domingo, 14 de noviembre de 2021
8 al 14 de NOVIEMBRE
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Ahora sí, vamos con las lecturas de la semana.
Gracias a que Ivrea la editó en Argentina, me puse las pilas para volver a leer Tomie, la obra de Junji Ito cuya edición yanki había pasado por este blog allá por el 14/02/11. La historieta no me sorprendió tanto como la primera vez, por lo menos en su tramo inicial, que era el que yo más recordaba, y quizás por eso no me pareció tan buena como en aquella lectura de hace más de 10 años. Leo lo que escribí en ese momento y en general estoy de acuerdo, pero me parece que me zarpé un poco en elogios. La segunda lectura, pasado un poco del impacto que produce este manga de Junji Ito en el lector virgen de Tomie, me convenció un poco menos, si bien sostengo que es una muy buena serie de misterio y terror. La edición argentina es estupenda, no falla por ningún lado. Y cuando la leí en inglés, me acuerdo que el Vol.2 me gustó más que el 1, principalmente por la evolución en el dibujo de Ito. Así que en cualquier momento le vuelvo a entrar al segundo tomo.
También avancé con mi lectura de los tomos finales de Cybersix, y llegué al Vol.42 de la colección de novelitas de 96 páginas: Tra la Vita e la Morte. Este tomo conforma un díptico con el que vimos la semana pasada y es todo tan parecido, forma todo una masa tan compacta, que hasta lo tenemos de nuevo a Horacio Domingues como dibujante, aunque en estas páginas “se disfraza un poco más” de Carlos Meglia. El dibujo es buenísimo, de punta a punta del librito.
Por el lado del guion, Carlos Trillo le da ínfima pelota al plot de Gengis/Zero, y se concentra en resolver cabos sueltos que involucran a otros de los villanos que fue acumulando la serie con el correr de los tomos. Y si bien hay buenos diálogos, hermosos bloques de texto y unas cuantas escenas ágiles, casi explosivas, es muy difícil que el interés se sostenga a lo largo de 96 páginas, porque realmente pasa muy poco. Hay un contraste, además, entre una Cybersix que (lógicamente) ya está muy hinchada las pelotas y no tiene más reparos en matar a sus oponentes, y los propios villanos, a los que Trillo hace pendular entre genocidas irredimibles y bufones tragicómicos que están ahí para meter chistes y situaciones desopilantes. Esto es solo para fans extremos de Cybersix que soportan la idea de no bancar hasta las últimas consecuencias las aventuras de la superheroína-vampiro-androide-transexual.
Y me vengo a Argentina, año 2021, para leer Alma, una obra de Néstor Barron y Quique Alcatena que (me enteré cuando llegué a la última página) es la primera parte de una saga de dos libros.
Por el lado del dibujo, me encuentro a un Alcatena que apuesta muy fuerte al color y que opta por puestas en página más tradicionales, sin esas viñetas muy ornamentadas, sin esas páginas en las que predomina una imagen muy fuerte, hasta las pelotas de detalles microscópicos, acompañada por un par de viñetas más chiquitas. El trazo está un poco más suelto, menos detallista y menos abigarrado que en sus obras más reconocidas, seguramente porque Quique sabe que luego va a poner color por sobre sus líneas. Hay imágenes potentísimas, hay (como siempre) un despliegue de imaginación inconmensurable, varias secuencias de acción muy bien resueltas, y si tengo que señalar algo realmente decepcionante en la faz gráfica es la tipografía que se utilizó para rotular la historieta, que encima llama mucho la atención porque Alcatena dibuja globos muy grandes, que tienen mucho peso gráfico en las viñetas.
El guion de Barron es una especie de versión más aventurera de El Principito, la famosa novela de Antoine de Saint-Exupery que (como ya confesé públicamente alguna vez) nunca leí porque, vista de afuera, me parece algo sensiblero, denso y choto. Acá tenemos (como en El Principito) a una protagonista absolutamente naïf, criada en una auténtica nube de pedos, que un día sale al mundo a buscar respuestas a preguntas pseudo-filosóficas, de un nivel de boludez asombroso. El contraste entre la ingenuidad de Alma y la mala leche de buena parte del elenco le sirve a Barron para que los diálogos mantengan cierto interés, pero hasta un punto, no hasta el final. Hay tramos realmente muy hablados, en los que los personajes explicitan demasiado un montón de información que es apenas relevante para plantear conflictos generalmente menores, que se resolverán en poquitas páginas, para rápidamente conectar con la siguiente peripecia. Los bloques de texto van y vienen de manera intermitente, y no, nunca llegan a esos niveles gloriosos de los bloques de texto de Eduardo Mazzitelli.
Creo que lo más flojo es Alma, el personaje central, que –por lo menos en esta primera mitad- no parece tener, ni estar pensada para adquirir, lo que hace falta para protagonizar un relato de aventuras extremas con monstruos, guerreros y cuasi-dioses de infinito poder. Por ahora, es un personaje sin ideas, sin iniciativa, que va donde la llevan, y que zafa de la muerte porque alguien la salva. Es una chica jovencita, y probablemente parte de la gracia de la saga sea verla crecer, madurar y afianzarse. Por ahora, en 72 páginas, eso no estaría sucediendo. Veremos si sucede en la segunda parte. Tengo sin leer más trabajos de Barron y de Alcatena, así que pronto habrá revancha.
Nada más por ahora. Gracias y hasta el finde que viene.
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