. Pero la verdad es que ocupan sólo 34 páginas en un librazo de 240, con lo cual no da para protestar.
Todo el resto del libro está dedicado a una única historieta, una novela gráfica rara, en el sentido que pega un par de volantazos (sobre todo en la primera mitad) que me hacen suponer que Junji Ito no tenía muy claro para dónde iba a llevar esta historia en el momento de iniciarla. El primer capítulo de Black Paradox está armado como si fuera una historia autoconclusiva, como si no existiera en el autor la idea de seguir adelante con la historia de estos cuatro personajes. Después se le ocurren no una, sino varias puntas para seguir, pero el rol en la trama de Tableau, Marceu, Rosi y Pidan cambia tanto (y tantas veces) que casi podrían ser otros personajes, no los que aparecen en el primer capítulo.
Me imagino qué habría pasado si Ito se hubiera obstinado en contarnos capítulo a capítulo nuevos intentos de suicidio por parte de estos cuatro trastornados… y en una de esas podríamos estar hablando de una historieta muy genial, o de una muy chota. Para mi gusto, el rumbo que toma la historia a partir del segundo capítulo es más interesante que “cuatro tipos intentan suicidarse y fracasan una y otra vez”, porque el manga despega en una dirección totalmente impredecible. El primer capítulo te da la pauta de que pueden entrar en juego elementos fantásticos, y en el segundo, uno de ellos irrumpe en la trama con una fuerza tremenda, y le pone impacto, incertidumbre y fascinación. Fiel a su estilo, Junji Ito va a llevar al extremo ese elemento fantástico y las consecuencias de su interacción con los personajes. Para eso necesita expandir el elenco, y para el capítulo 4 copa la parada un personaje nuevo, que se va a apoderar rápidamente del rol protagónico. Eso también es extraño. No hay muchas novelas en las que el personaje más importante aparezca por primera vez justo en la mitad. Ya dije que estamos hablando de una obra a la que se le notan mucho los volantazos y la búsqueda constante del camino menos predecible, no?
El final también es bizarrísimo. Ocho páginas antes de que se termine la obra, Ito cambia totalmente el tono del relato, vuelve a concentrarse en los cuatro personajes iniciales y le da a uno de ellos el poder de ver el futuro, como para que le cuente a los otros (y a nosotros) varios aspectos que hacen a la resolución de la trama. Me queda claro que al autor se le ocurrió una forma muy inteligente de resolver el conflicto planteado, pero le pareció que no iba a funcionar si lo contaba en clave de aventura, por eso optó por este giro en el final. Una vez más, Ito hace jueguito con las expectativas del lector y tira esas magias del tipo “nada es lo que parece”.
Y hablando de magias, el dibujo de Black Paradox no tiene explicación. Es todo demasiado bueno. Desde los paisajes, los primeros planos, las escenas tranquilas en las que todos charlan, hasta los climas ominosos, los momentos de tensión, la acción, y por supuesto, los estallidos de terror. Un terror físico, grotesco, revulsivo. El manejo de las tramas mecánicas es exquisito, el ritmo narrativo está cuidadísimo, el trazo es tan elegante que por momentos se acerca a Suehiro Maruo… Hermoso trabajo de Junji Ito en la faz gráfica de un manga sorprendente, ágil y retorcido, que se anima a romper sus propias reglas, en el que después de un punto dejás de intentar adivinar qué va a hacer el autor con los personajes, porque es obvio que puede pasar –literalmente- cualquier cosa. Menos que te aburras. Eso sí, es prácticamente imposible.
 La calidad de la edición me asombró. Es realmente maravilloso tener una edición argentina así de cuidada, con papel de ese gramaje, con esa tinta metálica en las retiraciones, con páginas a color… Hasta banco que le hayan puesto sobrecubierta, contra el dogma que yo mismo predico habitualmente. Excelente laburo de Ivrea, que ojalá nos traiga pronto más gemas de Junji Ito.

Nada más, por hoy. Estoy leyendo otras cosas y ni bien pueda, vuelvo a postear. ¡Será hasta pronto!

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