miércoles, 7 de junio de 2023
MAGNÍFICO MIÉRCOLES
Ya no tengo idea de si hace frío o calor, estoy tan atrapado en el fragor del laburo, que apenas salgo cada tanto a comprar alguna boludez para comer. Pero por lo menos me gratifico a mí mismo cuando, en alguna pausa, me leo un comic que me copa.
En tiempo record me bajé el TPB con los 12 números de la saga de Vision de Tom King y Gabriel Hernandez Walta. Esto lo había leído hace unos años en formato "adicto al paco", de a 20 páginas por mes, en esos sitios piratones donde amigos muy queridos a los que no les conozco la cara escanean todas las novedades de EEUU el día que salen. Me acuerdo que Vision me había gustado mucho y me lo había anotado en la lista de "Cosas que quiero tener y leer en físico". Y leída en físico, y sin los baches de un mes entre episodio y episodio me gustó más.
Esta es de esas series pensadas para deconstruir a un personaje con mucha trayectoria a cuestas, descubrirle una nueva vertiente y, si se puede, revalidarle la chapa de grosso entre el fandom. Tom King hace todo eso con mi sintezoide favorito y lo hace con una mala leche magistral. No llega a los niveles de cursilería de Roy Thomas, pero hasta lo hace llorar (a Vision, no a Thomas). King leyó a fondo la historia del personaje, entiende sus vínculos con el resto del Universo Marvel y juega fuerte a enfatizar una obsesión de Vision: ser una persona normal. Y el mensaje me copó, porque para el final de la serie queda claro que hay gente que no encaja en la normalidad, o por lo menos en ESA normalidad de "casita en los suburbios, trabajo formal en relación de dependencia, esposa, dos hijos y un perro". A mí, que toda la vida me chuparon un huevo el matrimonio, los hijos, la casita y el trabajo en relación de dependencia, me conmovió. A Vision, pobre, el choque entre sus expectativas y la realidad, lo hicieron mierda.
Es muy difícil plantear una historia en la que el motor central son las emociones y los protagonistas son máquinas. King lo logra y además logra que vos te emociones con lo que le pasa a estos freaks de plástico, metal y cables. El ritmo es lento, es cierto: acá pasa en 240 páginas lo que en los ´80 pasaba en tres libritos prestige de 48, o en una miniserie de cuatro revistas de 24. Pero está muy bien. La acción está muy bien dosificada, la violencia está desenfatizada (para que cuando explota pegue más fuerte) y lo más lindo: cada diálogo y cada bloque de texto están pensados para que vos sientas que Vision no es un superhéroe más, otro soldadito del ejercito de las capas y las máscaras. Difícil volver a pensar en Vision en los mismos términos en los que uno pensaba antes de pasar por esta serie.
El trabajo de Hernandez Walta en el dibujo es realmente muy notable: se entiende por qué al toque lo fue a buscar Jeff Lemire para encarar otros proyectos en dupla con él. Walta es un dibujante que maneja mucho mejor los climas y la estética naturalista, del costumbrismo, del día a día, del drama/ comedia de entrecasa que la epopeya superheroica. De hecho, en las poquitas escenas en las que aparecen decenas de otros superhéroes, a algunos los dibuja así nomás, o definitivamente para el orto. Pero lo importante, el alma de esta serie, la capta a la perfección. Y los colores de Jordie Bellaire también lo ayudan muchísimo. El número que va a manos de un suplente (Michael Walsh) no se ve tan lindo, pero conserva la onda de "esto va para otro lado". Me da la sensación que incluso para un neófito que no consumió 60 años de comics de Avengers esto puede ser una lectura apasionante. No lo sé con certeza, porque yo soy de los enfermos que leyeron todo el material en el que se basó King para escribir a su Vision. Y si sos fan de Marvel, o de los Avengers, o del ex marido de Scarlet Witch, tirate de cabeza, que esto te va a recontra-emocionar.
Me voy a Uruguay, año 2022, para celebrar la reaparición de la revista Vagón, una publicación que fue muy importante para presentar a toda una camada de autores que surgieron en el país hermano a principios de los ´90. Expansión, este especial con el que Vagón festejó sus 31 años, reúne a todos los colaboradores originales, algunos de los cuales se fueron de la historieta a la plástica, la escultura, la arquitectura o el diseño. Pero acá regresan, aunque sea un toque. La consigna de este especial tiene que ver con la historieta experimental, poética o abstracta. No todo el material que se presenta está alineado a esa onda, pero por ahí va la cosa.
Roberto Poy (director desde siempre de la Vagón) publica una extensa historieta experimental, Renzo Vayra (monstruo sacrosanto nacido en estas páginas) también agarra para ese lado y entre los invitados está el incombustible Max Cachimba, otro abanderado de la abstracción y de los relatos que no se sabe si desafían a la lógica o si directamente prescinden de ella.
Como suele suceder cuando exploramos la historieta no-narrativa, o experimental, acá nos encontramos con hermosas imágenes que a menudo no cumplen ninguna función por fuera de la reacción estética que puedan generar en el lector. Si te llegan y te gustan está todo bien, y si no, son páginas tiradas a la basura, porque no hay una intención de atraparte con una historia, o algo similar. Es como mirar ilustraciones, pero en vez de una, muchas. La excepción a esto es un historietista GENIAL al que descubrí en este número de Vagón, Peter Van Laaer. Busco datos sobre el quía en la web, y no hay. Pero acá aparecen 14 páginas que llevan su firma y que me detonaron la cabeza. Esta bestia mete los negros como José Muñoz, pero narra con un vértigo, con una furia, que parece Jack Kirby en crack. Casi toda la historieta es muda, y encima termina en "continuará", pero visualmente es una joya. No sé de dónde sacar más data (o más historietas) de este nuevo ídolo. Acá sí hay relato, acción al palo, humor in your face y también experimentación, porque los personajes (y la historia en la que los vemos metidos) son rarísimos.
Un placer ver de nuevo reunida a la generación uruguaya de principios de los ´90, copado que algunos de ellos sigan activos, más copado aún que se les hayan sumado pibes jóvenes y muy loco que desde un mercado tan chiquito como el uruguayo surja una propuesta tan distinta a todo, tan jugada a hacer lo que nadie hace, que es buscarle el lado más poético que narrativo al tema de combinar imágenes y palabras.
Nada más, por hoy. Vuelvo a la Comiqueando Digital y nos reencontramos eventualmente con nuevas reseñas, acá en el blog.
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