sábado, 30 de enero de 2021
24 al 30 de ENERO
Termina la cuarta semana del año, y es hora de repasar las últimas lecturas.
Me gustó mucho Nadie, esa obra semi-oculta de Carlos Trillo y Alberto Breccia, realizada entre 1976 y 1978 y publicada en Argentina en la revista Tit-Bits. Es una historieta muy accesible, muy aventurera, “de batalla”, como le decía el Viejo a las historietas que realizaba en los ´70 sin más pretensiones que las de ganar guita vendiéndolas a tres o cuatro editoriales de distintos países. Después, ya en los ´80, centró su producción en obras apuntadas más claramente al público adulto, más exigente, y ahí sí, con la mira puesta más en el prestigio y la experimentación que en la facturación.
Nadie nos muestra algo raro, que es un Viejo Breccia imitable. Cuando el Viejo limaba y experimentaba, era imposible copiarlo, porque tenía un vuelo y nivel de delirio absolutamente únicos. Pero este Breccia más tranqui, más tradicional, más careta, es un poco más fácil de copiar y en estas páginas me encontré con un montón de recursos que vi más tarde en todos los dibujantes que uno asocia con la línea del Viejo: cositas que más tarde tomaron Cacho Mandrafina, Leopoldo Durañona, Horacio Lalia, incluso Enrique Breccia. Es muy loco y muy lindo disfrutar del estilo del Viejo, reconocerle todos los tics de siempre, pero además verlo hacer lo que en las historietas más experimentales no hacía: muchísimas escenas de piñas, tiros, persecusiones y explosiones, fondos, paisajes y vehículos perfectamente tomados de referencias fotográficas, onomatopeyas clásicas… Está muy bueno ver cómo todo eso convive con un universo gráfico oscuro, complejo, extraño y ominoso como el que había desarrollado el Viejo a esta altura de su increíble carrera. Y comprobar que, incluso cuando tenía ganas de ser más laburante que artista, de generar un producto comercial más que de romper todos los cánones establecidos, el genio también la descosía.
Los guiones de Trillo están bien, lástima que la serie queda inconclusa y varias cosas no se llegan a resolver. Me gustaron mucho los primeros argumentos, los que son casos vinculados al espionaje internacional en los que Nadie simplemente interviene. Después, la serie muta y se centra en las cosas que le pasan a Nadie, con lo cual Trillo tiene que darle relieve y profundidad al mundo interior de un personaje que –me parece- fue pensado para funcionar mejor como tábula rasa, como deus ex machina sobre el cual, cuanto menos sepamos, mejor. Los diálogos arrancan medio flojelli, sin esa chispa típica de los diálogos de Trillo, y mejoran con el correr de los episodios.
Sin dudas, un libro que cualquier fan de la historieta de aventuras va a disfrutar, y que por ahí sirve para que descubran a Trillo y Breccia los lectores más tradicionales, a los que en una de esas cuesta seducir con obras como Un Tal Daneri, Buscavidas o las versiones limadas de los cuentos de hadas.
Salto a Europa y al Siglo XXI, cuando David Proudhomme se suma a la colección de álbumes de historieta producida por el museo del Louvre. Y lo hace con un relato de 70 páginas… en las que no pasa absolutamente nada. Lo más parecido a un conflicto es que David (que además de autor es protagonista) se desencuentra con su novia en medio del paseo por el Louvre y se reencuentran horas después en la casa de uno de ellos. El resto del álbum se apoya en algo que no llega a ser una trama, pero que dentro de todo se disfruta bastante: Proudhomme observa y transmite con mucho ingenio el vínculo que se crea entre las obras exhibidas en el museo y la gente que se acerca a verlas. El autor se anima a imaginar no sólo qué pasa por la cabeza del tipo o la mina que queda frente al ataúd de un faraón egipcio, o frente a un lienzo de Delacroix, Cezanne o Da Vinci, sino incluso a pensar qué sienten las obras de arte frente a ese constante desfile de personas.
O sea que el núcleo del álbum es eso: el juego entre obra y espectador. Ideas, teorías fumadas, y hasta ironías con cierta mala leche acerca de cómo, para qué y por qué la gente común se mete en un museo y entra en contacto con esos tesoros de épocas pretéritas. Pero todo apenas sugerido, o presentado de modo muy liviano, con muy poco texto, como si Proudhomme se propusiera respetar el silencio que se recomienda guardar durante las visitas a los museos. Sin embargo, logra activar esos planteos en el lector, que termina por preguntarse lo mismo que el autor.
Como en toda historieta extensa en la que el texto es más bien escaso, en La Travesía del Louvre se luce tremendamente el dibujo. Acá abundan las páginas con una o dos viñetas, en las que Proudhomme deja la vida para reproducir fielmente las obras que pueblan el museo. A veces reinterpreta los cuadros clásicos en su estilo, a veces se esfuerza más por lograr una imitación convincente de los autores originales, y cuando reproduce objetos corpóreos (estatuas, bustos, ataúdes, etc.) realmente te hace sentir que además de verlos, los podés tocar.
Como lectura, La Travesía del Louvre puede dejar cierto sabor a poco. Pero lo recomiendo como una forma alternativa de recorrer el museo, sobre todo para los crotos a los que nos gusta el arte pero nunca fuimos a París, o para aquellos que no se bancan las colas y los lugares llenos de gente que habla boludeces y saca fotos sin entender bien qué carajo tiene ante sus ojos. Y por supuesto para disfrutar del depliegue de técnicas que ofrece un David Proudhomme inspiradísimo, que da cátedra con sus lápices, sus tintas, sus efectos logrados con carbonilla… una bestia cuyas páginas también merecen ser enmarcadas y exhibidas en el más prestigioso de los museos.
Y por ahora, nada más. El próximo sábado, reseñas del material que lea en la semana que ya está por empezar.
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1 comentario:
NADIE me gustó a nivel de dibujo (aunque este estilo realista de Breccia no es el que más disfruto), pero las historias no me engancharon. Esa especie de James Bond invencible, umpf, qué se yo... El que me pareció un cómic con mayusculas es UN TAL DANERI, un maravilla.
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