martes, 9 de abril de 2024
RESEÑAS DE REGRESO
Ayer volví de mi viaje por dos ciudades de Chile y hoy tengo un rato para reseñar los comics que leí en los últimos días.
Una de las cosas más copadas que descubrí en el viaje a Europa del año pasado es que los editores franceses, fundamentalistas de la tapa blanda y los libros tamaño lápida, también eligen algunas obras que tuvieron mucho éxito y las republican en un tamaño más chico, tipo libro de bolsillo, en tapa blanda. Son más livianos, son más baratos... en una palabra, son irresistibles. Compré varios, y al primero que le entré fue a La Page Blanche, con guion de Boulet (uno de los dibujantes de La Mazmorra) y dibujos de Pénélope Bagieu, una de las autoras de más repercusión en los últimos años. Esto es de 2013, cuando Pénélope todavía trabajaba con guionistas. Después se volcó a ser autora integral.
La Page Blanche (la página en blanco) es de esas obras que te atrapan en la primera secuencia y no te sueltan hasta el final. No, el final no está al nivel del desarrollo de la trama, ni de la complejidad del personaje principal. No es una cagada, no te dan ganas de tirar el libro a la basura, pero sentí que le faltaba algo más, 10 ó 12 páginas más, en una de esas, para que todo cierre de manera más prolija. No importa. Nada cambia lo feliz que fui leyendo estas 190 páginas, ni lo mucho que me entusiasmaron todas esas sorpresas que Boulet revela siempre en los momentos justos. El planteo se parece al de XIII: empieza con una chica completamente amnésica, sentada en el banco de una plaza en París. No tiene idea de quién es, ni cómo llegó ahí, ni dónde vive, ni a quién recurrir. Y tiene que empezar a rastrear para atrás esa vida que evidentemente vivió, pero de la que solo tiene vestigios, no recuerdos. De alguna manera, Eloïse se las va a rebuscar para recuperar su identidad, su casa, su trabajo, alguna que otra amiga... pero en algún punto va a descubrir que hay cosas que no va a poder recuperar y con eso tiene que ver el impacto emocional que se llevó sus memorias.
Boulet pilotea esta consigna ganchera y emotiva como pocas con una habilidad que le permite pendular entre la comedia costumbrista y el drama, y además lucirse con unos diálogos magníficos. Y Bagieu la rompe toda con ese dibujo que me remitió todo el tiempo a las buenas tiras de prensa de Estados Unidos, ese trazo sintético, expresivo, amistoso, donde se nota a kilómetros el devastador poder de observación de una autora especialista en la gestualidad de los personajes, y en detalles que tienen que ver con la ropa, los peinados, la decoración, etc.. Hoy Pénélope Bagieu dibuja bastante mejor que en La Page Blanche, pero esto está buenísimo, tanto a nivel del dibujo, como del color y de la puesta en página. Como curiosidad, comparto el dato de que esta historieta fue adaptada al cine en un largometraje (también francés) y que está traducida al inglés y al alemán, pero no al castellano. Un disparate.
Después de muchísimo tiempo (el Vol.3 fue reseñado el 28/12/17) retomo la lectura de Lazarus, la serie escrita por Greg Rucka y dibujada por Michael Lark, con un Vol.4 que, a diferencia del anterior, me aburrió bastante. El arco denominado "Poison" levanta un poquito al final, pero me pareció muy lento, muy estirado, poco sustancioso. Rucka asume un riesgo importante, que consiste en narrar en paralelo dos situaciones distintas, en registros muy distintos, como si fueran dos obras de distintos géneros metidas en un mismo comic. Por un lado, toda la trama de poder, ambición, roscas, traiciones y ajedrez entre gente muy hija de puta, al estilo Dallas o Dynasty. Esto está bastante bien, es lo más entretenido de este tramo de la serie pese a que es imposible identificarse (y mucho menos solidarizarse) con personajes de tan baja calaña y tan exacerbada amoralidad. Por otro lado, este tomo narra en detalle una batalla militar que tiene lugar en la ciudad de Duluth, en la que la protagonista de Lazarus, Forever Carlyle, confronta con todo un ejército enemigo, acompañada de apenas cuatro soldados que le son leales. Hay un buen desarrollo de estos cuatro personajes, en un punto resultan queribles, pero la batalla se alarga tanto, y tiene giros tan inverosímiles, que en un punto esta incursión de Rucka por la historieta bélica perdió mi interés.
El tomo incluye también un episodio unitario que -supongo yo- conectará más adelante con la trama central, y -como ya dije- guarda los mejores momentos para las últimas páginas, como para que uno no le pierda la fe a la serie. Creo que lo que menos me cerró de este tomo (el primero de Lazarus que no me deja hiper-manija, deseoso de tener YA en mis manos la continuación) es el tono, demasiado solemne, para mi gusto. No esperaba el show de los chistes, porque sé que es un comic realista, duro, adulto. Pero tanta seriedad cansa un toque. Lo más parecido al humor que hay en 140 páginas es algún que otro retruque sarcástico de los personajes más soretes y más cínicos, que Rucka mete para recordarte (por enésima vez) que estos personajes son los más soretes y los más cínicos. En algún momento (no tengo dudas) Forever se va a dar vuelta y va a hacer mierrrrda a sus propios familiares, a los que Rucka nos muestra como garcas cada vez más inescrupulosos.
En la faz gráfica lo tenemos a Michael Lark, muy comprometido en la narrativa (no tanto en el dibujo en sí, que se apoya demasiado en las fotos retocadas) y muy bien complementado por los colores de Santiago Arcas. Lo mejor que tiene Lazarus es ver a Lark dejar la vida para que no te aburras cuando vienen esas secuencias de reuniones en las que un montón de gente se sienta alrededor de una mesa para conversar o negociar, con menos acción que en un geriátrico a las dos de la mañana. Con varios indicios de que Lazarus no se está yendo a la B, con la fe intacta en el próximo tomo (que andá a saber cuándo consigo y cuándo leo), prometo no bajar los brazos y -eventualmente- retomar una serie que hasta ahora venía muy arriba, más allá de que un amplio porcentaje del Vol.4 me resultó medio soporífero.
Y cierro con una breve mención para un libro que se obsequió a los asistentes a la edición 2021 de Montevideo Comics (ni me acordaba que se había hecho el evento, en ese año marcado por la segunda parte de la pandemia del COVID-19) y que, como es costumbre en esta mítica reunión de aficionados al comic, rescata trabajos de un autor clásico uruguayo poco conocido por el lector actual. Esta vez, el libro titulado La Leyenda de Pedro Malasartes reimprime trabajos de Pedro Cano realizados entre 1978 y 2008 para distintos medios de la vecina república.
La verdad que no me gustó. No me gustó el estilo gráfico de Cano (que varía bastante de una historieta a la otra), encontré problemas en la calidad de la reproducción de varias páginas, los guiones me parecieron bastante ingenuos... Creo que lo más rescatable es la primera historieta, Puro Biógrafo, no por el dibujo, ni por el personaje (el gaucho Ventarrón) sino por la libertad con la que Cano se va al carajo y mete personajes y situaciones totalmente descolgadas, en algo que -en sus mejores momentos- parece una sátira a las películas de Hollywood al estilo de lo que hacían Enrique Ventura y Miguel Ángel Nieto a principios de los ´70, por supuesto con una calidad gráfica bastante inferior. De ahí en adelante el libro entra en una curva descendente, con momentos realmente chotos. Obviamente, no sumo a Pedro Cano al Olimpo de los grandes autores de la historieta uruguaya del Siglo XX.
Nada más, por hoy. Espero volver pronto con nuevas reseñas. Gracias a l@s amig@s chilen@s por el afecto y el aguante de tantos años y será hasta la próxima.
Etiquetas:
Boulet,
Greg Rucka,
Michael Lark,
Pedro Cano,
Pénélope Bagieu
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario