el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 12 de noviembre de 2025

DOS DE MIÉRCOLES

Liquido dos reseñas rapiditas, así vuelvo a sumergirme en la Comiqueando Digital. El Vol.11 de Dead Dead Demons Dededede Destruction es el momento en el que, por fin pasa todo lo que uno estaba esperando que pasara desde hacía muchos, muchos tomos. Ahora sí, Inio Asano encuentra el equilibrio perfecto, y sin dejar de lado las boludeces de las pibitas, pone el foco en el conflicto entre las fuerzas militares terrestres y los alienígenas que flotan hace años sobre Japón. Y no es un conflicto 100% bélico, sino que tiene toda una arista política, compleja y fascinante, que Asano explora a full y de donde salen los mejores momentos del tomo. La sátira despiadada al imbécil de Donald Trump, el verdugueo constante a los políticos japoneses, tibios y genuflexos... y después sí: la destrucción, el caos, la hecatombe. El fin del mundo, dibujado como los dioses por Asano y su equipo, y narrado en una secuencia monumental, tremenda, con un power imposible de asimilar y mucho menos de olvidar. Sobre el final, Asano tira una magia más: la serie está a milímetros de terminar, ya se resolvió (de la peor manera posible) el principal conflicto, y como quien no quiere la cosa, el ídolo empieza a desarrollar un nuevo personaje que sobre el final de este tomo cobra muchísimo relieve: Nobuo Koyama, el papá de Kadode, que trabaja como editor en una revista de manga. Personajón que abre un montón de posibilidades, y al que quiero volver a encontrar con el mismo grado de protagonismo en el Vol.12, al que seguramente no voy a esperar mucho para entrarle. Con tomos como este, le perdonás a Asano todas las vueltas que dio para llegar hasta acá, todas las páginas que derrochó en gansadas menores, en diálogos y situaciones pavotas e intrascendentes. Acá el tipo entendió la dimensión de lo que estaba en juego y salió a romper todo, con la jerarquía de los grandes. Y sin traicionar el espíritu de la serie, ni pegar volantazos bizarros. Muy grosso.
Y también quiero dedicarle unas líneas a una obra escrita por Pablo Stanisci y dibujada por Juan Pablo Alloa Casale, que se publicó en Argentina en 2004, en una editorial autogestiva de Neuquén. La historieta se titula "Desde el Abismo" y en poco menos de 60 páginas nos invita a conocer a fondo a Camila, una chica que pierde a su mamá cuando tenía apenas 10 años. ¿Qué te pasa en la cabeza cuando sufrís una tragedia semejante a esa edad? ¿Cómo lidiás con la pérdida, cómo convivís con el dolor? De eso se trata la historia, que astutamente no se ajusta a una lógica aventurera, no pretende reproducir la típica estructura del relato dramático de una historieta para adultos. A Stanisci le interesa más que conozcamos a fondo a la protagonista, que suframos con ella, que no sorprendamos con ella cuando -ocho años después de la muerte de su mamá- descubre la verdad sobre aquel suceso, cuando encuentra a quien fuera la mejor amiga de su mamá... Todo ese accidentado viaje hacia la sanación es mil veces más interesante que las pinceladas de terror y suspenso que el guionista introduce en un par de momentos de la trama. El resultado es una historieta triste, profundamente existencialista, en la que el alma de esta chica es puesta arriba de la mesa, para que el lector la pueda examinar en detalle, conmoverse, asustarse, quererla, entenderla... Hay que tener estómago para aguantar el bajón que provoca la lectura, y no hacer la boludez de leer el libro un domingo a la tarde/noche después de que perdió tu equipo, o con música de fondo de Pink Floyd. Pero está bueno hacer el esfuerzo de leer Desde el Abismo (está publicado también de manera digital en el e-zine de Loco Rabia) por la gran calidad de los textos de Stanisci. El dibujo de Alloa Casale, lamentablemente, no está al mismo nivel. La narrativa es eficiente, pero el dibujo en sí te marea al combinar en una misma viñeta tres o cuatro técnicas distintas. Claroscuro extremo, crosshatchings idos al hiper-carajo, referencias fotográficas retocadas, grises incorporados con aguadas... el dibujante no se priva de nada y el resultado es visualmente agobiante y confuso. Esto mismo, con un dibujo acotado a una o dos técnicas, se vería mucho mejor. Y bueno, también habría que ajustar un poco las expresiones faciales, que son muy importantes y evidencian algunas fallas aceptables en un fanzine, pero no en un libro. Nada más, por hoy. Como siempre, espero volver a postear pronto. Nos vemos.

lunes, 10 de noviembre de 2025

LENTO PERO SEGURO

Entre una cosa y otra, vengo leyendo poca historieta y a un ritmo bastante pachorro. Pero bueno, hoy se me juntaron dos libros que ya terminé y que tengo ganas de reseñar. Empiezo en Inglaterra, año 2023, cuando Simon Bisley le mete fichas a Pat Mills para realizar juntos una nueva saga de los ABC Warriors, esta vez centrada en dos de ellos, Joe Pineapples y Rojaws. El legendario Mills, que ya estaba cerca de dejar la antología que ayudara a fundar en 1977, aceptó y puso en marcha el arco conocido como "Tin Man", para encontrarse con que Bisley entregó unas 20 páginas y dijo "chau, me aburrí, seguila con otro dibujante". Ahí entra en acción Clint Langley, a quien yo no tenía en el radar, pero también tiene muchos años de ABC Warriors a sus espaldas. Obviamente se nota mucho el cambio de dibujante, pero no hay una merma en la calidad, porque tanto Bisley como Langley son dos monstruos, con un talento impresionante. Para el dibujo y la ilustración. Narrativamente, esto es medio un cachivache. Ni Bisley ni Langley hacen el menor esfuerzo por poner sus alucinantes dibujos al servicio del relato. El relato sobrevive como puede, en medio de un maremagnum visual de alto impacto, donde el ojo del lector la pasa bárbaro gracias a los dibujos y el color, pero en el que NADA de lo que sucede se entendería sin los textos de Mills. Tanto Bisley como Langley piensan esta historieta como un artbook zarpado, donde pueden detonar todo su arsenal de virtuosismo gráfico (que incluye varios yeites heredados del maestro Juan Giménez), al que después alguien le puso unos diálogos y unos bloques de texto. Por suerte los diálogos son entretenidos, porque el argumento en sí es bastante limitado. Los flashbacks se extienden demasiado, el final es casi tramposo... es un arco 100% para fanáticos extremos de los ABC Warriors, con altas chances de dejar afuera a todos los demás. En el núcleo de la trama está el debate acerca de si los robots tienen alma, si se pueden enamorar... algo no muy compatible con una aventura de machaca espacial donde un asesino infalible se enfrenta a un grupo de genocidas galácticos. El guion de Mills todo el tiempo mueve el switch: on-off, on-off. La trama de acción y violencia se activa y desactiva cada x páginas, para volver a la reflexión, los soliloquios, los recuerdos de Joe Pineapples de distintos momentos de su relación con Sue Bananas. Y sí, soy fan de Mills y lo banco, pero acá no tengo dudas de estar frente a un guion bastante fallido, que se sostiene -repito- por lo entretenido de los diálogos, y porque siempre está la opción de no darle mucha bola a lo que cuenta el guionista y enloquecer con la bestialidad y el power arrollador de los dibujos. Por suerte también, conseguí este álbum en oferta, a un precio casi absurdo. Lamento ver a Bisley retroceder algunos casilleros: en sus tiempos de suplente en Hellblazer habíamos visto un Bisley mucho más narrador, mucho más volcado a contar una historia con sus dibujos. Y celebro que mi biblioteca ahora tenga unas cuantas páginas dibujadas por Clint Langley, que me sorprendió muy gratamente (repito, como dibujante e ilustrador).
Me vengo a Argentina, año 2025, para internarme en una antología de historias cortas escritas y dibujadas por Berliac, originalmente realizadas para una revista japonesa, y creadas en sentido de lectura oriental. La Virgen de los mil Amperios ofrece 12 historias cortas, todas ambientadas en un futuro no muy lejano. Algunas nos llevan a un pueblo claramente latinoamericano, donde la fe religiosa se mezcla con la violencia y el atraso, mientras que en el segundo tramo del libro reaparece el tema de los androides y la delgada frontera que los separa de los humanos, además de otros temas vinculados a avances tecnológicos. Ninguna historia supera las 10 páginas, y algunas tienen apenas cuatro páginas, así que varias de las ideas que plantea Berliac no tienen prácticamente espacio para desarrollarse. Son puntitas de ideas, pinceladas de historias, embriones de personajes. Más de una vez te vas a encontrar con situaciones, conflictos o personajes realmente atractivos, que claramente daban para mucho más, pero que se terminan ahí, cuando apenas llegan a esbozarse. Creo que el guion que más me impactó es -paradójicamente- uno de los más breves: Dogo, con solo cuatro páginas, te genera un clima espeso, te plantea un conflicto fuerte y te lo resuelve de manera magistral. Otra muy cortita, Irreparable, también me pareció un hallazgo, que hubiese sido brillante encajar en el contexto de una historieta más larga. Después, con el resto de los guiones me costó un poco más engancharme. El dibujo me resultó sumamente atractivo. Primero, por lo distinto que es de los trabajos anteriores del autor. Me parece espectacular que todavía haya dibujantes que levantan las banderas del Viejo Breccia, de no quedarse nunca en el molde, de seguir buscando, de experimentar, de explorar nuevos territorios gráficos. Berliac dibuja a los personajes en un estilo clásico de gekiga, pero después les mete unas texturas espesas, sucias. Y los complementa con un vasto repertorio de imágenes (fondos y primeros planos) basadas en referencias fotográficas, con mucho laburo encima. Yo no soy tan fan de la foto retocada, y hay un par de historias en este libro que parecen fotonovelas. No son ni ahí mis favoritas. Pero hay unas cuantas en las que la mezcla entre el dibujo expresivo y sintético típico del manga se amalgama MUY armónicamente con los recursos digitales que pone en juego Berliac, y de ahí salen atmósferas opresivas, extrañas, muy a tono con las historias. Hacía muchos años que no leía material nuevo de Berliac, y la verdad que está bárbaro descubrir que sigue en busca de nuevos caminos estéticos y temáticos para sus historias cortas. Ojalá se publique en nuestro idioma Laowai Tango, que está dibujada en una onda similar a la de estas historias cortas, pero al ser una saga más extensa, seguro tiene más de lo que acá se echa en falta, que es el desarrollo de los personajes y la mayor profundidad en los argumentos. Nada más, por hoy. Sigo leyendo en los ratos libres que me dejan la Comiqueando Digital y otras actividades. Ni bien pueda, vuelvo con nuevas reseñas. Gracias por el aguante y hasta entonces.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

OTRA NOCHE DE MIÉRCOLES

Ya estamos en los últimos días en los que me puedo dar el lujo de tomarme un rato para leer historietas, en la previa a ese momento en el que me zambullo en el frenesí de la Comiqueando Digital y no asomo la nariz hasta Enero. Vamos a tratar de tener reseñas de vez en cuando durante Noviembre y Diciembre, pero seguramente no van a ser demasiadas. Debout l´Humanité! es el nombre con el que se dio a conocer en Francia el manga Ningendomo atsumare!, una obra del inmortal Osamu Tezuka originalmente serializada entre 1967 y 1968. Este es un caso típico de "el que mucho abarca poco aprieta". A Tezuka se le ocurre una idea loquísima: un tipo con unos espermatozoides raros, que le permiten engendrar una nueva raza cuasi-humana: l@s asexuad@s. Seres muy parecidos a nosotros, que son prácticamente idénticos entre sí y que pueden asumir el aspecto (y los genitales) de hombres o de mujeres de manera indistinta. Son una sub-especie sumamente dócil y leal, sin pulsiones sexuales, obedientes, disciplinad@s, ideales para ser convertidos en un ejército. Científicos inescrupulosos le extraen millones de espermatozoides al pobre Tenka Taihei (que es bastante pajero) y está todo dado para que, en 20 años, esos fetos estén listos para ser soldados que les ayuden a sojuzgar a ganar una guerra entre países vecinos que estalló hace décadas. Hasta ahí, es un concepto atractivo, que da para infinitas peripecias, aventuras, intrigas y hasta chistes sexuales subidos de tono. Pero a Tezuka le gana la ambición y ahí la cosa se empieza a desmadrar. Pongámosle que hasta la mitad de la obra, Ningendomo atsumare! es rara pero interesante. Rara porque (como otras obras del ídolo) se mete con un tema cruento y desolador como una guerra en la que abundan las muertes, las torturas, los bombardeos, las masacres y demás, mientras los protagonistas se ven envueltos en situaciones cómicas, en un contraste que -por lo menos leído hoy- hace mucho ruido. E interesante porque el plan de los villanos está bueno, hay personajes secundarios bien trabajados, la consigna es original, etc.. El problema llega con la segunda mitad de la obra (digamos, a partir de la página 200) cuando el Dios del Manga se propone explorar a fondo las consecuencias de la aparición de esta nueva sub-especie humana. En las 220 páginas que le quedan por delante, el autor se propone planteos filosóficos, sociológicos, de discriminación racial y sexual, sin dejar de lado la temática de la guerra (por supuesto, la mirada de Tezuka es anti-bélica) ni las escenas (mayoritariamente en joda) que tienen que ver con el sexo. Y es mucho. Es mucha la violencia, son muchas las peripecias que se acumulan, y sobre todo es mucho lo que Tezuka pretende explicarnos acerca de cómo surge, crece, se organiza y se planta frente a la Humanidad esta nueva especie. El guion se vuelve barroco, convulsionado, abarrotado de personajes y de elementos que no se llegan a amalgamar de manera armónica, a tal punto que la historia termina prácticamente en cualquier lado, como si Tezuka hubiese dicho "listo, ya fue, la corto acá porque me estoy yendo demasiado al carajo". Y lo más loco: Tezuka dibuja esta historia en un estilo mucho más cercano al humor gráfico, con un trazo muy simple, muy sintético, como si en vez de Walt Disney sus influencias fueran Jules Feiffer, Jean-Jacques Sempé o el Sergio Aragonés más minimalista. El resultado es una narración gráfica muy dinámica, en la que el maestro demuestra que aún dibujando poquito te puede atrapar y hacer que entiendas todo lo que él quiere que entiendas, pero también se extraña el trazo más prolijo y más esmerado de las otras obras de Tezuka. Esto está dibujado a los santos pedos, y se nota mucho. No molesta demasiado, pero si estás acostumbrado al Tezuka más virtuoso, te va a sumar ruido a una historia que ya de por sí es un toque fallida. Ningendomo atsumare!, entonces, es un manga muy extraño, solo para MUY fanáticos del Dios del Manga que quieren leer TODO (o lo más posible) de la inabarcable obra del autor más grande que dio el Noveno Arte en sus 130 años de historia.
Me voy a Marzo de 2020, justo cuando explota la pandemia de COVID-19. Es el momento en el que DC festeja el nº750 de Wonder Woman con una antología de 100 páginas, bastante similar a los especiales de 80º aniversario de distintos personajes, de los que ya vimos unos cuantos acá en el blog. La diferencia es que el nº750 de Wonder Woman empieza con 22 páginas en las que Steve Orlando y Jesús Merino cierran un arco argumental que se venía desarrollando en los números anteriores de la serie regular. El lector desprevenido cae en el medio de la machaca entre personajes que Orlando ni se calienta en presentar, y tarda unas cuantas páginas en entender qué corno está pasando y en engancharse con una historia, que no es chota ni mucho menos, pero que requería un toque más de accesibilidad para los que no veníamos leyendo la revista de Diana. El dibujo de Merino, muy notable. Y después sí, historias cortas, con distintos autores y ambientadas en distintas épocas y distintas iteraciones de la mítica superheroína. Tenemos una muy linda a cargo de Gail Simone y Colleen Doran, un guion ingenioso y picante de Mariko Tamaki que involucra a Ares, buenos trabajos de dibujantes que a mí me encantan como Phil Hester y Riley Rossmo, una de la Wonder Woman de la realidad paralela de las DC Bombshells (que no entendí demasiado) y dos historietas muy buenas, pero demasiado parecidas entre sí: tanto en la de Greg Rucka y Nicola Scott como en la de Vita Ayala y Amancay Nahuelpan el conflicto es el mismo. Dos mujeres a las que Diana considera sus amigas más queridas se volvieron villanas y la quieren matar. Nuestra heroína va a hacer lo imposible por "curar" tanto a Barbara Minerva como a Vanessa Kapatelis, pero ellas están presas de un odio que las hace inmunes al amor de Diana. La pelea contra ese odio es compleja y desigual, pero obviamente Wonder Woman la va a dar hasta el final. Y el final también, es prácticamente el mismo en ambas historietas. La antología termina con una historia que en su momento armó bastante kilombo: ocho páginas en las que Scott Snyder despeja un poco el humo de una historia del Universo DC que estaba en pleno caos, donde nadie sabía qué era canon y qué no (como casi siempre). Acá, el guionista deja sentado que la Golden Age empezó en 1939 con el debut de Wonder Woman, que es la primera superheroína del DCU. Y todos los demás vendrán después. No sé si eso se mantiene aún hoy como canónico (creo que sí), pero la idea de que todo empezó con Diana nace en estas páginas, dibujadas por Bryan Hitch con menos pilas que en sus mejores trabajos.
Cierro con una breve mención para Elías y el Perro de la Esquina: El Gran Susto, un librito de 64 páginas que marca el regreso del talentoso Leo Arias a la serie que realizó durante más de 15 años para la revista Billiken. Estas son todas historias inéditas, breves relatos en los que Arias puede jugar con total libertad, sin las restricciones típicas del formato de una tira, o de una página, o de media página, o lo que fuera. Estas nuevas aventuras duran lo que Arias decide que tienen que durar, y están contadas a un ritmo alocado, como si estuviéramos viendo un dibujo animado. Hay nuevos personajes, están los de siempre, y resalto algo que el propio Arias subrayó durante la presentación del libro: Elías es el protagonista, pero la pasa para el orto. A tal punto que el miedo, la angustia y el trauma que le provocan a Elías ser sorprendido una y otra vez por los ladridos del perro son el centro, el núcleo, el componente principal de la historieta. El dibujo es maravilloso, repleto de imaginación, plasticidad, comicidad y con unos recursos narrativos de alto impacto, como para enganchar de inmediato a los chicos, pero también a los grandes. Lo más raro es un nuevo villano, la rata, que está dibujada en un estilo distinto, mucho más feista y desangelado que el resto de los personajes, y que no se termina de ensamblar del todo al grafismo que Arias desarrolla en esta serie. Fuera de ese detalle, Elías y el Perro de la Esquina es un excelente divertimento para niñ@s de 7 a 10 años y además un testimonio de la vigencia de un crack de la historieta y el humor como es (hace ya varias décadas) Leo Arias. Nada más, por hoy. Ni bien tenga más material leído nos reencontramos con nuevas reseñas acá en el blog.

viernes, 31 de octubre de 2025

ACÁ ESTOY DE NUEVO

Bueno, ayer volví de las vacaciones y hoy, antes de que se termine el mes de Octubre, clavamos un posteo más en el que repaso los libritos que llegué a leer, pero no a reseñar, antes del viaje. El Tesoro de El Olonés es una aventura de piratas realizada por Enrique Breccia a principios de los años ´80, cuando no era tan frecuente que el maestro trabajara como autor integral. Por motivos que desconozco, este material permaneció inédito en castellano hasta este año, y recién ahora muchos fans de Enrique nos enteramos de que existía. En general, las obras "solistas" de Enrique son más personales, más salvajes incluso. El Tesoro de El Olonés, en cambio, es una obra más de género, donde la impronta del autor no está tan presente. Obviamente te das cuenta de que el dibujo es 100% Breccia, y de la época gloriosa que coincide con Alvar Mayor, porque está ese trazo inconfundible, esas texturas, esos sombreados, esos enfoques, esa forma tan particular de resolver las escenas de acción siempre con planos detalles de manos o pies, nunca con figuras de cuerpo entero. Todo el tiempo se nota (y se disfruta) lo mucho que le gusta a Enrique dibujar los barcos a vela, las selvas, las ciudades europeas del Siglo XVII... De alguna manera, El Tesoro de El Olonés encaja perfecto "en la continuidad" de muchas de las obras más notables del maestro. Tal vez por eso, en materia de dibujo, acá te vas a deleitar sin sobresaltos de un excelente trabajo de Enrique, que para este entonces ya había alcanzado un nivel inmejorable, años antes de soplar las 40 velitas. El guion tiene dos puntos altos, para mi gusto. Uno es la evolución del personaje principal, que llega al final de la obra muy distinto a como lo vimos empezar. Y el otro es un desenlace inesperado, poco predecible, que se niega a respetar a rajatabla las convenciones del género de piratas. Me gustó mucho el final, y no solo porque no lo vi venir. Después, el desarrollo de la serie se me hizo un poquito arduo. Breccia tomó unos cuanto elementos de la historia real y los combinó para armar esta trama aventurera, y la idea no está mal, pero por momentos se le va un poco la mano con la cantidad de texto. Ante la necesidad de contarnos todo lo que investigó sobre esos hombres, esos barcos, esas islas, Breccia cae en algunos excesos, y así hay páginas muy lastradas con bloques de texto farragosos, que muchas veces explican detalles del pasado de los personajes no siempre necesarios para entender la trama. Incluso hay momentos en los que los textos ocupan tanto espacio en la página que le quitan lucimiento a los dibujos. Si la prosa fuera de una jerarquía maravillosa (un Oesterheld, un Wood, un Mazzitelli), en una de esas se justificaría, pero la verdad es que, sin evidenciar torpezas ni limitaciones, es una prosa normal, que no se eleva por sobre el típico relato de piratas y tesoros perdidos, derivado de las novelas de Robert Louis Stevenson o Emilio Salgari. El Tesoro de El Olonés es una curiosidad interesante para los hardcore fans de Enrique Breccia, porque es una creación integral del ídolo, de una época en la que dejaba la vida en cada viñeta. Si no entrás por el lado de la manija que genera el rescate de una obra cuasi-perdida de este monstruo, me parece que tenés que ser muy fan de los piratas para que la obra te conmueva. Y si no sos fan de los piratas ni talibán de Enrique, probablemente te deje un poquito frío.
En 1990, cuando ya había iniciado su recorrida cuesta abajo por el tobogán que iba a terminar en la quiebra, la editorial First ensayó algo muy loco: consiguió los derechos para generar una historieta nueva, 100% inédita, protagonizada por Betty Boop, un ícono de los dibujos animados de los años ´20. Betty había tenido su propia tira para diarios entre 1934 y 1937, y entre 1984 y 1988 había compartido con Felix the Cat una segunda tira, a la que le había ido bastante mal. Pero de alguna manera su status icónico estaba intacto y la gente la recordaba con cariño. Incluso su cameo en Who Framed Roger Rabbit? marcó un punto muy alto en aquel inolvidable film de Robert Zemeckis. En ese contexto apareció este librito prestige, con 40 páginas de historieta y un relleno bastante atractivo (textos, dibujos y fotos acerca de la historia del personaje y sus creadores) que los giles como yo leímos apenas 35 años tarde. El guion le pertenece a Joshua Quagmire, el dibujo corrió por cuenta de Milton Knight y Leslie Cabarga tuvo a su cargo las tintas y el rotulado. En "Big Break", como en tantos cortos animados en blanco y negro, Betty comparte protagonismo con el perrito Bimbo, y también tiene su participación el payaso Koko, otra estrella de la era pre-Popeye de los estudios Fleischer. La aventura es simple, y está motorizada (como los buenos cartoons) por un tsunami de situaciones absurdas, exageradas hasta lo imposible y presentadas con muchísimo ritmo, de modo que la acción no dé tregua. Betty y Bimbo, siempre en busca de algún laburito fácil y lucrativo, trabajan en una película en la que nada parece salir según los planes del director. Pero como el productor no tiene un mango, filman todo, incluso los accidentes, desastres y equivocaciones. Los cambios de escena y de decorados le dan a Betty la posibilidad de lucir su escultural figura bajo una amplia gama de disfraces, y a pesar de las cagadas que se manda, y de su compulsión por cantar cuando el guion así no lo requiere, el carisma de Betty va a llevar adelante la cuasi inexistente trama del film y los múltiples percances que se van a vivir durante el rodaje. El dibujo de Knight y Cabarga es muy idóneo para este tipo de relato. Tiene la cuota necesaria de delirio, tiene ese toque retro que uno asocia con estos personajes clásicos, y hasta tiene esa pizca de pimienta, como para que no olvidemos que (aunque parezca estar de novia con un perrito) Betty es una piba que raja la tierra de lo buena que está. En solo 40 páginas, marcadas por el humor y el ritmo frenético, no se puede profundizar mucho más ni en la trama ni en el desarrollo de los personajes. Por eso "Big Break" no trasciende mucho más allá de la anécdota de que, un día, autores de 1990 revivieron un ratito el mito de Betty Boop. Pero el resultado (sin ser una joya imprescindible) es convincente, entretenido y válido en tanto homenaje a los cartoons clásicos de Betty, y también como intento de actualizar el concepto y mostrárselo a un público que no lo había consumido en su momento. Nada más, por hoy. La seguimos pronto. Gracias por el aguante.

lunes, 6 de octubre de 2025

ULTIMAS RESEÑAS PRE-VACACIONES

¿Única entrada en el blog para este mes de Octubre? Puede ser. Me voy de vacaciones mañana a la noche y vuelvo el 30. No descarto postear reseñas el 31, pero tampoco tengo ninguna certeza de que vaya a hacerlo. Así que es probable que esta sea la única vez que comparto reseñas en el mes. Vengo de muchos días sin postear porque me dediqué a disfrutar muy de a poco las 20 historietas que componen la reciente edición de Dioses y Demonios, de los maestros Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena. Tres por día, cuatro como mucho. Esa me parece que es la dosis ideal para que estos relatos peguen como tienen que pegar. Son historietas de principios de este milenio, muchas de las cuales nunca se habían publicado en castellano y varias de las cuales están al nivel de las mejores producciones de la dupla mágica. Acá no hay personajes recurrentes, no hay un héroe o una heroína a quien vemos evolucionar a lo largo de una saga, sino que son todas historias autoconclusivas de 12 páginas. Muchas de ellas involucran a deidades de infinito poder y nombres estrambóticos, que son siempre las mismas, aunque esto no está muy enfatizado. No es como en los comics de superhéroes, que cuando vuelve a aparecer un villano clásico se arma todo un build-up, y un espamento tremendo. Acá algunos de estos dioses reaparecen en varias historias y es algo que resulta normal, o tan normal como pueden resultar las cosas en un contexto de fantasía extrema. Pero si republicás cada una de estas historietas en una antología distinta, apuntadas a lectores que nunca van a leer las otras 19, no pasa nada. Está todo bien, nadie se queda con menos data de la que hace falta para que estas historias te hagan muy feliz. Como es su costumbre, Mazzitelli recurre a reyes majestuosos, guerreros imbatibles, princesas hermosas, engendros horrendos, dioses omnipotentes y demonios abyectos para contar historias absolutamente humanas de obsesiones, ambiciones, amores, lealtades, heroísmo, codicia y poder. Son breves fábulas en las que los personajes por lo general aprenden una lección, a veces demasiado tarde. Fábulas de muerte con y sin honor, de guerras, catástrofes y holocaustos, en las que los dioses y los demonios suelen tener roles secundarios mientras los hombres y mujeres motorizan las tramas y forjan las leyendas. El guionista adorna todo esto con su prosa elegante, sus sentencias extremas y su tinte entre filosófico y poético, que eleva a la aventura por encima de las peripecias, los engaños entre fulleros cósmicos y la machaca contra monstruos inconmensurables. Y si faltara algo para sumarle sofisticación a la épica, está el dibujo de un Alcatena inspiradísimo, que deja la vida en cada página y en cada viñeta. También fiel a su estilo, Quique no escatima ni un trazo de tinta ni una pizca de su formidable imaginación. Todo está en estas páginas, volcado por el dibujante con una generosidad pasmosa. Los diseños de los personajes, los palacios, las criaturas, los dioses... Todo se ve absolutamente original, todo forma parte de una especie de orquestación perfecta que incluye hasta a los bordes de las viñetas. Un ensamble que deslumbra y asombra, sobre todo porque para que un comic de aventura y fantasía funcione bien, normalmente hace falta mucho menos de lo que Quique pone en cada página de Dioses y Demonios. Pero los grandes son así, y no se miden: dan todo y más, siempre, pase lo que pase. Obviamente si sos fan de Mazzitelli y Alcatena, Dioses y Demonios te va a volar la cabeza. Y si no, si nunca leíste nada de los Reyes Magos de la historieta argentina, es un buen punto de entrada para empezar a explorar sus alucinantes multiversos. Repito: se disfruta más si leés pocas historias por día. Pero entiendo que te las quieras deglutir todas de un saque, porque es muy difícil resistirse a tanto talento junto.
Y me vengo a 2022, cuando los grossísimos Jul y Achdé clavan otro álbum magistral de Lucky Luke, que felizmente tuvo edición argentina en Libros del Zorzal en 2023. El Arca de Rantanplán es uno de los álbumes en los que más presente está el fantasma de René Goscinny, y ese es un elogio gigantesco. Jul entiende como pocos los mecanismos que el maestro ponía a funcionar en cada aventura de Lucky Luke y gracias a eso, logra reproducir la magia de los mejores álbumes de la serie. Todo parte de un dato de la realidad: en 1866, plena época del Salvaje Oeste, se crea en EEUU la primera asociación de lucha contra la crueldad hacia los animales. De ahí en más, Jul juega a imaginar cómo le iría en esa época a un tipo que predica dejar de morfarse a los animales de granja, no cazarlos por deporte, no usarlos como bestias de carga, no forzar a los caballos a transportar personas durante más de 20 minutos... Si hoy nos parece medio bizarro, hace 150 años esto era un delirio absoluto, y por ende, fuente de una cantidad inagotable de situaciones humorísticas. Jul las combina con la arista aventurera, encarnada en Lucky Luke y un temible villano llamado Tacos Cornseed. Pero la revolución que impulsa Ovidio Byrde es tan radical que se involucran también los indios de una tribu comanche, otros forajidos del Oeste y hasta la gente común de Cattle Gulch. El resultado es una aventura sumamente sociológica, similar en ese aspecto a joyas como Obélix y Compañía o La Residencia de los Dioses. Como siempre, Achdé replica a la perfección no solo el dibujo de Morris sino también el timing para la comedia que caracterizaba al genial autor belga. Hoy que el debate acerca del veganismo y los derechos de los animales empieza a cobrar fuerza en la sociedad, trasladarlo a 1870 resulta una idea brillante. Y está tan bien plasmada por Jul y Achdé, que me animo a recomendarle este álbum inclusive a quienes nunca leyeron nada de Lucky Luke y no tienen la más puta idea de por qué en un comic que, a primera vista, parece una sátira a los clásicos relatos del género Western, aparecen un caballo que habla y un perro que piensa. Y hasta acá llegamos. Nos reencontramos el jueves 30 a las 22:30 en el canal de YouTube de Comiqueando para una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta. ¡Gracias y hasta entonces!

martes, 30 de septiembre de 2025

LECTURAS DE FIN DE MES

Creo que ya lo dije cuando comenté el Mister Miracle de Tom King y Mitch Gerads, allá por el 26/05/20... Es MUY fácil impactar al lector con vueltas de tuerca impresionantes e impredecibles para los personajes clásicos cuando te dejan hacer lo que se te dé la gana. Y claramente King hace lo que se le da la gana, siempre con la limitación (ponele) de que estas sagas no son canónicas. Mañana puede venir otro guionista y desconocer totalmente las casi 360 páginas que escribió el ex-agente de la CIA en Strange Adventures. Entonces, King especula con eso: acá puede pasar cualquier cosa, total nadie está obligado a respetar esta iteración de los personajes que él decide utilizar. Y en Strange Adventures lleva eso al extremo. La deconstrucción del siempre impoluto Adam Strange acá es absoluta, incuestionable, imposible de volver para atrás (aunque como dije, no imposible de barrer abajo de la alfombra, fingir demencia y seguir contando historias del personaje en las que no nos hagamos cargo de nada de lo que sucede acá). ¿Dije " casi 360 páginas"? Sí. Y es mucho. Estamos frente a una saga MUY estirada, groseramente estirada, que está narrada en dos tiempos: el pasado (dibujado por Evan "Doc" Shaner) y el presente (dibujado por Mitch Gerads). Quizás soy minoría, pero a mí toda la parte del pasado me resultó bastante irrelevante, todo el tiempo sentí que se podía haber condensado en 20 páginas, como mucho. Y las secuencias del presente, me atraparon muchísimo más. Ahí también hay relleno, también hay una intención clara por parte de un King que busca dilatar los tiempos del relato, como un mecanismo (pongámosle que válido) para generar suspenso y tensión en el lector. Para eso, Strange Adventures se aferra lo más que puede a una grilla de tres viñetas horizontales por página, algo que tiene como único punto a favor lo mucho que se luce el trabajo de dos dibujantes sublimes. Shaner trabaja en una línea más tradicional, como si fuera una cruza exquisita entre Goran Sudzuka, Dan Mora y Frank Quitely, mientras que Gerads apuesta a una estética más experimental, tributaria de la foto muy retocada y de las pinceladas de locura (y genialidad) que metía Bill Sienkiewicz en sus comics de los años ´80. Cada uno despliega sus propias técnicas de color, más clásicas en las páginas de Shaner, más expresionistas en las de Gerads, y la verdad que ambos hacen una labor formidable. Tom King nos invita a pensar en un tema muy actual: qué pasa cuando una guerra se convierte en un genocidio, hasta dónde uno de los bandos se puede zarpar, y sobre todo quién y cómo cuenta la historia de lo que pasa en la guerra. En las guerras -nos dice King- se cometen atrocidades, hay roscas recontra espurias, pero también hay mil formas de encubrirlas, de disfrazarlas. Acá hay un héroe galáctico, un tipo que es una leyenda en varios planetas, y se supone que va a tratar de hacer las cosas bien. Bueno, no es el caso. Me parece que lo mejor que tiene esta saga es que King consigue algo que es difícil de hacer en el género de los superhéroes: que el lector desconfíe todo el tiempo de todos. Casi hasta el final estuve convencido de que Alanna era una soreta manipuladora, casi hasta el final dudás si Adam es un idiota nivel Omega o un garca nivel José Luis Espert (no quiero spoilear qué calificativo le calza mejor), y hasta hay varios momentos en los que te preguntás si Superman, Batman o Hal Jordan están tomando las decisiones correctas. Esto está muy bueno, funciona muy bien, y encuentra un límite, que es Mister Terrific. Por algún motivo, uno nunca duda de que lo que hace Terrific es lo correcto, que sus deducciones son acertadas y que su posición ética frente a los secretos que desentierra es la adecuada. En una saga donde el verdadero antagonista es la mentira, Terrific se pasa todo el arco en busca de la verdad, y eso le da una chapa infinita y lo pone en un nivel de protagonismo muy destacado. Una vez más, el principal problema de esta historia es su desmedida extensión. Todo esto narrado en menos páginas, pegaría más fuerte. ¿Se podría haber condensado en menos páginas sin que la trama pierda densidad ni dramatismo, sin restarle profundidad a los personajes? Me parece que sí. Y la clave estaba en reducir fuerte la cantidad de secuencias ambientadas en el pasado de Adam y Alanna y la guerra entre Rann y los Pykkts. Son lindas aventuras espaciales, con buenos diálogos, buenos guiños a la Silver Age, a Flash Gordon, a Star Wars, y están maravillosamente dibujadas. Pero, seamos sinceros, la gracia de Strange Adventures está en cómo King deconstruye el mito de Adam Strange, y eso lo vemos principalmente en las secuencias del presente. No te digo que cada vez que aparecían viñetas o páginas dibujadas por Shaner yo pensaba "uh, otra vez esta garrrrcha...", pero sobre todo en los últimos dos episodios, cuando la trama del presente se tensa tanto que se vuelve asfixiante, los flashbacks al pasado medio que ya están MUY de más. Si no te molesta el ritmo René Lavand (no se puede hacer más lento), ni que un guionista haga mierda a un personaje clásico de DC sin más consecuencias que el impacto que logra en estas páginas, sospecho que Strange Adventures te va a gustar. Es una historia fuerte, original, muy bien escrita, que no requiere ningún tipo de erudición en materia de Universo DC, que plantea temas picantes y en la que los dos dibujantes que acompañan a Tom King dejan la vida en cada viñeta. No es poco para un clon berreta de Flash Gordon y Buck Rogers.
Y me voy un toque a Brasil, año 2023, para comentar muy brevemente una antología llamada Eu te amo, Porra!, compuesta por ocho historias cortas firmadas por Shiko, un autor al que no conocía, y que me conquistó de inmediato con su dibujo. Después, al leer las historias, me encontré con que no es mucho lo que tiene para contar. De hecho, en algunas historietas se limita a ponerle imágenes a poemas escritos por otras personas. Ninguno de los guiones es memorable, aunque en casi todos hay alguna escena, algún diálogo bastante logrado, que nos habla de un autor muy observador, muy conectado con la realidad. Pero nada se acerca ni remotamente a la calidad de los dibujos. Shiko maneja un trazo fuerte, generoso en detalles, en un estilo muy realista y a la vez muy expresivo, algo que solemos ver en capos latinoamericanos como Fernando Baldó, Gabriel Ippóliti, Ítalo Ahumada o Edgar Clement. Cuando además Shiko incorpora las aguadas para sumar tonos de gris, sus páginas se vuelven hipnóticas, y cuando opta por el color, los resultados son excelentes. Esto hay que verlo para creerlo, y sobre todo para disfrutarlo, porque estamos ante un dibujante de un talento descomunal. Espero, algún día, ver a Shiko compartir un proyecto con un guionista que esté más o menos a la altura de este monstruo. Mientras tanto, vuelvo a mirar las páginas de Eu te amo, Porra!, como si estuviera en trance, tratando de no empaparlas con la baba que me cae... Nada más, por este mes. Como siempre, ni bien tenga más material leído, lo comentamos en este espacio. Gracias y hasta entonces.

sábado, 27 de septiembre de 2025

NOCHE DE INVESTIGACIONES

Hoy tengo para reseñar dos comics en los que pasa lo mismo: una chica investiga, averigua y busca data para entender hechos del pasado. No son muchos más los puntos en común entre ambas obras, pero para empezar, no está mal. Vuelvo al universo de Black Hammer, que lo tenía abandonado desde el 12/01/23, para leer Sherlock Frankenstein and the Legion of Evil, un arco que originalmente se publicó a modo de spin-off, pero que después nos explicaron que es el Vol.3 de la saga y que debe leerse justo después del Vol.2, que es el último que vimos en este espacio. El TPB arranca con el nº12 de Black Hammer que (al igual que el nº 9) parece medio descolgado en el contexto de la serie, y está dibujado por David Rubín. Sin embargo, ese unitario funciona perfectamente como prólogo de la miniserie de Sherlock Frankenstein, con lo cual tiene infinitamente más sentido leído como parte de este TPB que como "unitario" dentro de la serie regular que escribía Jeff Lemire. En la reseña del Vol.2 mencioné que había un plot "bastante secundario", que involucraba a la hija de Black Hammer, decidida a "llegar a la verdad y descubrir qué pasó con su padre y sus compañeros de super-grupo". Bueno, de eso se trata este tramo de la saga de Black Hammer. Todo pasa por Lucy Weber y su pesquisa, que la lleva a entrevistar a los principales villanos que componían la galería de adversarios de su padre. Lemire utiliza este argumento para -de manera magistral- tirarnos alta data acerca del pasado de este universo, pasar en limpio mucho de lo que sucedió antes de aquel fatídico combate entre los principales superhéroes y el Anti-God, y además para darle personalidad y profundidad a villanos que hasta ahora apenas se habían mencionado, e incluso a otros creados para este arco. Lucy y Sherlock Frankenstein son los personajes que Lemire más y mejor desarrolla, pero la verdad es que los hallazgos no se circunscriben ni ahí a la hija y el némesis de Black Hammer. Como todo relato que indaga en la memoria y en los sucesos del pasado, predomina un cierto clima nostálgico que le arrebata el protagonismo a la machaca que uno supone que se va a encontrar en un comic repleto de superhéroes y supervillanos. Pero ya lo dijimos en las reseñas anteriores: Black Hammer es otra cosa, va para otro lado. Es una mirada distinta a los universos "piyameros", enriquecida por el amor y la erudición que despliega Lemire en este género, pero con otra ambición. Y uno diría "qué desperdicio tener a un dibujante salvaje como David Rubín y ponerlo a dibujar una historieta en la que no abunda la machaca"... pero no. Acá se luce un Rubín más tranqui, que no necesita meter acción y violencia para generar páginas y secuencias de enorme intensidad. Con los diálogos y los silencios también se puede construir algo monumental, y Rubín lo logra ampliamente. Por supuesto que cuando aparecen personajes monstruosos, peleas estridentes o transformaciones escabrosas el trazo del gallego (y su paleta de colores, y su rotulado) pega a mucho más fuerte, pero también la rompe en las escenas más tranqui. La verdad que este es un tomo brillante, que abre muchísimas puntas, que cohesiona muchísimo a este universo cautivante y que te deja con ganas de zambullirte en el siguiente tomo, que no es el Vol.3 de Black Hammer sino uno que no tengo, protagonizado por el Doctor Andromeda. Ojalá lo consiga pronto.
Y me vengo a Argentina, año 2025, para disfrutar de una gratísima sorpresa. En general, cuando uno lee mucho Kundo Krunch, Jok, Tátum, Pablo Burman, Ángel Mosquito... siente que ya está preparado para todo, que ya tiene incorporado el hecho de que hay dibujantes muy capos y muy locos, que no se calientan por reproducir la realidad que los rodea, sino que se juegan a reimaginar, reinterpretar y rediseñar todo: el fuego, el agua, los objetos, los paisajes, la gente... Todo pasa por un prisma muy personal, que requiere un grado más de decodificación por parte del lector pero que suele gratificarlo muchísimo. Y ahora a esa línea hay que sumarle un nombre más, un dibujante originalísimo, tremendo, con un trazo hiper personal, una imaginación impresionante y un pulso narrativo totalmente hipnótico: Federico Schujman, joven autor oriundo de Mar del Plata, que parece una especie de Chantal de Spiegeleer ida al carajo, mezclada con algún autor medio salvaje del under español. Marea Roja es la primera novela gráfica de Federico Schujman y sorprende por todos lados. No solo por lo original del dibujo, el color y las texuras, no solo por lo efectivo de la puesta en página y el manejo impecable de las escenas mudas. También el guion exhibe una solidez increíble, si pensamos que es un autor novel que no tiene ni 30 años. Obviamente que no es perfecto (hay un par de personajes que amagan con tener mucho peso en la trama pero se desdibujan un poco y aún así Schujman fuerza un toque su presencia en las escenas importantes) pero es mucho mejor que guiones firmados por tipos y minas con muchísima más trayectoria. Esta vez, la chica que indaga en el pasado es Natalia, quien despierta amnésica en un puerto y necesita saber quién es, qué le pasó y por qué le falta uno de sus aros de perlas. Con esa premisa, Schujman nos va a guiar por un laberinto de corrupción que involucra trata de personas, tongo en las peleas de boxeo y una familia mafiosa que goza de total impunidad. El autor no solo nos hace empatizar con Natalia, sino que hasta los villanos tienen momentos en los que los vemos como seres de carne y hueso, sensibles y humanos. El trabajo con los personajes secundarios también es muy notable, el juego de ir para adelante y para atrás en el tiempo está muy bien logrado, y no hay un solo momento en las más de 180 páginas que dura Marea Roja en el que te aburras o te preguntes si falta mucho para el final. Mientras tanto hay superchería, vómitos, sexo, pesca, alucinaciones, piñas, asesinatos, incendios y demás condimentos para una trama de verdad, memoria y justicia que -no tengo dudas- te va a enganchar... a menos que te expulse el dibujo que -como sucede a veces cuando los autores desarrollan una estética tan extrema- no está pensado para gustarle a todo el mundo. Yo compré hook line and sinker, y ya estoy a la espera de una nueva novela gráfica de Federico Schujman. Ah, muy grosso que una editorial como Loco Rabia apueste por una propuesta así, una obra ambiciosa y zarpada de un autor al que no lo junan ni en su casa. Y nada más, por hoy. Capaz sale una entrada más antes de fin de mes, capaz no... veremos. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto.

jueves, 25 de septiembre de 2025

JUEVES DE GÉNEROS

Bueno, acá vamos de nuevo, ya casi en la recta final hacia mis vacaciones. Le estoy poniendo huevo a Septiembre, porque en Octubre vamos a tener muy pocos posteos acá en el blog. Y en Noviembre... ya saben, le entro con todo a la Comiqueando Digital y no asomo la nariz hasta fin de año. Quienes siguen el blog hace tiempo también saben que a mí me cuesta muchísimo conectar con la historieta pre-1960-65, que me resulta farragosa, predecible, aburrida... Bueno, en este libro de 2003, el especialista John Benson ofrece una selección de las mejores historietas románticas de los años ´50, que para él son las que publicaba la editorial St. John, escritas por el hoy olvidado Dana Dutch, y dibujadas principalmente por el exquisito Matt Baker. Y no quiero vender humo, pero sinceramente en Romance Without Tears me encontré con historietas románticas mucho más dinámicas y atractivas que las que habíamos visto el 27/02/14 en el tomo de Young Romance (que eran de fines de los años ´40) o las que vimos el 08/11/12 en el Showcase de Young Love (que eran de los ´60). En su extensa introducción al libro, Benson explica por qué a él le parece que la calidad de estas historietas que publicaba St. John nunca pudo ser igualada, y no quiero entrar en la tentación de reiterar sus conceptos. Benson se cebó tanto con este material, que en 2007 publicó un libro solo de texto, llamado Confessions, Romances, Secrets and Temptations, donde analiza mucho más a fondo estas historietas (de hecho, su lectura fue lo que me motivó a buscar Romance Without Tears) y además investiga acerca de quiénes fueron y por qué hoy se nombra tan poco a Archer St. John, Dana Dutch y -en menor medida- Matt Baker. Las historietas románticas de Dana Dutch eran tranqui, perfil bajo, con conflictos chiquitos, muchas veces ambientadas en ciudades pequeñas, con muy buenos diálogos y bloques de texto (abundantes, pero no tanto como en otros comics de los años ´50) en su mayoría narrados en primera persona por las protagonistas femeninas. Acá, generalmente las pibas no son ni boludas, ni trolas fáciles, ni mojigatas reprimidas: son chicas jóvenes que están aprendiendo a vincularse afectivamente con los varones. Y a veces se mandan cagadas, y lastiman a los chicos, o salen lastimadas ellas, pero aprenden. Los padres no son "el cuco", ni el obstáculo que se interpone entre las pibas y sus chongos, sino que suelen ser figuras comprensivas, que les brindan consejos y contención. Terminar la historia solteras, o sin novios a la vista, para las chicas de Dutch no constituye un castigo ni una tragedia. Son etapas. Por supuesto, como en cualquier historieta yanki de los años ´50, no existen los negros (pese a que Matt Baker era afroamericano) y el sexo es algo que no solo no se muestra, sino que ni siquiera se menciona. Está claro que muchos de los protagonistas varones les quieren bajar la caña a sus novias adolescentes, pero Dutch nunca lo expresa en esos términos. Hay forcejeos, hay "negociaciones"... pero me atrevo a decir que en una sola historieta hay un garche concreto, que obviamente los autores no nos muestran. Las historietas que no dibuja el virtuoso Baker se reparten entre la muy competente Lily Renée y otros dibujantes bastante menores, pero por suerte, de las 15 que incluye el tomo, 10 se benefician del trazo elegante, expresivo y detallado del dibujante de It Rhymes with Lust. No te digo que ya me pongo a coleccionar todos estos títulos de romance (indistinguibles unos de otros) que publicaba St. John en los años ´50, pero sí que esta selección que armó Benson, y su libro de texto, ampliaron grosso mi mirada hacia un género que supo ser masivo y que hoy quedó prácticamente barrido abajo de la alfombra, seguramente por culpa de guionistas que se lo tomaron mucho menos en serio que Dana Dutch.
Me vengo a Brasil, año 2020, cuando Panini publica el quinto tomo de Astronauta, una colección de álbumes escrita y dibujada por el glorioso Danilo Beyruth. Como tantas otras historietas que integran el sello Graphic MSP, Astronauta está basada en una creación del mítico Mauricio De Souza, en este caso una tira cómica que el Walt Disney brazuca creó a fines de los ´60, cuando el tema de la exploración del espacio tenía una presencia fortísima en los medios de comunicación. En 2012, el autor de Banda de Dois se adueñó del personaje de Mauricio y lo reformuló por completo: ahora Astronauta es un comic de ciencia ficción en serio, apto para todo público, pero con una impronta dramática y conceptos sumamente ambiciosos, dignos de una saga interestelar de Alejandro Jodorowsky. Este quinto tomo es tremendamente impactante, repleto de tensión, y con algunos problemas menores: 1) hace mucha referencia a lo que pasó en las entregas anteriores, con lo cual, si te enganchás acá (como hice yo) no entendés muy bien por qué hay tres iteraciones distintas de Astronauta, de tres universos distintos; 2) el planteo de Beyruth es tan complejo, que no lo llega a resolver en la última página, y hay que comprar más libros para enterarse cómo termina la saga; y 3) para 80 páginas de historieta, lo que sucede en este libro tiene gusto a poco. Y eso se debe a que Beyruth no se juega a aprovechar el (espectacular) formato de novela gráfica en el que trabaja. Salvo una página con siete viñetas, todas las demás tienen cinco o menos, y son viñetas con poco texto, con lo cual la historieta se lee muy rápido. Para que te des una idea, 80 páginas serían cuatro episodios de un comic book mensual yanki. Y en este tomo de Astronauta pasa lo mismo que pasaría en... dos entregas de un comic book, o a lo sumo en 45-46 páginas. Supongo que la idea de no meterle más contenido a cada página tendrá que ver con cierto interés por captar lectores más jóvenes, acostumbrados a leer poco texto, o a leer manga (que se lee a los pedos). Y obviamente celebro que la escasa cantidad de viñetas por página permite que el dibujo de Beyruth se luzca muchísimo. Y ahí está lo que hace definitivamente irresistible a Astronauta: nunca había leído un comic de ciencia ficción de Beyruth, y en estas páginas me convencí de que es un género que le sienta a la perfección. Complementado como los dioses por los colores de Cris Peter y Marina García, Beyruth despliega todo su repertorio de acción y emociones, con personajes recontra expresivos, secuencias de alto impacto y el foco siempre puesto en el lado humano de los conflictos. Acá hay realidades enteras en juego, pero el autor no deja de subrayar que lo importante es lo que les pasa a los distintos Astronautas, las distintas Isabeles y las distintas Ritas. Obviamente, cuando ves las tiras de los ´60 de Mauricio De Souza resulta inimaginable que algo tan sencillo y tan naïf haya dado origen a esta epopeya multiversal, pero bueno, la magia de Danilo Beyruth lo hizo posible. Ojalá en algún momento logre hacerme con más tomos de Astronauta, porque este me dejó muy manija. Nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 22 de septiembre de 2025

TRASNOCHE DE LUNES

Hoy tengo para reseñar dos libritos publicados en Argentina en 2025, los dos realizados por autores de los que soy muy fan, los dos parte de series largas, los dos basados en la combinación entre elementos de ciencia ficción (razas alienígenas, naves espaciales, viajes temporales, agujeros dimensionales, armas mega-poderosas) y elementos de la comedia costumbrista. Por un lado, el magnífico Vol.10 de Dead Dead Demons Dededede Destruction, del increíble Inio Asano y su legión de simios amaestrados. Acá la serie recupera la magia: Asano se deja de hinchar las pelotas con el pasado de las chicas protagonistas, las pone en segundo plano, y se concentra en la línea argumental más interesante que tiene este manga: la runfla política y militar que gira en torno a la reacción de los gobiernos frente a la presencia de los invasores interestelares en Japón. Ya pasaron tantos años del primer avistaje de la nave nodriza, que la gente de Tokyo la tiene totalmente normalizada, pero los tiempos de la política se aceleran, la puja entre quienes quieren exterminar a los aliens y quienes tratan de entablar un diálogo con ellos se pone picante, y el sector más áspero del poder (presionado a su vez por garcas de China y EEUU) hacen su movida más arriesgada. Por fin hay rayos, tiros, masacres y hasta un garchecito en medio de la confusión. En un mismo tomo, Asano nos cuenta el slice of life de Kadode y sus amigas por un lado, y por el otro, una historia tensa, cruenta, en la que la ciencia ficción se funde con el apocalipsis gracias al accionar egoísta e imprudente de los políticos y demás dueños de la manija. Obviamente me atrapó mucho más lo segundo, que escala a lo largo del tomo a través de secuencias de gran impacto. Incluso en esos momentos, Asano desdramatiza un poco las situaciones, con diálogos irónicos, con personajes que reaccionan por fuera de la lógica épica o de máximo dramatismo que revisten los acontecimientos. Toda esta parte, en la que confluyen alienígenas, activistas, periodistas, funcionarios, milicos y demás, es realmente brillante... o a mí me cebó fuerte porque es lo que estaba esperando que pasara hace ya varios tomos, no lo sé. Lo importante es que la pasé muy bien. Los diálogos están traducidos al castellano rioplatense por un Pablo Farías Alves afiladísimo y los dibujos son una verdadera maravilla. Obviamente, al ser una serie de 12 tomos, tiene muchísimo relleno, y todo el tiempo Asano toma decisiones narrativas con las que uno no coincide. Se supone que estos trabajos más comerciales se publican bajo la supervisión de un editor que le aconseja/exige a los mangakas cambios en el armado de las tramas, en el orden en que se cuentan ciertos sucesos clave del argumento, en el ritmo al que se revelan los secretos o se desarrollan los vínculos entre los personajes... No me quiero imaginar lo que sería Dead Dead Demons Dededede Destruction sin esa supervisión, en estado salvaje... Si así es un kilombo, en el que nos fumamos chotocientas escenas sin pies ni cabeza, o puestas donde narrativamente tenían poco impacto, un "director´s cut" de Asano de este mismo manga probablemente resultaría un caos ilegible. O una genialidad, andá a saber... Me falta el Vol.11, que todavía no lo conseguí, y tengo el Vol.12 ya comprado, para terminar de leer esta serie antes de fin de año. Con todos los cartuchos que detonó Asano en este Vol.10, hay puntas zarpadas de sobra para explorar en los dos tomitos que faltan para el final, así que la fe está intacta.
Roque & Gervasio, Pioneros del Espacio, va por el Vol.9 y es una de las pocas series con las que estoy al día. "No hay luz en el lado oscuro" es una aventura repleta de momentos muy cómicos, en los que Federico Reggiani y Ángel Mosquito me hicieron reir en voz alta. El librito ofrece un verdadero festival de personajes y situaciones típicos de las sagas de viajes interplanetarios, combinados con un humor agudo, bien argento, y un ritmo narrativo de palo-y-palo en el que todo el tiempo pasan cosas impredecibles. Es un cóctel explosivo que no falla, y que se hace adictivo. La única contra es que "No hay luz en el lado oscuro" se ciñe un poco a la fórmula que ya desarrollaron con éxito los autores en los libritos anteriores, con lo cual es muy poco lo que puedo agregar que no haya mencionado ya en las reseñas que le vengo dedicando a esta serie desde que debutó en 2021. Me encanta el dibujo, no me molesta que todas las páginas estén divididas en cuatro viñetas iguales (y casi sin zanjas), me copa que todo el tiempo haya referencias a las aventuras previas (como en los comics de Marvel de los ´70 y ´80), se nota que Reggiani y Mosquito tienen un universo bien construido, planificado para adelante y para atrás. A diferencia de la comedia de Inio Asano, que se apoya en el hecho de que las protagonistas son pibas medio pavotas, o extremadamente kilomberas, el humor de Reggiani y Mosquito se nutre del cinismo, el sarcasmo y la mala leche de personajes que nos resultan infinitamente más reales que los de DDDemons, aunque los de Asano vivan en una ciudad "normal" del presente y Roque y Gervasio recorran los confines más remotos de la galaxia en un futuro lejano. La verdad que no le encuentro puntos flacos a una obra que crece entrega a entrega y que -quiero creer- va sumando lectores con el correr de los tomitos. A quienes todavía no se engancharon con las desopilantes aventuras de Roque & Gervasio, les vuelvo a recomendar que no las dejen pasar. Y nada más por hoy. Este miércoles estamos con nuevo episodio en vivo de Agenda Abierta, a partir de las 22:30 hs en el canal de YouTube de Comiqueando. Nos vemos por ahí y gracias por el aguante.

sábado, 20 de septiembre de 2025

HOY, DOS CORTITAS

Entre los dos libros que tengo para reseñar hoy, no llegamos ni a las 120 páginas de historieta. Puede ser, entonces, que las reseñas queden un poco más breves que las habituales. Hacía bastante que no visitaba La Mazmorra, pero qué regreso, la puta madre. Des Soldats d´Honneur, el décimo tomo de la serie Donjon: Monsters, entra cómodo al podio de los mejores álbumes de esta complejísima saga. Ubicado en el nivel 95, cuando Herbert ya es el Gran Khan y Marvin ya es el Rey Polvo, Des Soldats d´Honneur cambia totalmente el registro de lo que venían contando Lewis Trondheim y Joann Sfar en este universo, para ofrecernos una historia desgarradora, dramática, crepuscular, enchastrada de mala leche, melancolía y desazón. Básicamente es la historia de un soldado absolutamente leal al Gran Khan, un guerrero de segundo orden que recibe la orden de arrestar y escoltar a su hermano (responsable de un incidente que en realidad fue provocado por el Rey Polvo), a quien debe dejar abandonado en el desierto, para que muera de sed y es lo coman los buitres. Los dos hermanos crecieron juntos y no se separaron un solo día, pero Görk no duda un instante en cumplir su mandato. La vida de Krag no es nada comparada al honor de servir al Gran Khan. ¿O sí? El álbum nos va a contar la sucesión de complicaciones y enredos en los que se mete Krag tratando de cumplir la sentencia que terminará con la vida de su hermano. Y lo hará de una manera seria, profunda, sin chistes, de modo que la crueldad y la violencia cobrarán otra impronta, porque ahora no está el humor para morigerarlas. Sfar y Trondheim optan por no usar globos de diálogo. Incluso cuando las escenas se basan en conversaciones entre los personajes, todo está narrado en off por el propio Krag en bloques de texto que nos revelan, además de lo que se dice, lo que siente el protagonista en cada momento. Así, llegamos a meternos bien a fondo en la psiquis de este complejo y fascinante personaje, un hallazgo increíble dentro de este universo donde creíamos que todos los bichos eran "funny animals". Funny, las pelotas. Y para hacer todo más oscuro, más épico, más apocalíptico y más crepuscular, el dibujante elegido para este álbum no es otro que el genio absoluto de Frederic Bezian. Y Bezian nos deleita con 46 páginas gloriosas, en las que no modifica nunca la grilla de seis viñetas iguales (la Gran Kirby), pero se luce con un par de polípticos magistrales. Es alucinante ver el universo casi siempre festivo de Le Donjon reinterpretado por Bezian en clave oscura, con su trazo sobrecargado, expresivo, obsesivo por momentos, con esa paleta de colores apagados, que potencian la tristeza y la desesperanza que impregnan el guion. No se me ocurre por qué, en la época en que Norma publicaba La Mazmorra en álbumes individuales, dejó afuera de la colección a Des Soldats d´Honneur. Sin dudas estamos ante una obra maestra, una gema (otra gema) en la corona de Sfar y Trondheim, y un muy buen punto de entrada al universo ominoso y tétrico de Frederic Bezian.
Me voy a Paraguay, año 2020, cuando se edita La Joya, un álbum protagonizado por Warrior-M, el personaje creado por Robin Wood y Roberto Goiriz. Yo conocía al personaje por una saga anterior (supongo que era la primera), publicada en 2006 no en libro, sino en revista, también en una editorial paraguaya. En la que probablemente sea la última colaboración entre los dos maestros, Warrior-M vuelve para una aventura de 70 páginas, claramente estructurada en episodios de 10 páginas, pero que se leen de manera muy armoniosa, muy fluida, en este formato tipo novelita gráfica. No me quiero hacer el boludo con esto: el personaje no me cae muy simpático. Es el típico macho recio, cancherito, cínico, que se hace el duro y que se gana a cualquier minita casi sin esfuerzo. Lo único copado de Warrior-M es que (a diferencia de otros héroes cancheros de Wood, como Dago) cobra de lo lindo. Warrior-M opera medio al margen del orden establecido, en un contexto de hard boiled clásico, pero transplantado a un futuro no muy lejano, onda Blade Runner, algo que Robin ya había probado con muy buenos resultados en Morgan, aquella serie que dibujaba Cacho Mandrafina a fines de los ´80. Lo más interesante de "La Joya" es que a Robin no le alcanza con combinar el policial hard boiled con la ambientación futurista, y desde temprano incorpora más elementos fantásticos, vinculados al mundo de las hadas. Una movida audaz e impredecible, porque cuando a vos te dicen "una onda Blade Runner", lo último que te imaginás son hadas y criaturas mágicas. Pero el guion las incorpora de un modo bastante orgánico, no se sienten como algo demasiado bizarro o traído de los pelos. La aventura en sí no me pareció muy lograda, más allá de que Robin siempre te engancha con los diálogos filosos. El dibujo de Goiriz cumple muy dignamente. No es muy original (las poses de las chicas con escasa vestimenta nos resultan invariablemente familiares a los pajeros que alguna vez consumimos comics o revistas eróticas), pero es dinámico, generoso a la hora de dibujar fondos, hábil para ampliar el menú de enfoques y angulaciones, y está apuntalado por un trabajo magnífico del colorista Kike Espinoza. Espinoza logra combinar con naturalidad y talento el clima mugriento de la ciudad (típico del policial negro), con el neón y la tecnología futurista, y con el aura mágica de las hadas. No es poco, y Warrior-M se beneficia mucho de esta gran simbiosis entre el grafismo bien clásico, bien aventurero de Goiriz y la paleta de Espinoza. "La Joya" está lejos de ser un trabajo realmente relevante en el contexto de la increíble carrera de Robin Wood, y si reviste algún interés particular (más allá del mero entretenimiento) es porque probablemente se trate de una de sus últimas obras... o al menos fue publicada cuando el ídolo ya se había retirado de la profesión. Nada más, por hoy. Nos encontramos el miércoles a las 22:30 en la nueva emisión en vivo de Agenda Abierta (obviamente en el canal de YouTube de Comiqueando), o con nuevas reseñas, acá en el blog.

jueves, 18 de septiembre de 2025

DOS CLÁSICOS DE SIEMPRE

Hoy tengo para comentar aventuras relativamente recientes de dos personajes con larguísima andadura en el mundo de las historietas. Empiezo en 2014, cuando la editorial Hermes le encarga al maestro Howard Chaykin que reformule, actualice o reactive de alguna manera a Buck Rogers, un personaje que llegó a las viñetas en 1929 de la mano de Dick Calkins y desde entonces se convirtió en el pionero absoluto en el campo de la ciencia ficción. De hecho, un personaje hoy mucho más recordado como es Flash Gordon, existe gracias al enorme éxito que tuvo Buck Rogers en aquellos años. Chaykin ya había revitalizado viejos conceptos como The Shadow y Blackhawk, así que habrá dicho "qué le hace una mancha más al tigre", y se puso manos a la obra para repensar los mitos de Buck Rogers en el Siglo XXI. El principal aporte del maestro es el de la entrada en juego de un contexto político. Buck es un héroe con conciencia social, que ya desde su juventud a principios del Siglo XX se dio cuenta de que los oprimidos se tienen que unir para combatir a los opresores, que son poderosos, pero poquitos. Tras su larguísimo letargo, ahora nos lo encontramos en el Siglo XXV, donde su plan es el mismo: ponerle freno a las luchas intestinas entre las facciones de estadounidenses que sobreviven en un país sometido por invasores chinos, lograr una alianza entre todos y mandarse juntos, a derrotar a los usurpadores y recuperar el país que aman. Esta vez, la aventura de ciencia ficción de buenos contra malos, con naves espaciales, mochilas propulsoras y pistolas que tiran rayitos, se da en un contexto de revolución contra el poder establecido. Buck convence (no sin esfuerzo) a Wilma Deering y al resto de los cabecillas de los distintos grupos rebeldes de apoyar una movida muy arriesgada para detectar las debilidades de la ocupación china, y asestarle un golpe letal antes de que los invasores liquiden definitivamente a los pocos yankis que quedan en pie. De eso se trata, básicamente, Grievous Angels. Lo más llamativo es que Chaykin no incorpora uno de sus elementos predilectos, que es el sexo. Acá no se coge, no se habla de coger y ni siquiera aparece la palabra "fuck". Este es un Chaykin apto para todo público, con diálogos afilados y momentos muy impactantes, pero acotados a lo que ya mencionamos: la aventura (intensa, vibrante) y el contexto político. Comparada con otras obras del ídolo, la trama de Grievous Angels es bastante lineal, menos enroscada. No llegás al final del tercer episodio pensando cómo corno va a resolver todo el despelote que se armó en el episodio que le queda, sino que (salvo el primer episodio, que funciona como presentación de los personajes y el mundo de Buck Rogers para quien no lo conoce) en general toda la historia avanza de manera bastante clara y orgánica hacia la confrontación final entre Buck y sus aliados y los invasores. No me quiero extender con largas loas a la faz gráfica de Buck Rogers: Grievous Angels porque en los años que lleva el blog ya vimos unas cuantas obras de Howard Chaykin dibujadas en este siglo, incluso muchas de ellas con el mismo colorista que lo complementa esta vez, el siempre sólido Jesús Aburtov. La narrativa, la puesta en página, el trazo, es todo 100% Chaykin, todo muy fiel a la impronta del ídolo que ya vimos unas cuantas veces (igual para los que somos fans de Chaykin, nunca es suficiente). Y obviamente está buenísimo todo, a años luz de los dibujantes del montón con los que suelen llenar las páginas de sus revistas las editoriales del mainstream yanki. Si nunca leíste comics de Buck Rogers, empezá por acá, que lo de Calkins es absolutamente ilegible.
Nos vamos a 2020, cuando la tremenda dupla integrada por Jul y Achdé se despacha con una aventura de Lucky Luke que acá se publicó como "La Tierra Prometida". De nuevo, no quiero perder tiempo hablando del dibujo, porque en otras reseñas de álbumes de esta serie ya conté qué opino del trabajo de Achdé y de cómo esta bestia del Noveno Arte (cuyo verdadero nombre es Hervé Darmenton) honra y perpetúa el inmortal legado de Morris. Por el lado del guion, Jul se enfrenta a dos grandes desafíos. Primero que nada, encontrar algo nuevo para hacer con un personaje que ya tiene casi 100 álbumes a sus espaldas y que ya vivió una cantidad de aventuras tan brutal, que es casi imposible no repetirse. Pero al guionista se le ocurre un argumento original: Lucky Luke debe escoltar a una familia de judíos ortodoxos que llegan desde Europa y necesitan atravesar buena parte del salvaje Oeste para llegar a la tierra prometida, un pueblo llamado Chelm City (como una ciudad de Polonia) en la que ya se han asentado unas cuantas familias de origen judío. Y ahí llega el segundo desafío: satirizar las costumbres de estos personajes, percibidos por Lucky Luke y Jolly Jumper como extravagantes y bizarros, sin faltale el respeto a la religión judía. Buena parte del humor de este álbum se sostiene en ese contrapunto entre un cowboy simple, sin el menor contacto con la religión, ni con la tradición judía, y esta familia que respeta a rajatabla ritos extraños, rebuscados, incómodos, que hacen aún más traumática su adaptación a estas tierras inhóspitas que deben recorrer. Jul se caga de risa de la idishe mame, de los voluminosos libros religiosos, de la forma en que los judíos ortodoxos excluyen de su dieta un amplio espectro de comidas, y un larguísimo etcétera, siempre pensando en conseguir la complicidad del lector, sea judío o no. Obviamente no se puede zarpar mucho en la sátira, precisamente por eso: estos álbumes se leen mucho en países con grandes colectividades judías, y además siempre está flotando la sombra de René Goscinny, que también venía de esa tradición. Pero Jul es muy capo y logra un muy buen equilibrio entre esta sátira de las costumbres judías, su choque con las tradiciones de cowboys, milicos y tribus indígenas de los EEUU y -lógicamente- la aventura en la que vuelan tiros, flechazos y piñas. Tal vez lo más flojo sea el villano, que ya desde la primera secuencia en la que aparece se nota que no está a la altura del plan que urde para amargarle la vida a Luke y sus acompañantes. Tanto fracasa este pobre Ned, que Jul se termina deshaciendo de él unas 11 páginas antes del final. Claramente no pongo a La Tierra Prometida en mi selección de las mejores historias de Lucky Luke, porque Jul y Achdé ya me ofrecieron álbumes mejores que este. Pero la verdad que lo disfruté bastante, me entretuvo, me reí mucho con los chistes (tiene referencias a Batman, Star Wars, los Hermanos Marx y un montón de boludeces más) y en varios momentos sentí esa magia que sentía de pibe cuando leía los Lucky Luke de Goscinny y Morris... lo cual ya es un montón. Gracias totales, nos reencontramos pronto acá en el blog y el miércoles 24 en el canal de YouTube de Comiqueando, donde tendremos un nuevo programa en vivo de Agenda Abierta. Hasta entonces.

lunes, 15 de septiembre de 2025

FLASHBACK A 2019

Por esas casualidades del universo, hoy tengo para reseñar dos novelas gráficas aparecidas en 2019. Allá vamos. Empiezo en Estados Unidos, donde First Second publica Pumpkinheads, un trabajo escrito por Rainbow Rowell (de recordado paso por She-Hulk) y dibujado por Faith Erin Hicks, a quien vimos en su faceta de autora integral un lejano 07/12/12. Y quiero hablar primero del dibujo, porque realmente es asombroso el salto de calidad que le vemos pegar a Hicks entre aquella Friends with Boys y esta obra. Como en toda historieta muy hablada, a veces tiene secuencias en las que se repiten mucho los planos, pero el trazo en sí, la construcción de los personajes, de los fondos, los detalles, las expresiones de cuerpos y rostros, todo eso es impecable y demuestra que Hicks no se durmió en los laureles y se esforzó grosso para mejorar. El color, a cargo de Sarah Stern, también es muy notable y está en perfecta sintonía con lo que quieren contar Hicks y Rowell y con lo que viene a buscar el público que suele acercarse a este tipo de novelas gráficas apuntadas (en principio) al segmento de las lectoras adolescentes. El guion de Rowell es tranqui, básicamente una celebración de la amistad y de las cosas simples de la vida. Josie y Deja trabajan todos los otoños en una especie de Fiesta Nacional de la Calabaza, que llega a su fin en la noche de Halloween, y este es el último año en que se van a encontrar para compartir esos días, porque después casi todos los chicas y chicas se van a estudiar a universidades de distintas latitudes. Mal y tarde, Josie se acuerda que nunca se encaró a Marcie, la piba que le gusta desde el primer día, y Deja se va a poner como objetivo que eso suceda. En medio del festejo de Halloween, con esta especie de "Disneylandia de las calabazas" a full de gente que viene a visitar las atracciones y a probar las más variadas propuestas gastronómicas basadas en esta popular hortaliza, Deja le va a meter una cantidad bestial de fichas a su amigo para que este se anime a encontrar a Marcie y decirle que gusta de ella. No va a ser fácil, primero porque Josie es el típico goma que le pone a su trabajo una dedicación y una responsabilidad desmesuradas (de esas que los patrones no te pagan jamás), después porque es bastante tímido, y después porque el propio caos de esta granja de calabazas convertida en parque de atracciones va a interferir en los planes de Deja. De alguna manera (divertida, pero un tanto forzada), Rowell saca de la galera una peripecia atrás de otra para que los protagonistas recorran toda esta granja/ feria, lo cual Deja va a aprovechar para probar toda la amplia variedad de comidas (dulces, saladas, picantes) que se ofrecen en los distintos sectores. Con muy buen ritmo y diálogos muy bien escritos, que suenan 100% reales, la guionista nos va a guiar a lo largo de todas esas horas repletas de encuentros, desencuentros, volantazos y revelaciones que van a terminar por redefinir (casi en tiempo suplementario) la relación entre Deja y Josie que es, sin ninguna duda, el sostén de toda la trama de Pumpkinheads. Repito que se trata de una historia tranqui, sin mayores pretensiones, pero que funciona muy bien y que resulta atrapante y hasta por momentos encantadora en varios niveles. A mí, que no soy para nada el público al que apunta la obra, me re gustó; y supongo que si se la doy a una piba de 13-14 años, la va a amar con toda su alma. El libro es medio delictivo porque incluye demasiadas páginas que NO ofrecen historieta, pero más allá de ese detalle, me animo a recomendar Pumpkinheads a cualquier lector que quiera leer buenas historias y descubrir personajes entrañables.
Sigo en 2019, pero ahora me vengo más cerca, a Perú, para embarcarme en El Convoy, una aventura de casi 80 páginas en blanco y negro escrita y dibujada por Eduardo Romero, un autor al que nunca había oído nombrar. Esta vez la gran sorpresa es el guion, y sobre todo la profundidad que Romero logra imbuirle al protagonista, el implacable Mikael Lucius. Con un pulso narrativo firme y cautivante, el autor lleva adelante un relato que empieza realista y gradualmente incorpora algunos elementos fantásticos, hasta llegar a un final enigmático, perturbador, que abre la puerta de una eventual secuela, ya jugada 100% a lo fantástico. El hilo conductor de El Convoy es, sin dudas, la ambición de Lucius y su viaje plagado de muerte, violencia y traición. Los flashbacks terminan de establecer la personalidad y el tamaño, la magnitud de la codicia que impulsa a este humano de carne y hueso a una ordalía que solo una criatura de origen mítico o divino podría afrontar. No quiero revelar mucho más acerca del argumento para no spoilear, pero es básicamente eso: la travesía a todo o nada de un buque mercenario, capitaneado por un tipo complejo, ambiguo, capaz de cualquier cosa con tal de cumplir la misión y cobrar su recompensa. En materia de dibujo, me voy menos conforme. Romero trabaja en un estilo realista clásico, y tiene un amplio dominio de la puesta en página, mucha variación de encuadres, buen trabajo en la iluminación, buen manejo del claroscuro... Sin embargo la faz gráfica está lastrada por unos cuantos problemas (ninguno demasiado catastrófico) en la anatomía y en las expresiones faciales, que son los rubros en los que Romero definitivamente necesita mejorar. No tengo dudas de que, con un dibujante más afianzado, El Convoy sería una obra maestra de la aventura. Me imagino este guion dibujado por Juan Giménez y me da un ACV... pero bueno, lo tenemos a Eduardo Romero, que -por lo que cuenta la solapa del libro- para cuando publicó El Convoy ya estaba trabajando en otra novela gráfica que, esperemos, marque un paso adelante en su carrera, a medida que va puliendo su dibujo. Como guionista, estas páginas le alcanzan para sentarse en la mesa de los grandes. Y nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

jueves, 11 de septiembre de 2025

JUEVES DE DIBUJANTAZAS

Tengo un par de libritos más leídos, así que vamos de una con las reseñas. Para hablarles de Transat, la novela gráfica de Aude Picault publicada en Francia en 2009, necesito clavar un flashback fuerte al 28/02/17, cuando hablé de otra obra de la misma autora, porque la verdad que las similitudes son demasiadas. En ese momento yo hablaba de un comic dibujado con "un trazo simple, fresco, con una línea hiper-clara, con mucha atención por el lenguaje corporal y las expresiones faciales, un gran manejo de las onomatopeyas, un tratamiento hermoso del color y un recurso que está bueno para transmitir la sensación de libertad, de descontrol en el sentido de escasez de reglas: Picault no le dibuja los marcos a las viñetas en toda la obra, como lo hiciera alguna vez el glorioso Will Eisner". Bueno, en Transat no hay color, es todo blanco y negro, pero el resto se aplica tal cual, sin cambiar una coma. El dibujo de Picault está todavía mejor que en Charanga, más angelado, más trabajado. Incluso hay momentos en los que abandona esa sencillez (absolutamente engañosa: dibujar así es un laburo de locos) para regalarnos páginas recontra-cargadas de líneas, en las que nos impacta con paisajes alucinantes, postales tanto diurnas como nocturnas en las que nadie habla, y es todo clima, todo fiesta para los ojos. El jueguito de no dibujar los bordes de las viñetas acá es más extremo, más jugado (valga la rebuznancia), más a tono con esa sensación de que lo que nos está contando Picault en esta obra es una especie de crónica en tiempo real, a mano alzada, de los sucesos que componen la trama de Transat. Y vuelvo a otro punto de la reseña de Charanga, en el que la caracterizaba como "una historieta que logra algo muy difícil: mantener nuestra atención durante casi 90 páginas sin nada parecido a un conflicto fuerte, sobre el cual apoyar el desarrollo del argumento". Bueno, lo mismo se aplica a Transat, pero multiplicado casi por dos, porque esta es una obra de 165 páginas. -Pará, ¿me estás jodiendo? ¿165 páginas sin un conflicto fuerte, no será mucho...? No, no. Posta que la historia tarda un poquito en arrancar, pero incluso en esa larga previa, hay tantos diálogos copados que se hace entretenida. Finalmente, la trama se presenta más o menos así: la autora (y protagonista, porque es un comic autobiográfico) está medio hinchada las pelotas de una ciudad que la agobia y una rutina que la frustra y decide empezar a navegar. Estudia sobre navegación a vela, se baja de la bici para subirse a un barquito, y se empieza a cebar cada vez más, hasta terminar como parte de la tripulación de un velero que ¡cruza el Océano Atlántico!, obviamente haciendo el trayecto más corto, que sería desde el Noreste de Brasil hasta el Noroeste de África. Pero después siguen, hasta entrar al Mediterráneo, bordeando las costas africanas, y recién en Marsella los tripulantes del Zodiac se despiden y siguen por tierra, cada uno a su casa. Y la historia es eso: la vida de una chica que lo único que hizo en su vida fue dibujar historietas, ahora convertida en marinera. Las charlas con el resto de la tripulación, los lugares exóticos que recorren, las cosas que pasan a bordo del barco... y cómo esta zarpada experiencia le cambia la cabeza a Aude y se le ordenan un montón de cosas que tenía ahí, medio despelotadas. Podría seguir escribiendo párrafos y párrafos sobre Transat, pero vamos a dejarlo ahí. Simplemente subrayar que es muy difícil de conseguir en castellano, porque la editó Sins Entido en 2010, imprimió una tirada chica (con el título de "Travesía") y nunca se reeditó. En francés sí, hay varias ediciones, tanto chetas como populares. Ojalá muchos más lectores descubran esta pequeña gema del Noveno Arte.
Vamos a EEUU, año 2016, cuando DC Comics publica una antología llamada "Legends of Tomorrow", en la que distintos equipos creativos trabajaban con personajes tercerones, de esos que ni en pedo sostienen una revista propia. Estaban los Metal Men, Firestorm, Metamorpho, y lo más invendible del universo: Sugar & Spike. Sí, los pibitos creados por el maestro Sheldon Mayer en 1956 como un comic humorístico apuntado a los más chicos, ahora tienen veintipico de años y se dedican a resolver casos complejos vinculados a los superhéroes. El guionista no es otro que el inolvidable Keith Giffen, quien nos presenta a una Sugar implacable, mala onda, sin un ápice de empatía o de piedad, y a un Spike más buenazo, enamorado en secreto de su amiga de toda la vida. Por supuesto entrelazados en una relación bien de comedia televisiva al estilo Moonlightning, con mucho diálogo, mucho retruque, repleta de comentarios que subrayan lo bizarro, lo absurdo de lo que está sucediendo en las tramas. Ojo, el resultado no es TAN cómico. Giffen abusa un poquito de ese esgrima verbal y termina por saturar un toque, como pasaba en su etapa al frente de la Doom Patrol. Pero el atractivo está en los casos en los que se involucran. Como en los gloriosos tiempos de Ambush Bug, acá Giffen elige con certera mala leche aventuras bien ridículas de las que publicaba DC en los ´50, ´60 y ´70, esas que introducían en la "continuidad" elementos totalmente insostenibles como Batman con el traje de cebra, la isla con forma de Superman, el casamiento de Wonder Woman con un mosntruo, o el querido Itty, esa especie de plantita alienígena que acompañaba a Hal Jordan en sus aventuras especiales. Son bizarreadas bien de otra época que con solo mencionarlas desencadenan el inevitable "bwa-ha-ha", y en cada una de las seis historias, Giffen aborda una de ellas en un contexto no de delirio extremo como en Ambush Bug, sino en el marco de una investigación parapolicial que llevan adelante los protagonistas. Dije que son seis y nombré cuatro: también hay una con el Colonel Computron (olvidadísimo enemigo de Barry Allen) y una con la Legion of Super-Heroes, que para mi gusto es la más lograda. Con esta dinámica, la serie (miniserie, en realidad) logra variedad de argumentos y situaciones, siempre sorprendentes para el lector. Sobre todo para los viejos meados que sabemos que estos argumentos fumancheros no son inventos de Giffen, sino que son cosas que pasaron POSTA en las historietas de tiempos pretéritos, y que (como aquellas con las que jodía Ambush Bug) DC se esforzó y se esfuerza por barrer abajo de la alfombra. Capaz que para los más jóvenes, que se subieron al Universo DC con los New 52, o el Rebirth, esto no tiene mucho sentido, pero Giffen pone todo para que las historias te interesen igual, aunque no tengas la menor idea de quién era el Lamplighter o la Miracle Machine. Y casi me voy sin hablar del dibujo, a cargo de la exquisita brasileña Bilquis Evely, acá todavía no tan afianzada como en sus trabajos posteriores. Esta es una Bilquis más tímida, si se quiere, que trata de no despegarse mucho de la estética tradicional del mainstream, de esos dibujantes casi irreconocibles entre sí, onda Pat Oliffe, Tom Derenick, Chad Hardin y tantos otros. Ya se nota que hay otra elegancia en el trazo, pero todavía no estalló la magia que hace que hoy Evely sea una dibujante de primera línea. Si sos fan de los rincones bizarros y extraños del Universo DC, o termo de Keith Giffen, o querés seguir la carrera de Bilquis desde sus inicios, no te pierdas Sugar & Spike: Metahuman Investigators. Por suerte hay un TPB que compila todas las historias que en su momento salieron en Legends of Tomorrow, así no tenés que rastrear las revistas ni fumarte historias de otros personajes que por ahí no te interesan en lo más mínimo. Perdón por la extensión desmesurada de los textos, y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.