el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 20 de enero de 2024

VOLVER AL PASADO

Ustedes no se acuerdan porque capaz que ni habían nacido, pero hubo un tiempo en que había libros de historieta argentina en los kioscos. Casi todos eran de Ediciones de la Flor, que recopilaba páginas de humor y tiras cómicas de Caloi, Quino, Fontanarrosa... pero también Columba cada tanto te mandaba un libro de Nippur, y De la Urraca sacaba libros con material de Trillo y Altuna, Grondona White, Tabaré, Milo Manara... Después en los ´90, el circuito de kioscos perdió terreno frente a las librerías y ahí apareció con bastante fuerza Colihue, que te sacaba libros de Oesterheld, Breccia, Solano López, Nine, Lalia... O sea que uno asociaba al libro con un lugar de privilegio, reservado a autores y obras de prestigio. Un punto de llegada. En esas mismas décadas (´80 y ´90) los chicos que querían ser historietistas hacían sus primeros palotes en los fanzines, revistitas baratas, de circulación limitada. Casi todos tenían entre 40 y 80 páginas, en formato antología, es decir, con historietas cortas de distintos autores. Prácticamente ninguno se planteaba sagas largas, porque nadie sabía con certeza cuándo salía el número siguiente, entonces pensaban las historias en seis páginas, ocho, doce a lo sumo. Número a número de cada fanzine, veías cómo mejoraban estos principiantes y cómo algunos sacaban chapa de "jóvenes promesas". Incluso vimos cómo muchas de esas promesas se cumplieron. Hoy, los libros son igual de difíciles de producir, caros de imprimir y requieren la misma cantidad de saberes y recursos aplicados a la logística, la distribución y la venta que hace 30 años. Sin embargo, por lo menos en Argentina, no son más el punto de llegada. También pueden ser el punto de partida. Por algún extraño motivo, chicos que recién empiezan, a los que les falta muchísimo rodaje, están apurados por publicar su mega-obra en libros voluminosos que -lógicamente- terminan por editar ellos mismos (sin experiencia ni conocimientos previos) porque las editoriales no apuestan por sus obras. Justo esta semana me topé con dos ejemplos de esto. Al Ocaso en Buenos Aires es una ambiciosa novela gráfica de Manuel Boyero de 170 páginas. El libro tiene varios problemas en el aspecto técnico, pero lo más impactante es la bajísima calidad del dibujo. Boyero tiene buenas ideas para sorprender con la puesta en página, pero el dibujo me resultó impenetrable. Las limitaciones en la anatomía, en la gestualidad de los personajes, en cosas tan básicas como la perspectiva, la indefinición en materia de entintado, ese ir y venir caótico entre plumín, pincel, aguadas, claroscuro, esfumados, témpera blanca... hasta páginas a color tenemos en Al Ocaso en Buenos Aires, en una búsqueda frenética por una identidad gráfica que Boyero no encuentra nunca, porque no domina ninguna de las técnicas que ensaya. Este es un caso emblemático, de un chico al que nadie le dijo "no, flaco, te falta un montón. No te tires a la pileta con un libro, que te vas a quemar". Boyero está para colaborar en fanzines durante varios años, mientras mejora su dibujo que -repito- acá se ve muy precario. Pero le ganó el apuro por ver su libro publicado y la verdad que el resultado no lo posiciona ni cerca del status de "joven promesa". Ojalá se tome un tiempo antes de ofrecernos nuevas historietas y lo haga en dosis más pequeñas, con menos ambición y más consistencia.
Otro que apareció de la nada y se autoeditó un libro de 140 páginas es Luciano Villar, un muchacho que cuenta en el prólogo del libro que aprendió a dibujar en su casa, mirando tutoriales en YouTube. Nadie le dijo "no, flaco, andá a estudiar con un profesor", y así tenemos un trabajo llamado Buscando la Verdad, donde el dibujo adolece de todos los problemas típicos de los principiantes que antes veíamos en los fanzines. Anatomía y perspectiva son los rubros más flojos en un trabajo que no me convenció en absoluto, aunque tiene bastante menos ambición que Boyero y se mete en menos berenjenales a la hora del entintado. Villar narra una historia autobiográfica, en la que un flaco de casi 30 vive la clásica vida de los "jóvenes a la deriva", atravesado por un vacío existencial que lo angustia y lo atormenta. A lo largo del libro sale a buscar respuestas trascendentales a lo que le pasa y finalmente las encuentra en una religión cristiana, pero no católica (creo que es adventista). La historia es un gigantesco panfleto en favor de la fe en Dios, o sea que si no sos creyente te puede resultar un pijazo infumable. Por suerte hay escenas en las que Villar le mete imaginación a los conflictos, y los ilustra de modos originales y visualmente gancheros, más allá de sus obvias limitaciones a la hora de dibujar. Nada, no me quiero ensañar con estos pibes a los que no conozco y en una de esas son macanudísimos. Pero quiero dejar sentado que -por lo menos desde mi óptica- estos libros no deberían existir. Soy fan de los fanzines, y por supuesto desde que empezó este milenio también de los blogs, el behance y todas esas instancias de publicación digital que nos permiten ver trabajos de autores que recién empiezan. Para mí, el libro es otra cosa. No quiero ver palotes de pre-escolar en un libro caro, pesado, que ocupa mucho espacio en la biblioteca. Ese material tiene que mostrarse, si no queda otra, en otro tipo de publicaciones. Porque si no, se nivela para abajo, y eso no le sirve a nadie. Prefiero volver a ese pasado en el que había un fulbito de potrero y una Champions League bien diferenciados.
Para sacarme la amargura del paladar, le entré a 22-26 el segundo librito de historias cortas de Tatsuki Fujimoto, el consagrado autor de Chainsaw Man (el anterior lo vimos el 11/12/23). Acá, ya un poquito más maduro y más afianzado como narrador, Fujimoto levanta bastante la puntería. La primera historia, la de las sirenas, se me hizo un poco larga al pedo, pero las ideas están buenas y tiene momentos muy interesantes. La segunda historia fue, definitivamente, la que más me impactó. Acá el autor se concentra en dibujar básicamente rostros y cuerpos vistos muy de cerca y con pocos detalles, casi sin darle pelota a los fondos. Y cuenta una historia donde las emociones y los diálogos sostienen una estructura dramática muy ganchera. "La enfermedad que te convierte en chica" es una montaña rusa en la que te reís, sufrís, te agarrás la cabeza al grito de "¡No puede ser! ¡Te estás yendo al re-carajo!"... y todo en 45 páginas. "Nayuta la chica de la profecía" es, lejos, la mejor dibujada de estas cuatro historietas. También parte de una premisa muy atractiva y tiene momentos que me pusieron muy nervioso. Hay épica, hay costumbrismo, hay un contraste muy logrado entre escenas tiernas y cómicas y escenas truculentas, y por ahí lo que menos me cerró fue el final, que tampoco es un desastre ni mucho menos. Y finalmente, "Hermanas" es casi un chiste largo, una comedia muy dinámica, con algún momento más tenso, pero en general muy basada en los diálogos y en la interacción entre dos personajes muy bien logrados. Acá lo vemos a Tatsuki ensayar un trazo más adusto, como si quisiera esconder su virtuosismo, o como si quisiera reproducir algo de esa síntesis de la que hace gala en sus mangas Kiriko Nananan. El balance es muy bueno, me animo a recomendar 22-26 incluso a quienes no entrarían nunca al paco de Chainsaw Man. Nada más, por hoy. Prometo de acá en más muchas menos reseñas de historieta argentina y más material de Europa, Japón, Estados Unidos y otros países de Latinoamérica. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto.

10 comentarios:

john_mechon dijo...

Me parece muy interesante lo que escribiste sobre los dos primeros reseñados. Supongo que es muy fuerte el anhelo de verse publicado en un formato voluminoso, como si eso de por sí invistiese de prestigio. No sé si son autores que chusmearon los libros de Colihue que mencionás (de ser así, el año pasado compré Rompecabezas de Pablo de Santis y Max Cachimba. Pero Max Cachimba es OTRA COSA. Cosas que el loco dibujó a los dieciséis yo no las puedo dibujar hoy día que soy alto geronte saurio, pero no carente de cierta pericia para el dibujo de modestos artificios de orden fanzinero.
Quizá mucho tenga que ver el tiktok y toda esa ansia de mostrarse pronto destacando en algo.
Yo recuerdo haber impreso algunos fanzines y no haber vendido ni uno, me recuerdo regalando todos, pero no me imagino a esta gente regalando sus libros onerosos. Y si por de casualidad tales empréstitos salieran a plata de hoy algo así como 8 mil pesitos, me puedo comprar un libro de Ovni de la Doom Patrol de Morrison, Case y Nyberg.
O cerveza y polenta, ja ja.

Milo Garret dijo...

Un profe me dijo una vez de un joven que estaba apuradísimo por publicar: ese no quiere escribir, quiere ser escritor. Me parece que está bueno lo que decís -aunque los mataste pobres pibes-: hay que disfrutar y atravesar los procesos. Si no es más una cuestión de vanidad, de la compulsión a ser emisores en la que vivimos inmersos.

Mayonesa dijo...
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Diego Prósperi dijo...

Aquí está la mentada página de Rep

Mayonesa dijo...
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Diego Prósperi dijo...

Qué grande. Después me acordé que el tipo no hacía un personaje como Cable o Deadpool y ya está. Hizo grupos enteros como los Youngblood y seguro muchas cosas más que desconozco. Siempre se hace mofa de que dibuja muchos dientes, muchos bolsillos, pies muy extraños, armamentos insostenibles, anatomías femeninas más bizarras que las de Divito (me quedo con las féminas de nuestro crédito local)... pero no sé de los guiones.
Aquí traigo algo diametralmente opuesto, algo de Rep que posteé hace unos años y me gustó mucho, por los diálogos:

https://artepopularcopante.wordpress.com/2015/02/09/rep-joven-argentino/

Mayonesa dijo...
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Diego Prósperi dijo...

Dave Sim es un ejemplo de constancia. Prometió que haría tantos números con Cerebus, que moriría al final y al contrario que cualquier político, CUMPLIÓ. Luego bueno, quizá era polémico, pero más allá de verse publicado, parecía querer concretar su ambiciosa obra, meter en ella sus ideas. No le importaba, creo, la intención de ganar lectores. Pienso en Alberto Laiseca y su libro voluminoso... ¿habrá pensado en los lectores o en culminarlo y ya?
En fin, las obras están. Algunas se siguen publicando y otras quizá van a parar a las mesas de saldo de Librerías Del Libertador.

Unknown dijo...

Confusa y de mal gusto

Ex-Camelot dijo...

Acá están las primeras páginas del adventista
https://www.faneo.es/comics/buscando-la-verdad/