el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 17 de junio de 2010

17/ 06: GOGO MONSTER


Sigo cebado con autores raros, vanguardistas, transgresores, generales del ejército que derrota en cada batalla al “Más de lo Mismo”. Y esta vez me toca meterme con uno de los mangakas más increíbles de todos los tiempos, el siempre complejo Taiyo Matsumoto, conocido en todo el mundo por la inolvidable Tekkonkinkreet.
Matsumoto es raro de verdad. Su ritmo narrativo es inexorablemente japonés, con unas pausas y una pachorra que exasperarían al mismísimo Jiro Taniguchi. Pero su dibujo no. No se parece al de ningún otro autor nipón. Y así como en Tekkonkinkreet o en Blue Spring se veía fuerte la influencia de Moebius y José Muñoz, acá se ve mucho más Nicolás DeCrécy, o Frederic Boilet. En suma, hay un look europeo en la superficie del trabajo de Matsumoto, que lo hace ganchero para el lector de ese tipo de comic, de impronta más adulta y autoral.
GoGo Monster, como los peores mangas huecos y pochocleros, transcurre en una escuela, pero esta es una escuela primaria, o sea que no hay quinceañeras sexies brindando el fan service con el que se entretienen los losers incapaces de seguir un argumento mínimamente elaborado. El protagonista es Yuki Tachibana, el rarito, el marginado, el ninguneado por sus compañeros de segundo grado, el que vive en una nube de pedos, en su propio mundo. La gracia está en que ese mundo fantástico, poblado por pesadillescas criaturas, parece intersectar con el nuestro precisamente en la escuela (de hecho, casi no hay escenas fuera de la misma). Yuki cuenta lo que ve, vaticina lo que se viene, pero en vez de la paranoia obtiene la burla de los otros alumnos.
El niño-genio IQ (más chapita que Yuki, si se quiere) y el más normal Makoto son los únicos que interactúan con Yuki, más que nada por curiosidad, para enterarse si este pibe está loco, o si realmente existe en la escuela la amenaza de una horda de seres sobrenaturales. Ni ellos ni Ganz, el ordenanza y jardinero de la escuela, parecen involucrarse demasiado con el relato que hace Yuki de lo que ve “del otro lado”, pero los tres le siguen la corriente y le brindan una cierta contención.
El resto de los alumnos sólo aparece para sumar confusión, son ruidos de fondo, como el perro, como los aviones (que pueden ser o no una pista importante en el misterio), como esos diálogos truncos e inconexos que aparecen en las historietas de Muñoz y Sampayo, que no corresponden a ningún personaje importante. Entre todos esos, hay uno alucinante: un pibe que manda “Me quise tirar un pedo, pero me salió un sorete”, en la pileta de natación.
GoGo Monster es 100% realismo mágico y, lógicamente, está plagado de simbolismos y metáforas: el cuarto piso de la escuela pareciera ser el aguantadero de los monstruos. El conejo blanco -cuya pureza se resalta- es el único que se escapa del corral. Los aviones vuelan demasiado bajo. El chico-genio sólo interactúa con otros si puede cubrir su cabeza con una caja de cartón. Flores que deberían crecer en verano crecen en invierno. Y en el climax, cuando Yuki se aventura en la oscuridad del “otro lado”, Matsumoto opta por no explicar, por sugerir, por dejar abiertos los enigmas.
La tensión va subiendo a medida que a los alumnos y los maestros se les hace más complicado convivir con Yuki y su estado de alerta permanente, de desconexión con lo que el resto percibe como real. Y aunque le dan poca bola, Matsumoto logra que Yuki nos ponga nerviosos, nos transmite su angustia, su soledad, su desconfianza hacia los adultos, y a la larga su valentía para confrontar con una amenaza que para él es real.
Si leíste The Maxx, ya estarás curtido en este tipo de misterios psicológicos, con simbolismos, planos de realidad superpuestos y limaduras mentales de alto vuelo. Matsumoto recorre con jerarquía y originalidad ese camino ya explorado por Sam Kieth, pero es un poco más abstracto en la resolución e igual de expresionista a la hora de dibujar lo que pasa, tanto en la realidad como en la mente de los personajes. GoGo Monster es una clase magistral de dibujo, con una narrativa lenta e hipnótica, con un guión tenso, a veces críptico, pero coherente, y muchos, pero muchos toques de genialidad. Se publicó en Japón en 2000 y en EEUU a fines de 2009, en una edición a cargo de Viz sencillamente devastadora. Un lujo.

1 comentario:

Juan dijo...

Muy buena nota de un autor al que le tengo ganas desde hace mucho, pero que por ahora no pude leer nada. Tengo por ahi bajado los tomos de Tekkon Kinkreet, pero no me gusta mucho leer este tipo de comics en la PC. Ojalá se publicase acá en algún momento.
Por otro lado, no entiendo esa especie de rencor que tenes contra los mangas "pochocleros". Creo que no hace falta tener que mencionarlos para que se note el brillo propio que tiene la obra de Matsumoto. No es que los defienda, pero me parece un ataque infantil el que se le hace a esos comics.