Los dos libritos que acabo de leer parecían, a priori, muy distintos
entre sí. Pero una vez leídos, me resultó llamativa la cantidad de similitudes
que les encontré. Ahí vamos.
La aventura empieza en Francia, en 1982, cuando Tramber y Jano
realizan un álbum de Kebra que marcaría la separación de la dupla autoral. Esta
vez, en lugar de protagonizar historias cortas, Kebra se pone al hombro un
relato de 40 páginas, Le Zonard des Etoiles, publicado en España como “El
Macarra del Espacio”.
El dibujo de estas 40 páginas es impresionante, muy superior a los
episodios anteriores e incluso a los álbumes posteriores, en los que Jano
seguirá en solitario al frente de las aventuras de esta rata atropomórfica. El
trabajo y la imaginación que pusieron los autores para esta epopeya de
ciencia-ficción es infernal, como si le quisieran mojar la oreja a Moebius o a
Philippe Druillet. La narrativa es brillante, las onomatopeyas, el color, todo
está cuidadísimo y se disfruta a full.
¿Qué hace Kebra en una epopeya de ciencia-ficción? Bueno, ese es otro
tema. El guión de El Macarra del Espacio es bastante blandito, apenas una
sucesión no muy bien concatenada de peripecias por las que atraviesa Kebra, no
exentas de impacto, pero en las que el personaje básicamente no avanza nunca un
milímetro. El pibe (digámosle así) viaja a otros planetas, participa de una
guerra intergaláctica, se levanta a una princesa, queda varado en un desierto,
viaja en el tiempo al futuro remoto de la Tierra… y no se mueve nunca de su planteo
original, el de las breves historietas ambientadas en los suburbios de París:
lo suyo es sobrevivir, morfar de arriba y ponerla cada tanto, sin importar a
quién hay que cagar. Se supone que una ordalía de esta envergadura le puede
enseñar algo más, pero no.
Por otro lado, al aferrarse a la fórmula del típico guión de
aventuras, El Macarra del Espacio es –lejos- la aventura más violenta de Kebra.
Todo el tiempo aparecen conflictos, que los autores resuelven por medio de
peleas, tiros, explosiones, naves que se estrellan unas contra otras y batallas
campales. Por suerte en medio de todo este despelote aparecen algunas escenas
más tranqui (muy bien resueltas) y alguna idea limada que no pasa por la
machaca. No es un álbum que ofrezca mucho más que la bizarra acumulación de
peripecias, pero sólo por el dibujo ya garpa pegarle una leída.
Salto a 2014, cuando se publica Nemo: The Roses of Berlin, la segunda
novela gráfica protagonizada por Jenni Nemo, la hija del mítico capitán, a
cargo de la dupla insumergible: Alan Moore y Kevin O´Neill, en la época en la
que habían dejado de lado a la League of Extraordinary Gentlemen para
concentrarse en este atractivo spin-off. Nunca conseguí Heart of Ice (la
primera novela de Nemo), por eso me costó entender un par de cosas, pero el
propio relato me fue explicando todo.
Acá también, el dibujo está fuera de escala. Lo que dibuja O´Neill en
estas 50 páginas no tiene nombre, es de otra realidad. Esa versión alternativa
de la Alemania nazi, emparentada con la Alemania del cine expresionista de los
años ´30, es sencillamente inolvidable. Las expresiones faciales, las escenas
de acción y las ilustracioness de las retiraciones de tapa y contratapa son
algunos de los puntos más altos dentro de un trabajo sublime de este monstruo sin
límites.
El guión de Moore, por su parte, está bien provisto de referencias
literarias y cinematográficas (no las vamos a enumerar, no hace falta) y
plagado de diálogos magníficos. El problema es el argumento, muy sencillo, muy
lineal, donde lo único impredecible es el precio que van a pagar “los buenos”
por la victoria. Como Kebra en su saga espacial, acá vemos a Nemo no moverse un
milímetro de su personalidad: con casi 50 años, sigue siendo la mina dura,
decidida, con un coraje y un orgullo sin parangón, que va para adelante como
una locomotora a conseguir su objetivo (en este caso, rescatar a su hija y su
yerno de las garras de los villanos cuasi-nazis) sin medir las consecuencias. Así
se desencadenan una otras otra unas escenas de pelea inmensas, casi de
blockbuster hollywoodense, en las que la apuesta sube cada vez más hasta llegar
al mano a mano final con la principal antagonista. Y no hay mucho más que eso,
que está muy bien, es atrapante, intenso, emotivo… pero claro, uno espera un
poquito más de un genio como Alan Moore. Aún así, Roses of Berlin me dejó muy
manija como para conseguir Heart of Ice, porque los personajes están
obscenamente bien trabajados, el mundo es el mismo de The League…, y seguramente
O´Neill me va a sorprender con otra hecatombe nuclear como la que causó en mis
retinas en esta novelita.
Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas,
acá en el blog.
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