Sigo avanzando con las
lecturas y me voy a 2012, cuando Yukiko Seike (creo que es una mujer, pero no
estoy seguro) adapta al manga 5 Centímetros por Segundo, el film animado con el
que Makoto Shinkai rompió todo a fines de la década pasada. Yo había escuchado
hablar bastante de la obra de Shinkai, y siempre muy bien. Así es como, cuando
vi el manga a buen precio (hermosa edición de Vertical en un masacote de más de
450 páginas) no dudé en entrarle.
Al leerlo recordé una vez
más por qué no me engancha la historieta romántica japonesa. Ojo, no es culpa
de Yukiko Seike. El dibujo de este manga es excelente, no sólo para los
standards del típico manga romántico, sino a nivel general. Es una historieta
visualmente exquisita, con las secuencias muy bien pensadas, las pausas bien
puestas, unos silencios de increíble elocuencia, un manejo de los climas
apabullante… todo buenísimo, de verdad. Los fondos, la aplicación de los
grises, esas viñetas en las que vemos a Kanae practicando surf... puntos altísimos
en un gran trabajo de una mangaka que obviamente no aspira a un nivel de
genialidad cercano al de Inio Asano, pero despliega una cantidad de virtudes
muy, muy notable.
Por el otro lado, el
argumento y el guión me parecieron un embole. Tohno, el protagonista, es un
pecho frío insoportable. Y la idea de que el tipo fracase en varias relaciones
sentimentales porque no puede olvidar a su amigovia de los 13-14 años tampoco
tiene mayor sustento. Imaginate una historia de amor sin besos, donde los
personajes no sólo no garchan, sino que ni siquiera se tocan. 5 Centímetros por
Segundo narra en 460 páginas la historia de amor entre un chico y una chica que
se ven por última vez en la página 154. De ahí en más, Akari será un fantasma
en la vida de Tohno que seguirá siempre ahí, para asegurarse de que este pobre
gil nunca sea feliz. No es el tipo de historia romántica que me interesa leer,
posta, aunque Yukiko Seike tire magia para que el relato me resulte enormemente
atractivo a la vista.
Me voy con otros chicos de
15 años que se enamoran, pero estos además bailan, se ponen en pedo, se drogan, cogen y matan
gente a lo bestia. Estoy en el Vol.2 de Deadly Class (el Vol.1 lo vimos el 07/06/17)
y noto con alegría muchas mejoras en este tramo de la serie creada por Rick
Remender y Wes Craig en 2014. Los textos son espectaculares: acá realmente se
ve que Remender se mete a fondo en la mente de los personajes, tiene clarísima
la línea que quiere bajar y le agrega una dimensión casi poética a la trama de
machaca, sangre y corrupción extrema. El flashback a la infancia de Marcus es
tremendo y se destaca en un contexto en el que todo el tiempo suceden cosas
impactantes, ya sea por lo zarpado de la violencia, o por los niveles de mala
leche, o por los volantazos que pega Remender en las relaciones entre los
chicos que protagonizan la serie, que sin duda son un eje importantísimo de
Deadly Class. Hay tiros, descuartizamientos, torturas, drogas, piñas,
espadazos, flechazos, gente que muere en explosiones o morfada por perros
antropófagos, pero lo importante son siempre los vínculos. El amor, la amistad,
la lealtad… o la falta de ellos, por supuesto.
Al alud de referencias
ochentosas que vimos en el Vol.1 se suma ahora una buena dosis de referencias a
otras historietas (de los ´80, claro), ya que el protagonista consigue trabajo
en una comiquería. Y por si tuviéramos poco con la violencia y las puteadas,
Remender nos tira la fatality con una escena desopilante en la que juega fuerte
a la escatología, un recurso que aparece poco en las historietas de corte
“aventurero”. Obviamente quedé muy cebado como para leer más, o incluso para
ver qué onda la serie de TV, que según dicen está muy buena.
Pero claro, la serie de TV
tiene actores y el comic tiene los dibujos de Wes Craig, que acá está incluso más
pasado de rosca que en el Vol.1, cada vez mejor complementado por la paleta de
Lee Loughridge. Craig tira esa magia tan rara en el comic yanki que hace que
uno sienta que dibujar así es muy fácil. Trazos simples, un dinamismo
arrollador en el armado de las secuencias, criterio acertado para decidir dónde
poner los fondos y dónde omitirlos y listo: esto funciona así, al toque, el
famoso “sale con fritas”. Bueno, las pelotas. Para llegar al grado de síntesis
que ostenta el canadiense, para manejar así el claroscuro, para irte al carajo
con el expresionismo como se va Craig, para encontrarle esas vueltas tan gancheras
tanto a las escenas de diálogo como a las de acción, tenés que saber MUCHISIMO
de historieta y haber estudiado a fondo a maestros como Jim Steranko, Frank
Miller, David Mazzucchelli, Eduardo Risso, Paul Pope, incluso a mangakas onda Katsuhiro
Otomo. Excelente lo de Wes Craig, también por encima de lo que vimos en el
Vol.1.
Y nada más, por hoy.
Gracias por estar ahí y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el
blog.
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