el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 5 de marzo de 2013

05/ 03: THE HEART OF THE BEAST

Esta es una de las primeras novelas gráficas de Vertigo, publicada allá por 1994, cuando era un sello joven, pujante y todavía bastante anclado a ciertas raíces que tenían que ver con el terror y lo sobrenatural. En ese contexto, el maestro Dean Motter se manda este ambicioso guión, en el que se propone recrear el mito de Frankenstein en clave noventosa, y para el cual recluta a Judith Dupré, una escritora especializada en el peculiar mundillo de las galerías de arte, que es el marco en el que va a transcurrir casi toda la historia.
La verdad que el hallazgo de repensar a Frankenstein en el mundo de los yuppies merqueros, las cirugías plásticas innecesarias, los vernisages caretas y la frivolización del arte, justifica de por sí solo la lectura del libro. La historia de amor entre Sandra y Victor te puede atrapar más o menos, pero el recurso de un hombre artificial, pergeñado, animado y controlado por un cirujano plástico con varios negocios turbios y vinculado al mundo de las artes, es una genialidad indiscutible. Entre tanta careteada, entre tanto ser humano hueco, entre tanto impostor, entre tantas supuestas genialidades del arte armadas con cachos de obras previas (llamala intertextualidad o choreo, como más te guste) Victor encaja demasiado bien.
También el tema de los negocios turbios del Doctor Wright da pie a una trama más cercana al thriller, con desapariciones misteriosas y muertes siniestras, que Motter aprovecha para mostrar algo más que cabecitas que hablan. Se nota un poco que las secuencias de acción no le interesan demasiado, que están ahí para condimentar, para salpimentar a la trama romántica y para forzar a Victor a hacer las cosas que se supone que Sandra no debe ver. En ese sentido tiene una onda Resistiré: al principio parece una telenovela normal con algún misterio medio extraño y para el final la historia de amor queda necesariamente eclipsada por la magnitud de esa power-bola armada con elementos de thriller y de ciencia-ficción. Sumemos los muy buenos diálogos, la picardía de Dupré para satirizar al mundillo de las galerías, los pintores y los críticos de arte, y nos queda una obra muy completa, con muchas puntas interesantes para atrapar a distintos tipos de lectores.
Lo que menos me cerró de todo son esos fragmentos de la novela original, del Frankenstein de Mary Shelley, que están mechados en los momentos justos, en los que el texto del Siglo XIX refleja (con lógica distorsión) lo que le está sucediendo a Victor en el presente. Eso está muy piola, pero 1) da demasiadas pistas acerca del misterio de Victor, y 2) le complica la narrativa a un Sean Phillips que todavía estaba a años luz del narrador sólido e infalible que es hoy. Phillips labura a color directo, con unas hermosas pinceladas de acuarelas que lo acercan al estilo pictórico (tan de moda en esa época) y que anticipan cosas que veríamos años más tarde en los trabajos de David Mack, entre otros. Lamentablemente opta por un estilo demasiado pendiente del realismo fotográfico y desperdicia su talento copiando fotos (por suerte no las chorea para retocarlas mínimamente como los Juan Carlos Flicker del Siglo XXI). Tan pegado está a la foto, que cuando aparecen imágenes de la tele, para diferenciarlas de las otras, Phillips arma una fotonovela! Con fotos posta, con un mínimo filtro aplicado, para que se note que se trata de una pantalla. Y lo más lindo: como la historia está ambientada en el mundo de las artes plásticas, Phillips mete cada vez que puede homenajes a los grandes maestros, al darle a los personajes de la novela poses y expresiones que toma prestadas de cuadros famosos. Sus paisajes de New York son hermosos (por supuesto, un fan del hard boiled como Phillips se luce cuando el guión lo lleva por los sórdidos senderos del thriller) y en casi todas las páginas en las que no le meten los fragmentos de Frankenstein, la narrativa fluye lo más bien.
The Heart of the Beast retrata a su época con ácida mala leche y se disfruta aún hoy, quizás porque no hemos bajado lo suficiente nuestros niveles de frivolidad y superficialidad. Ni el consumo de frula, ni las muertes a causa del SIDA, ni la alienación que produce la vida en las grandes urbes, ni la generación de monstruos que parecen seres humanos. Ni mucho menos la glorificación (efímera y marketinera) de artistas pedorros con ínfulas de vanguardistas. O sea que leída hoy, esta novela gráfica es, además de osada, cautivante y entretenida, bastante actual. Ojalá se reedite, así los nuevos lectores pueden disfrutarla.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Andres, leiste esto?

http://ordstersrandomthoughts.blogspot.com.ar/2013/03/life-over-fifty.html

Me parecio tristisimo y criminal todo esto. Yo creia que por lo menos con la guita de los reprints los artistas se bancaban pero...

Andres Accorsi dijo...

Me encanta el laburo de Ordway y es un bajón que no tenga continuidad, ni tanta visibilidad como hace unos años.
PERO... por otro lado hay que decir que Ordway se conformó durante décadas con ser un mecanismo en un gigantesco artefacto al que nunca le interesó controlar. O dicho en otras palabras: nunca se calentó demasiado por ser AUTOR, por generar él sus propias obras, sin los viejos personajes de las grandes editoriales. Se ató a un sistema choto y perimido que -era obvio- no iba a tener ningún reparo en descartarlo, como ya había descartado a tantos otros talentosos dibujantes. No digo "que se joda", sino que amplíe su visión y busque por otro lado, donde lo respeten más y le saquen más jugo a su incuestionable creatividad. Por suerte no faltan editoriales...

Anónimo dijo...

hola Andrés No se si llego la otra vez mi pregunta Mi nombre es Raúl,me cruce una vez con vos en la comiq de Lomas y te dije q empecé en esto d los comics x tus muy esperadas apariciones en la Rock and Pop Estas en Letras?

Andres Accorsi dijo...

No, hace mucho que no voy a la Facultad de Letras...
Pero si me invitan, con mucho gusto.

Diego Ridao dijo...

Hola, ésta obra fue editada en castellano? Saludos

Andres Accorsi dijo...

La verdad que no sé. Me parece que no, pero por ahí me equivoco.