el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 6 de febrero de 2021

31 de ENERO al 6 de FEBRERO

Bueno, al final estoy leyendo bastante, a pesar de todo. Vamos a recorrer el material que me devoré esta semana. Lo primero fue H-E-R-O, una serie que editó DC allá por 2003, que duró 22 episodios de los cuales sólo los seis primeros están recopilados en libro. Una lástima, porque estas primeras historias, escritas por Wil Pfeifer, están bastante bien. El enfoque no es novedoso, es el clásico “superhéroes en el mundo real”, si bien la historia está ambienada en el Universo DC. El énfasis está puesto en cómo la posibilidad de acceder a un vasto repertorio de superpoderes le cambia la vida a un pibe común y corriente, bastante loser, al que las cosas le suelen salir mal. Pfeifer nos cuenta que se puede aprender a controlar los poderes, a pilotear el tema de la identidad secreta, a encontrar un tiempo para dedicarse a combatir el crimen… pero lo que no se puede aprender es la ética del superhéroe, el criterio de responsabilidad, de ser siempre no sólo un protector sino además un ejemplo para sus semejantes. De las tres personas que acceden a los superpoderes gracias a este extraño artefacto (la explicación acerca de su origen y su funcionamiento estará, me imagino, en los episodios que no salieron en TPB), las tres actúan por afuera de los códigos de los superhéroes, es decir, sin dejar nunca de lado su propio beneficio. Y ese pareciera ser el conflicto central de esta serie. Hasta dónde los superpoderes te cambian la forma de entender el mundo y la forma de vincularte con tu entorno. Es un planteo interesante y está bien llevado. Las historias duran lo que tienen que durar, hay una exploración acertada de la psiquis de los personajes, las cosas que hacen tienen consecuencias… No es una boludez atómica como eran en los ´60 y ´70 las aventuras de Dial H for Hero. El dibujo de Kano está bastante bien, con algunos momentos realmente excelentes, pero me confundió un poco con tanta indecisión a la hora de jugarse por una línea. Por momentos parece querer pegarse a lo que hacía Michael Avon Oeming en Powers, de pronto se corre hacia una estética más tipo Paul Pope, después busca una síntesis casi cercana a un Jason Pearson… Me tuve que fijar a ver si era que le cambiaban varias veces los entintadores, pero no. En todo el tomo Kano se entinta a sí mismo, con lo cual estos sacudones gráficos son producto de la decisión del dibujante. Y bueno, respeto sus elecciones, porque la verdad que a nivel narrativo no jode para nada que cambie un poco el estilo de dibujo. En síntesis, no te digo que H-E-R-O sea la Gloria Suprema del Noveno Arte, pero arranca muy bien, con una consigna original, atractiva, apoyada en dilemas morales complejos, giros impredecibles y una mirada inteligente al tan trillado tema de los superhéroes.
Después le entré a Mega, la última novela gráfica de Salvador Sanz, en la que su autor trabajó casi tres años. Sí, posta. Eso que yo leí en menos de 25 minutos, a Sanz le tomó (y me consta, porque lo conozco y charlamos del tema muchas veces durante la realización de la obra) casi tres años de trabajo. Un despropósito. El resultado de tanto esfuerzo es desparejo. Magnífico en el apartado visual (dibujo, puesta en página, color) y no muy convincente en lo que se refiere al argumento. El guion en sí está bien, los diálogos son muy buenos, el ritmo del relato está muy bien pensado, los cortes de las secuencias están puestos en los lugares adecuados, y la verdad es que, si te cierra el argumento, Mega te lleva sin saltos al vacío del principio hasta el final. En todo caso, mi problema es que no me cerró el argumento. O en realidad no me cerró la forma en la que Sanz vincula una trama muy impactante pero muy chata (dos monstruos gigantes de origen ancestral se machacan en la ciudad de Montevideo) con otra trama más compleja, más intimista, más sutil, que es el misterio de la nena y el flaco que (de alguna manera) tienen conexión con los monstruos. Me parece que el enganche entre estas dos facetas de la historia (la más violenta y la más tranquila) no está bien logrado, y eso hace que si te comprás Mega para ver un combate a todo o nada entre monstruos zarpados te quede la sensación de que Sanz te los muestra poco, y le dedica demasiadas páginas a la historia de la nena, su papá y su abuelo, que por ahí no te atrapa en lo más mínimo. Y lo mismo sucede al revés: si lo que te interesa es el misterio sobrenatural, estos objetos arcanos que están en manos de gente que parece común pero evidentemente no lo es, probablemente te frustre un poco llegar al final sin que haya una resolución a esos enigmas, simplemente porque el autor se distrajo con una batalla épica entre kaijus que no le aporta ninguna pista al que se enganchó con la intriga de los marinos desaparecidos y demás. Pero bueno, me quedo con el dibujo, que es fastuoso. Y con la narrativa, que es hipnótica. Y con detalles copados, como que la nena protagonista tenga la cara de la hija de Salvador, o que en las escenas que transcurren en Montevideo veamos a gente con los rasgos de los guionistas y dibujantes más famosos de Uruguay. Como ya mencioné, el tratamiento del color es espectacular, perfectamente ajustado a los distintos climas por los que transita la obra, y agrego –ya que estoy- que hay un puñado de páginas con una única viñeta que son devastadoras: imágenes que se te clavan en las retinas y te las detonan para siempre. Mientras esperamos que los guiones de Sanz vuelvan al altísimo nivel que mostraron en la segunda parte de Angela Della Morte, podemos seguir flasheando con un autor cuya destreza gráfica y narrativa no para nunca de crecer y de marcar nuevos hitos en la historia de la historieta argentina.
Y finalmente, breve glosa para Atlanta ´96, un álbum de Mortadelo y Filemón escrito y dibujado por Francisco Ibáñez, al que le entré 25 años tarde. Nada, en una de esas, hace 25 años era gracioso que TODOS los chistes se basaran en el gran tamalo y el exceso de peso de la señorita Ofelia, pero hoy se me hizo un poco reiterativo. Hay otros chistes, claro, y también está bueno ver cómo Ibáñez modifica un poco el esquema de sus aventuras para darle un marcado protagonismo a Ofelia, que hasta ahora siempre aparecía en cinco o seis viñetas por álbum. El grotesco y el slapstick funcionan tan bien como siempre, porque la verdad es que Ibáñez es un maestro indiscutible en ambos rubros. El tema es que la sucesión furibunda de gags violentos que estamos acostumbrados a ver en esta serie se hacen predecibles cuando van menos de 15 páginas: acá están TODOS los chistes que te puedas imaginar con la combinación deportes/ gente con sobrepeso, por supuesto potenciados por el dibujo dinámico y naturalmente gracioso de Ibáñez. Pero no hay mucho más que eso. Al final del tomo, tenemos algunas historias de Pepe Gotera y Otilio que repiten el mismo yeite que las aventuras de Mortadelo y Filemón, pero ahora con dos tipos que se dedican a reparar cloacas, conexiones eléctricas, electrodomésticos y demás. Es el mismo nivel de violencia, pero con meno imaginación, menos descontrol y con el obstáculo que significa meter seis tiras por página, de modo que las viñetas se vean muy chiquitas y no se luzca el trabajo del dibujante. Bueno, nada más, por ahora. La semana que viene nos reencontramos con nuevas reseñas acá en el blog.

2 comentarios:

Prof. Monica dijo...

Muy buena nota.

Fedora Rigotti dijo...

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