Bueno, acá estamos con lo
que debía de ayer, y los intereses. En vez de un libro, tengo leídos dos.
Arranco con una reseña muy
breve, la del Vol.2 de Ryuko. Breve porque mucho de lo que me motiva este manga
de Eldo Yoshimizu ya lo puse por escrito el 24/10/19 y breve porque es un
tomito de muy pocas páginas (112), con pocas viñetas por página y una cantidad
de texto… no escasa, pero para nada abultada.
Me gustó más esta segunda
parte, donde la narración es más lineal. O no, donde Yoshimizu elige mejor
dónde interrumpir cada secuencia, para que se entienda más claramente qué está
sucediendo en el presente, qué tramos son flashbacks y demás. De a poco se va
delineando mejor la relación entre los personajes, como para darnos alguna
pista de cuál va a ser el climax del conflicto y cómo se puede llegar a
resolver.
Y por supuesto, el gancho
grosso que tiene Ryuko es el dibujo, un rubro en el que Yoshimizu pone toda la
carne al asador, sin la menor piedad ni respeto para con nadie. A nivel visual,
este es un manga de un impacto impresionante. Acostumbrados como estamos a que
cada mangaka se mueva dentro de un único registro estético, de pronto Yoshimizu
nos sorprende con una mezcla alucinógena en la que una viñeta parece dibujada
por Yoshitaka Amano, la siguiente por Leiji Matsumoto, y la siguiente por…
Carlos Alonso, ponele. El despliegue de técnicas es infernal, te abre
tremendamente la cabeza a la hora de pensar qué se puede hacer y qué no en una
historieta que se imprime en blanco y negro. Y en todas esas técnicas,
Yoshimizu juega de local, con el aplomo y la cancha de los consagrados.
Veremos qué nos depara la
segunda mitad de este thriller violento y sórdido, pero con momentos de mucha
humanidad, en los que Eldo Yoshimizu realmente logra que empaticemos con sus
personajes, por más que sean todos asesinos.
Me liquidé también el
Vol.2 de Scarlet Witch (el anterior lo vimos el 19/04/20) y de nuevo, me gustó
más que el Vol.1. La fórmula es bastante parecida a la del tomo anterior: cinco
episodios, todos básicamente autoconclusivos, siempre con James Robinson como
guionista, pero con rotación de dibujantes en cada historia. Esta vez, además,
son cinco dibujantes mujeres, como para subrayar ese costado feminista que yo
notaba en el enfoque que propone Robinson para esta serie.
El primer episodio es
flojo: apenas un tipo muy pusilánime y muy nabo al que su mujer ya muerta le
enseña a vivir. El segundo, un poquito mejor, consiste en darle chapa a un
personaje (obviamente femenino) que Robinson había creado para una historia
corta en un one-shot de Dr. Strange. El quinto episodio, está bien, tranqui,
con un giro copado y una ambientación logradísima.
Pero la pulenta, la
recontra-pulenta, son el tercer y cuarto episodio. Acá vuelve el Robinson de la
gente, el que nos sedujo a todos en Starman. Son 40 páginas sin acción, de
Wanda hablando con dos interlocutores distintos. En el cuarto, con la excusa de
que en varios títulos hay conexiones con la funesta Civil War II, Wanda habla
con su hermano Pietro (Quicksilver), primero de ese tema, y después de temas
muchísimo más interesantes. Una charla profunda, sin pelos en la lengua, con
facturas vencidas y otras todavía dignas de ser cobradas. Si seguís las vidas
de estos hermanos desde aquellos comics de los años ´60, esto te va a emocionar
a pleno. Y encima dibuja Joëlle Jones a un gran nivel.
Y el tercer episodio (nº8
de la edición en revistitas) es LA GLORIA. En 20 páginas, Robinson le explica a
una legión de guionistas mediocres que con Scarlet Witch NO SE JODE. Que es un
personaje demasiado central del Universo Marvel como para ningunearla o
basurearla como se hizo durante años con Wanda. No podés –dice Robinson- sacar
de la galera personajes como Wiccan y Speed y no darle bola al vínculo con
Wanda. No podés pegarle sacudones brutales a Vision o a Wonder Man sin explorar
cómo eso afecta a la mujer que los amó a los dos. No le pueden mentir más en la
cara ni a ella ni a los lectores que la siguen desde 1963. Lástima el dibujo (a
cargo de Tula Lotay) que quizás sea el menos logrado del tomo. Pero el guión,
el texto, esos diálogos, el clima que construye Robinson para el largo diálogo
entre Wanda y… alguien que no es quien dice ser, alcanza y sobra para que estas
20 páginas sean una auténtica cátedra de cómo se escribe un personaje con 55
años de historia a cuestas.
Se puso power la Scarlet
Witch de Vertigo, pero yo me bajo acá, porque no tengo el tercer y último tomo.
Acepto donaciones.
Y nada más, por hoy. Como siempre
“vamos a volver” ni bien tenga un par de libros más listos para ser reseñados.
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