el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 12 de diciembre de 2024

JUEVES CON CALOR

Acá estamos de nuevo, choreándole un rato a la Comiqueando Digital para reseñar los últimos libros que leí. Empiezo en España, año 2018 y me pregunto por qué carajo un monstruo como Andrés G. Leiva (la G es de González), que apuntaba para ser un nuevo Alberto Breccia, se terminó por convertir en el enésimo clon de Gipi. En serio, no hacía falta. Para ser justos, no es solo Gipi: también está Taiyo Matsumoto, su presencia se siente todo el tiempo en las páginas de Uno de Esos Días. Pero lo asocio más con Gipi por el tema de querer contar una historia realista, urbana, ambientada en la temprana adolescencia del autor, que incluso se pone como co-protagonista. De nuevo, no hacía falta. Venía leyendo unos guiones realmente espectaculares de Leiva, y este -si bien tiene situaciones interesantes, diálogos copados y una mirada muy interesante a la transición democrática española- va para otro lado. Menos ambicioso, menos poético, hasta -paradójicamente- menos personal, porque es un enfoque que ya vimos, por ejemplo, en Miedo (ver reseña del 02/03/14). Acá de nuevo tenemos el conurbano de una ciudad de España, de nuevo 1982, de nuevo los adolescentes comiqueros y pajeros... todo demasiado bien dibujado, porque Leiva es una bestia, pero nada realmente novedoso. Me encanta cómo narra Leiva, cómo maneja el color, cómo elabora los climas... lástima que esta vez lo que tiene para contar sea tan chiquito, tan mundano, tan autorreferencial. Taiyo Matsumoto y Gipi también le dedicaron obras al subgénero de "jóvenes a la deriva", pero las articularon en torno a argumentos más gancheros, con más impacto, con los conflictos más enfatizados, más apasionantes. Uno de Esos Días, sin ser un embole, no tiene conflictos fuertes. Maneja y resuelve muy bien un subplot interesante (el de la desaparición de Sito) pero ni ahí ni en la trama principal se generan tensiones de esas que logran meter al lector adentro de la página y ponerlo nervioso. Por ahí es a propósito. Por ahí lo que quería hacer Leiva era simplemente llevarnos a pasear por el barrio donde vivió en su niñez y adolescencia y contarnos las boludeces con las que flasheaba cuando tenía 13 años. Pero es un despropósito volcar tanto talento (y tanto tiempo, porque 100 páginas de historieta no se dibujan en 15 minutos) para contar algo tan trivial. Sin dudas, al lado de la gloriosa Serie B (ver reseña del 10/11/22) esta es una obra menor en la carrera de este increíble autor español. Y es una pena, porque -como ya dije- el dibujo es descomunal, los diálogos son filosos y sumamente reales, y los personajes muy queribles. Falta una historia ganchera para contar, lo cual -a mi juicio- no es poco.
Al Vol.1 de Lost Word, por el contrario, le juega en contra su elevadísimo nivel de ambición. Pero primero subrayemos lo más importante: estamos en Argentina. Eso hace que NO SEA ADMISIBLE que se publique el Vol.1 de una obra extensa sin aclarar cuántos tomos son, ni cuándo sale el siguiente. Uno creería que eso ya se entendió, pero parece que no porque las editoriales siguen sin brindarle esa información a los consumidores. Lost Word es un Watchmen hecho en Argentina por donde se lo mire. Desde la obvia sustitución de los personajes que DC no te permite usar por otros muy parecidos (como le pasó a Alan Moore en 1985), hasta la tipografía del inicio de cada capítulo, los fragmentos de poemas o canciones que cierran cada capítulo y que incluyen a las palabras que les dan título, hasta elementos que tienen que ver más con la narración gráfica, como los "movimientos de cámara" y la vinculación entre los bloques de texto y lo que muestran las imágenes. Es el tributo definitivo de Mauro Mantella a Alan Moore, aunque realizado para un mercado donde las referencias a los héroes y heroínas medio oscuros de la Edad de Oro de DC corren serios riesgos de pasar desapercibidas, simplemente porque la cultura comiquera del lector de historieta argentino no llega hasta Colonel Future, G.I. Robot o Merry, the Girl of a Thousand Gimmicks. Con mucha suerte, esto lo va a leer gente que sabe quién es... Savarese. La estructura narrativa no se parece tanto a la de Watchmen, sino más bien a la de un Elseworlds tipo The Golden Age, en el que la idea es recorrer un mundo alternativo en el que algo está mal, y de a poco se empieza a notar. Eso es lo más interesante que tiene Lost Word: el concepto. Algo pasó en 1937 que hizo que un montón de tipos y minas que estaban destinados a combatir el crimen, o a los nazis, cambiaran de rumbo y se dedicaran a otra cosa. Pero algo queda, algo flota en el aire, y de a poco, los que debieron tener poderes los van a empezar a manifestar y los que debieron ponerse un antifaz para salir a repartir trompadas lo van a hacer. Hay algo ahí, más fuerte que la matufia que hizo el villano para alterar la historia de estos personajes. El heroísmo es más fuerte, las ganas de pelear contra la injusticia son más fuertes. Y en algún momento va a explotar todo a la mierda y estos tipos y minas casi normales van a terminar por reencontrarse con ese destino que les chorearon. Lost Word tiene dos problemas graves: uno es su espectro tan amplio, la decisión de contarnos una historia con 15 ó 20 protagonistas. Eso la hace densa, difícil de seguir, difícil de engancharse. Hasta es difícil (un poco porque es en blanco y negro) distinguir a los personajes. Acá no va el truco de "ah, sí, este es el rubio, esa es la pelirroja, este es el canoso", y hay que prestar mucha atención a los saltos entre una escena y la otra, que a veces son muchos en una misma página. Este mismo concepto, con un elenco más acotado, por ahí se disfrutaba más o fluía mejor. Y el otro problema es el dibujo. Darío Bustamante hace un buen trabajo con un guion muy complejo. Puesta en página clásica, narrativa muy sólida, anatomía correcta, buen trabajo de luces y sombras... pero le falta onda, personalidad, alma. Es un dibujo realista genérico, perfectamente ajustado a un guion riguroso, al que le vendrían bien más rasgos de estilo propio, que nos permitan identificar enseguida el trazo de este artista cordobés. Yo entiendo que Lost Word quiere ser Watchmen y Watchmen no se caracteriza precisamente por la expresividad de sus personajes, ni por la estridencia de la acción, pero Bustamante exagera un poquito esa frialdad y ese estatismo. Eventualmente se publicará un Vol.2 y me enteraré si la historia termina ahí, o si hay también un Vol.3. Por ahí con un planteo menos ambicioso, este concepto tan copado se podía desarrollar y resolver en estas 110-115 páginas de historieta. A juzgar por el ritmo que elige Mantella para este tramo del relato, me da la sensación de que se pueden llenar tranquilamente 300 páginas más antes de llegar al final. Ojalá me equivoque y ya para el segundo libro la trama se concentre en menos personajes y enfatice más el conflicto central que -repito- me parece muy ganchero. Nada más por hoy. Gracias y hasta pronto.

2 comentarios:

PEL-PER dijo...

LOST WORD = OTRO CHOREO

Valdearena dijo...

¡Andrés! Tanto tiempo. Justo "descubrí" a Leiva hace un par de semanas por una entrevista que le hicieron a raíz de la publicación de su nueva obra, Monstruo, en la que vuelve (me parece) al camino que te gusta. ¡Abrazo!