el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 20 de abril de 2019

SABADO TRANQUI

Sábado pachorro y con un clima espectacular, ideal para sentarse a escribir unas reseñitas.
Tengo una hermosa tanda de álbumes de Spirou que conseguí en 2017 y que recién ahora empiezo a leer. Cronológicamente, el más antiguo es La Mina y el Gorila (en la edición original es el Vol.11 de la serie y se titula Le Gorllle a Bonne Mine), una historieta que el maestro André Franquin serializó en las páginas del semanario Spirou allá por 1956. Se trata de una aventura breve, apenas 40 páginas, por eso en la edición francófona la complementaron con una segunda aventura. Esta edición española, lamentablemente, ofrece sólo las 40 planchas de “Le Gorille…”. Cuanto más escucho hablar a los que saben, más me convenzo de que Grijalbo se mandó todas las cagadas habidas y por haber y que, si me alcanzan los años de vida, tendría que esforzarme por cambiar todos esos álbumes españoles de Spirou, Astérix, Lucky Luke, Valérian y Blueberry por las ediciones en francés. Es un planteo medio utópico, pero estoy seguro de que si alguna vez lo concreto, voy a descubrir miles de genialidades que en aquellas ediciones gallegas no están.
En cuanto a la aventura en cuestión, La Mina y el Gorila ofrece una trama muy simple, muy lineal, muy jugada a una revelación supuestamente impactante, que llega en la página 36 pero era bastante predecible 30 páginas antes. Es una aventura sólida, con peligros reales y jodidos (por suerte Franquin tiene a mano al Marsupilami para resolver todo con clase y categoría, como el Number One que es), con Fantasio y Spip prácticamente al pedo y con el detalle de no retratar a los nativos africanos como bestias bípedas infantiloides y supersticiosas. En el dibujo, Franquin no se guarda ningún estereotipo a la hora de dibujar a los guerreros de la tribu Wagundu, pero en el guión los trata (dentro de todo) bastante bien.
Y ya que mencioné el dibujo, no puedo cerrar la reseña sin subrayar que acá, en 1956, André Franquin alcanza la perfección. Después la va a llevar más allá, le va a dar una vueltita más para que su trazo sea un poquito menos “careta” y más personal. Pero el nivel al que llega en este álbum alcanza y sobra para ponerlo entre los grandes maestros de la historieta del Siglo XX. Acá se ve el Franquin seminal, al que estudiaron exhaustivamente todos sus seguidores, desde los más serviles hasta tipos como Yves Chaland que se atrevieron a modernizar, o a reformular la siempre vigente estética de la línea clara de Marcinelle. Gloria eterna para Franquin, a quien prometo volver a visitar pronto.
Salto brutal a Argentina, año 2018, cuando se edita Übertraven, un álbum con dos historias escritas por Daniel Basilio y dibujadas por Ramiro Pasch, a quienes jamás había oído nombrar. Me encontré con dos historietas (una de 19 páginas y una de 20) muy extrañas, muy distintas a todo lo que leí hasta ahora.
Los textos y las ideas de Daniel Basilio me parecieron alucinantes. El tipo escribe nivel Alan Moore, con un vuelo, unas imágenes, una sofisticación, una elaboración en la prosa que prácticamente no existe en la historieta actual. Posta, cada bloque de texto me dejó más atónito que el anterior. Lo que no logro entender es por qué decidió convertir esas ideas en historietas, porque no tienen mucha estructura de relato. Por supuesto les sobra lirismo para inspirar unas imágenes fastuosas, pero les falta esa intención más narrativa (más prosaica también, si se quiere), que las haría mucho más “historietables”. No pretendo que una bestia que escribe como Basilio se baje los lienzos para contarme la enésima batalla de Buenos contra Malos, pero podría aparecer una veta más narrativa, como en algún tramo de la segunda historia, en la que por momentos la estructura se asemeja a la de un cuento de H.P. Lovecraft. Obviamente quiero ver más trabajos de esta prodigiosa pluma rosarina.
El dibujo de Ramiro Pasch lucha contra dos gigantes de seis metros, con tubos del grosor de un subte y llenos de pinches tipo Doomsday: uno es el texto, que (como ya dije) no es muy “historietable”. Cuando te tiran un texto como el de Basilio lo mejor que podés hacer es dejar que tu dibujo vuele, que se vaya al carajo y más allá, ni intentar ponerlo al servicio de “contar la historia”. Pasch incursiona con bastante buen tino en ese camino, pero además arma secuencias y trata de encauzar en cierto modo las ideas de Basilio hacia un relato. Muy a mi pesar, se copa mal con la grilla menos narrativa de todas, la de dos cuadros uno arriba y uno abajo, pero bueno, necesita espacio para que el dibujo se luzca.
¿Por qué? Porque (acá está el otro gigante contra el que Pasch pierde por goleada) mete demasiado en cada imagen. Demasiados elementos, demasiadas texturas, demasiadas rayitas y puntitos. Ni hace falta aclarar que sólo los virtuosos pueden alcanzar ese dominio de la técnica. Pero en función de estas historietas, sobra carga gráfica. En la segunda historieta lo veo mejor a Pasch, en un sendero entre autores locos de El Víbora y el maestro Richard Sala. De hecho hay un par de personajes que parecen haberse fugado de un comic de Sala. Por ese lado creo que Pasch puede encontrar una estética muy interesante y con muchas posibilidades narrativas.

Y nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas, acá en el blog.

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