el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 24 de junio de 2022

VIERNES MELANCÓLICO

Hoy se me juntaron para reseñar dos historietas tristes, melancólicas, que te envuelven en una atmósfera tanguera de pesadumbre y desazón. Primero tengo el Vol.2 de El Club del Divorcio, obra maestra del gekiga realizada por Kazuo Kamimura a comienzos de la década del ´70. Un librazo de casi 500 páginas editado como los dioses por ECC, sin sobrecubiertas ni giladas innecesarias. Esto es un masacote, con historietas de punta a punta, que -a pesar de su espesor- se lee bastante rápido, porque Kamimura mete poco texto y juega a narrar principalmente con las imágenes. Y hay una cantidad de experimentos narrativos impresionante. Estamos ante un autor que entiende la mezcla entre espacialidad y temporalidad (clave para la gramática del idioma al que llamamos "historieta") de un modo muy personal y sencillamente magistral. En estas páginas hay muchísimas sorpresas en materia de armado de las secuencias, y todas son muy gratas. El estilo en general, parece un Takao Saito más elegante, más sofisticado, menos apresurado. Por momentos el plumín de Kamimura levanta vuelo y alcanza niveles más cercanos a la poesía que a la narrativa, pero sin descuidar nunca la fuerza dramática de estos relatos de amores imposibles, sueños hechos pedazos y convicciones éticas rifadas por tres yenes con cincuenta. Los argumentos muestran una evolución, siempre en base a las desventuras de Yuko, la protagonista, un personaje al que Kamimura deja madurar, replantearse muchas cosas, cambiar de mirada acerca de otras. En una palabra, la deja crecer. El elenco secundario es muy sólido, con personajes complejos, que se prestan a situaciones muy disímiles. Y cuando las tramas son motorizadas por personajes ocasionales, pensados para aparecer una sola vez, también se generan momentos gloriosos, como en la soberbia "En la flor de la madurez". La subtrama principal (el romance entre Yuko y Ken) avanza y retrocede todo el tiempo y se hace tan hipnótica como impredecible. ¿Termina bien? Y, es gekiga... Gekiga de los buenos, de los que te garantizan ambientación urbana, realismo y sobre todo niveles de amargura solo comparables a los de ponerse una camiseta de Independiente para ir a alentar a 11 perros que pasan vergüenza todos los fines de semana. Tengo entendido que entraron al país pocos ejemplares de los dos tomos de El Club del Divorcio publicados por ECC, pero si te gusta el manga para adultos, sin chistes pelotudos, ni machaca descerebrada, ni romances ridículos entre colegialas, acá vas a encontrar (entre el humo de los puchos y el aliento a whisky de los protagonistas) otro tipo de pasiones y de emociones, menos épicas y más humanas, más cercanas, más reales. Más dolorosas, también. Vale la pena buscar este material, descubrirlo y atesorarlo por siempre.
Me vengo a Argentina, a seguir descubriendo el material que se editó por estos pagos durante 2021. Así me encuentro con Saturno, una serie episódica escrita por Pablo De Santis y dibujada por Matías San Juan, ambientada en Buenos Aires, aparentemente a principios de los años ´90. Esperaba mucho más del dibujo de San Juan, al que acá veo por debajo de otros trabajos anteriores (pienso, por ejemplo, en Las Chicas de Nadie). No me convencieron ni la anatomía, ni las expresiones faciales, ni la forma en que el color se acopla con un trazo al que yo asociaba con el claroscuro. Y sí me gustó mucho el trabajo en los fondos, muy cuidado, muy atento a la atmósfera de realismo sin estridencias que proponen los guiones. Saturno es un periodista que escribe para una revista sensacionalista de crímenes, y muchas veces termina siendo él quien los resuelve. Cada episodio se centra en un caso que Saturno debe investigar y todos son autoconclusivos, excepto el último, que está dividido en dos partes. No sorprendo a nadie si digo que De Santis maneja el misterio policial con una jerarquía apabullante. Todos los guiones de Saturno son pequeñas obras maestras, mecanismos de relojería perfectos, donde no hay nada librado al azar ni tirado a la marchanta. El autor logra incluso impactar al lector con cada resolución, sin apostar nunca a la espectacularidad, ni al shock. Por el contrario, opta por un tono frío, desapasionado, no desprovisto de algunos momentos muy emotivos, porque por atrás de los crímenes a veces pasan historias de amor, de amistad o incluso de odio, sumamente conmovedoras. Ese ritmo parsimonioso de las historias, esa Buenos Aires que apela a los recuerdos y la nostalgia del lector más veterano, hacen que en Saturno predomine un clima melancólico, tanguero, donde la sangre y la muerte parecen inevitables, un elemento más en un coctel con sabor a corrupción y desolación. Y también contribuye a este clima el propio protagonista, que lamentablemente es lo menos interesante de la obra. Saturno Drey es un personaje sin onda, sin rasgos de personalidad interesantes, que se podría reemplazar tranquilamente por cualquier otro tipo que investigue crímenes. No sabemos nada de su vida, apenas que tiene muchos contactos por haber pateado durante muchas décadas los rincones más oscuros de Buenos Aires. Una pena que De Santis no se haya esforzado por dotarlo de un poco más de onda. No te pido otro Arenas, pero sí que me importe un toque más quién es, qué le pasa y por qué actúa como actúa el personaje principal de la serie. Acá también tenemos altas dosis de pucho, escabio y vidas arrojadas al abismo por amor, por ambición, por venganza o incluso por accidente. Si todo eso no te asfixia ni te espanta, preparate para disfrutar de unas historias exquisitas, servidas con talento y originalidad por un crack del relato policial. Y hasta acá llegamos. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas.

1 comentario:

Papá dijo...

Suscribo todo lo que decís sobre El Club del divorcio, Andrés. ¡Qué joya! Lo descubrí hace poco y no paro de babear.