el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 2 de febrero de 2024

ESSENTIAL WARLOCK

Hoy me toca un viaje a los años ´70, a bordo de un tremendo masacote de 576 páginas en majestuoso blanco y negro. La saga de Warlock está claramente dividida en dos: la etapa de Roy Thomas y la etapa de Jim Starlin. Thomas es el que recupera a este personaje creado por Stan Lee y Jack Kirby en los ´60, para un numerito de Fantastic Four, y lo reformula como un héroe protagónico para los ´70, junto al maestro Gil Kane. Y cuando no le queda tiempo para escribir los comics porque lo ascienden a Jefe de Coordinadores, supervisa historias en las que Mike Friedrich o Gerry Conway desarrollan las ideas que se le ocurrieron a él. El Warlock de Thomas es básicamente un comic de machaca, aunque todo el tiempo te subrayan que el protagonista es una especie de Jesucristo, creado por una especie de Dios, enviado a una especie de Tierra a combatir a una especie de encarnación del pecado y seguido por una especie de apóstoles. La metáfora es obvia y pasa por debajo de la acción y las peleas, escritas sin mayor brillo, ni en los diálogos ni en los bloques de texto. Lo más destacable de esta etapa (además del trabajo de Gil Kane en los primeros episodios) es el momento en el que el principal villano de la serie y el presidente de los EEUU pasan a ser la misma persona. No porque el inquilino de la Casa Blanca se corrompa, sino porque su cuerpo está controlado mentalmente por el perverso Man-Beast. Pero la misión de Warlock pasa a ser cagar a trompadas al presidente del los EEUU, con todo lo que eso implica en 1974, en pleno gobierno de Richard Nixon. Pero luego de esa trilogía como invitado en la revista de Hulk (y sin salir de 1974), Warlock vuelve a tener serie propia, como protagonista de la revista Strange Tales y ahora sí, la apuesta es fuerte. Marvel le permite a Jim Starlin, un autor joven y mayoritariamente desconocido, escribir, dibujar, entintar y colorear el regreso de Warlock, que también es una reformulación, porque Starlin rápidamente se saca de encima todo el plot de Man-Beast, la Counter-Earth y el High Evolutionary para llevar la serie por otros caminos. De acá en adelante, la analogía Warlock/ Jesucristo se va a desactivar y van a entrar en escena conceptos mucho más jugados como la prisión interior, el personaje que se desdobla en dos (uno bueno y uno malo, pero el malo en realidad es el futuro del bueno), la locura como paso previo indispensable para aspirar al verdadero manejo del poder, la iglesia maligna que funciona como una potencia imperial a niveles cósmicos (idea que volverá en Dreadstar), y sobre todo el vínculo entre Adam Warlock y la gema del alma, el poder/ maldición que encierra la misma, y -ya sobre el final- el tema de las seis gemas y qué pasa cuando alguien logra reunirlas a todas. Si en la etapa de Thomas ya veíamos a un Warlock sumamente conflictuado (bien a tono con los ´70), Starlin va a extremar esa faceta del personaje y lo vamos a ver sufrir todo el tiempo, enroscado en dilemas morales de bastante profundidad, bien planteados en los diálogos y globos de pensamiento (sí, son los ´70, los personajes todavía pensaban en nubecitas). Starlin trae a Thanos (que había creado para un número de Iron Man) y al In-Betweener (que había creado para un número de Dr. Strange) y nos muestra el debut de Pip el Troll y Gamora para mezclarlos a todos en un arco argumental (el del Magus) que avanza lento, porque eran revistas bimestrales, con 19 o 20 páginas de historieta, de las cuales dos o tres se destinaban a recapitular lo ya sucedido. Pero hasta ahí, hasta que neutralizan al Magus, la Era Starlin es muy atractiva y hasta tiene algún momento en el que se asemeja a un comic moderno. No sé si de ahora, pero seguro de los ´80 o ´90. El dibujo es excelente, cuidadísimo, riquísimo en detalles, con unas puestas en página fabulosas, y empieza a decaer cuando Starlin pasa a encargarse solo de los lápices (a veces solo de los bocetos) para dejar el resto en manos de un Steve Leialoha que pone huevo, pero no llega al nivel al que nos había acostumbrado el capitán del equipo. Después vienen historias menores, y después el título se cancela y Adam Warlock reaparece como invitado en títulos de Spider-Man, los Avengers y The Thing, para la saga final contra Thanos en la que el dibujo de Starlin vuelve a brillar pero el guion es un poco más chato y más predecible que en el arco contra el Magus. Para este entonces (fines de 1977), Warlock ya es un héroe cósmico más, demasiado poderoso como para sumarlo a los Avengers, y poco popular como para tener revista propia. Entonces el arco contra Thanos termina en un empate en el que ambos rivales quedan desactivados "para siempre". Un final potente, atrevido, pero que genera un statu quo que obviamente no iba a durar. El tramo grosso del libro (la saga del Magus en Strange Tales nºs 178-181 y Warlock nºs 9-11) es una locura, dibujada en un nivel al que Starlin no volverá jamás. Un despliegue de creatividad muy zarpado, con acción y aventura, pero con espacio para indagar en temas referidos a la psiquis, el alma, la demencia, el poder, el destino, el honor, la integridad... algo que probablemente le hubiese gustado escribir a Eduardo Mazzitelli, por ejemplo. El resto tiene momentos de mucho impacto visual, pero con guiones más convencionales, más cerca de esa media (media chota) que exhibía el comic de superhéroes en los ´70 y que a los fans del género mucho no nos convence. Me quedé con las ganas de que Adam Warlock le bajara unos cuantos dientes al High Evolutionary, algo que no sé si sucedió en las etapas posteriores del personaje, porque la verdad que nunca me generaron el interés suficiente como para leerlas. Nada más. Gracias totales y nos reencontramos muy pronto, con las reseñas de otros libros que ya tengo leídos.

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