el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 21 de agosto de 2025

JUEVES FUTURISTA

Hora de comentar un par de libritos que pude leer en estos días, para no perder la sana costumbre. Retomo con el Vol.5 la lectura de Lazarus, la serie de Greg Rucka y Michael Lark que tenía en pausa desde el 09/04/24. Después de un tomo medio pecho frío, este repunta de nuevo y vuelve a la temperatura volcánica que caracteriza a esta serie. Una serie que combina con maestría ciencia ficción, guerra, espionaje, runfla política, drama familiar y machaca entre seres con habilidades sobrehumanas. No es fácil que semejante cóctel no te explote en la cara, y Rucka lo logra con una solvencia admirable. Este es el momento de la saga en la que Forever Carlyle se recupera de las tremendas heridas sufridas en un combate pasado, para chocar de lleno con un adversario mucho más poderoso: la verdad. Secretos que le habían sido ocultados durante años, ahora salen a la luz y obligan a Forever a repensar su origen, su identidad, su vínculo con su familia y su rol en esta guerra sin cuartel entre los poderosísimos clanes que se repartieron el mundo. Pero además, tiene que volver a entrar en acción, para una lucha tremenda contra el Lazarus de una familia rival, una especie de Hulk perverso, grosero, despiadado y virtualmente invencible. La machaca cobra mucho peso en un tomo en el que Lark dibujó una cantidad ingente de miembros amputados, tripas al aire y sangre por todas partes. Pero además avanzan muchísimo el plot familiar y el plot político, que a esta altura ya se fusionó con el plot bélico, porque las facciones enfrentadas se están tirando con todo lo que tienen. Sin dudas un gran momento de esta serie, no para engancharse si no leíste lo anterior, pero sí para disfrutar de dos autores que se nota que tienen todo absolutamente bajo control. Cositas para criticar, siempre hay. Por el lado del guion, lo mismo de la vez pasada: Rucka se pasa un toque de solemne y se echa de menos alguna pincelada de humor, o por lo menos alguna secuencia más distendida, donde no esté por irse todo a la mierda en cada viñeta y en cada diálogo. Y por el lado de Lark, también una crítica habitual: da un toque de bronca ver a un virtuoso de esta magnitud dibujar solo los cuerpos y los rostros, y chorear TODO lo demás de fotos. Decorados, paisajes, objetos, vehículos, armas... en TODO se ve un sutil retoque de Lark (y del colorista Santiago Arcas) sobre fotografías, una práctica que responde a una lógica exclusivamente industrial: hay que entregar no menos de 22 páginas por mes, y esta es la única forma en que Lark puede dibujar todo lo que pide el guion con ese nivel de detalle y de realismo. No me consta que si pudiera entregar un episodio por año Lark dibujaría todo sin tomar ni una sola referencia fotográfica, pero lo sospecho. Ya estoy cerca del final (tengo entendido de que son siete TPBs) y no tengo ni el Vol.6 ni el Vol.7, pero los deseo fervientemente, porque la trama se puso jodida como enema de chimichurri y necesito saber cómo termina esta salvajada.
Vamos a Japón, año 2021, cuando se recopila otra tanda de historias cortas del maestro coreano Boichi, en el libro titulado (con un vuelo creativo inigualable) Boichi Short Stories Vol.2. A diferencia del Vol.1 (lo vimos hace poquito, el 15/07/25), este segundo tomo trae solo cuatro historias, un toque más extensas. Y hay menos variedad de géneros: acá se lo ve a Boichi más jugado a la ciencia ficción. Una ciencia ficción triste, crepuscular, que me hizo acordar a esos mangas de Yukinobu Hoshino que vimos un lejano 26/06/12. La primera historia es la más obvia, la más lineal, y narra el enfrentamiento entre un grupete de milicos humanos y unas criaturas que parecen diseñadas por Philippe Druillet en su época más falopera. La segunda ya levanta un poquito la puntería, al presentar un drama más humano, con más profundidad, más interés por parte de Boichi en meternos en la psiquis de los personajes y entender sus motivaciones y sus obsesiones. La tercera es la más breve, la menos ci-fi y la más impredecible del tomo: una historia que plantea el debate acerca del aborto, lleva el conflicto al límite y lo remata de manera sobrenatural, con la impredecible irrupción de un elemento fantástico que te deja estupefacto. La historia termina con una doble splash inconcebible, majestuosa y perturbadora a la vez, con una composición, una complejidad, un nivel de detalle que no puede ser real. Podés estar -fácil- dos horas colgado mirando esa imagen, incluso a riesgo de que se te quede grabada en la mente para siempre. Y la cuarta historia es la más extensa, al punto que parecieran ser tres episodios de 35-40 páginas que componen una especie de miniserie. Acá vuelve la ciencia ficción, pero más cercana, más próxima, sin necesidad de irse al carajo con conceptos muy ambiciosos. El futuro de "Él existió ahí" está acá nomás, a la vuelta de la esquina y un poco por eso la historia pega tan fuerte. Los sacudones más grossos están en el segundo tercio de la obra, con lo cual al terminarlo uno se pregunta qué se estará guardando Boichi bajo la manga para el tramo final. Y no, si bien el final es más que digno, no pasa nada que supere las genialidades que tira el autor en el tramo "del medio". Por suerte los méritos de "Él existió ahí" exceden la sorpresa o el impacto: es una historieta donde tienen mucho más peso los climas y el desarrollo del personaje central que la trama en sí. Del dibujo ni hace falta hablar, porque es descomunal de punta a punta. Obviamente es fruto de un trabajo en equipo: ningún ser humano por sí solo puede dibujar lo que dibuja Boichi en estas historias. Y está buenísimo. Es perfecto, es minucioso, es frondoso, y a la vez es sumamente expresivo y emocionante. Gran acierto de Ivrea haber apostado por este material, tan distinto del obvio. Y gran trabajo de Damián Gaggero en la traducción. No mucho más, por hoy. Gracias por el aguante y nos vemos el miércoles 27 en el canal de YouTube de Comiqueando con otra emisión en vivo de Agenda Abierta. Casi seguro antes de eso clavo una nueva entrada con más reseñas, acá en el blog.

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