Mientras los fans del
ajuste salvaje y la inflación descontrolada buscan archivos viejos en los que
Alberto basureaba a Cristina o viceversa, sigo avanzando con las lecturas.
Me voy a los ´80, cuando
Eleuteri Serpieri publica Druuna, la secuela de Morbus Gravis protagonizada por
la escultural morocha que da título a la obra. Estamos todavía en los albores
de la saga de Druuna, cuando Serpieri todavía trataba de llevar adelante un
relato de aventuras ambientadas en un mundo post-holocausto, signado por la
decadencia, la putrefacción y las mutaciones horrendas. Así es como en estas 62
páginas se ve un esfuerzo por hacer avanzar una trama, hay una especie de
misión que Druuna debe cumplir y eso funciona como brújula para la acción, que
tampoco es tanta. No es un gran guión, aclaremos de antemano. Parece una mala
copia de una saguita de las que escribía Ricardo Barreiro en Fierro o Skorpio,
con menos violencia, escenas oníricas intercaladas con un criterio medio
dudoso… y hasta con menos garches de los que uno espera en un comic de Druuna.
No te digo que me dejó un
poco frío, porque constaté que aún a esta edad, en los umbrales de la
ancianidad, Druuna sigue provocando revoluciones hormonales de esas que hacen
casi inviable leer este material en un lugar público, donde esté mal visto
mandarse una mano por abajo de los lienzos. Esta no es una aventura de
palo-y-palo, sino una aventura bien al palo, que no es lo mismo. Lo que falta
en materia de ritmo, de potencia narrativa, sobra en el rubro cachondeo. Ver a
Druuna en pelotas, atada, recibiendo latigazos, en esas tomas que subrayan las
redondeces de las cachas o el escote, o verla participar voluntaria o
involuntariamente de esos garches, son algunos de atractivos realmente
insoslayables que tiene esta historieta. Es un recurso berreta, efectista, pero
puesto sobre la página por un tipo que tiene un dominio de la anatomía en
general y de la femenina en particular absolutamente magistral.
Serpieri es un dotado, un
dibujante tocado por la varita mágica, que sabe sacar lo mejor del estilo
académico-realista, darle onda, fluidez, ponerlo en función de la trama (aunque
sea una trama medio pelo) y no sólo del impacto (aunque esta saga se basa mucho
en eso). Además se rompe el culo en los fondos, las armas, los monstruos… No es
solamente un dibujante de minas que están buenísimas y lucen escasa vestimenta.
Serpieri le canta “quiero retruco” en todas las viñetas a José Luis Salinas,
que es claramente su principal influencia, y a la vez se despega del maestro
cuando le agrega al dibujo esa plasticidad, ese dinamismo que por ahí asociamos
más con Alberto Salinas, o con Juan Zanotto, o con Antonio Hernández Palacios,
por citar sólo a algunos seguidores destacados del glorioso José Luis. O sea
que si te gusta esa estética (o leer historietas con una sola mano) sabés que
con Druuna la vas a pasar bomba.
Hace casi un mes, el 23 de
Abril, me tocó reseñar el Vol.1 de Nextwave, Agents of H.A.T.E. y me gustó
muchísimo. La verdad que lo que tengo para decir del Vol.2 se parece demasiado
a lo que ya escribí en la reseña del Vol.1 y no se me ocurre qué carajo
inventar para no repetirme como un ganso.
Creo que lo más destacado
del tomo es el episodio 10, cuando Warren Ellis y Stuart Immonen juegan a
disfrazarse de otros autores para mostrarnos esas secuencias limadas que
transcurren en la mente de los distintos personajes. Ya sólo con las tres
páginas dedicadas a Elsa Bloodstone en las que Immonen dibuja a lo Mike Mignola
sobraba para ganarse mi ovación, pero hubo mucho más magia y más aciertos. Y en
el episodio 11, puestos a transgredir un poco más, tenemos esa seguidilla de
seis dobles splash-pages en las que los “héroes” va avanzando por un pasillo
dentro de una base secreta llena de peligros. Acá el maestro Ellis se llama al
silencio y el Immonen clava la cámara, la deja fija a lo largo de DOCE páginas.
Sí, doce páginas sin texto, en la que vemos seis ilustraciones a doble páginas
en las que la cámara está inmóvil y lo que se mueven son los personajes. Es un
laburo demecial de composición, de puesta en escena, y de diseño de personajes
porque Immonen mete en la trifulca a los bichos más bizarros y disparatados que
te puedas imaginar, desde androides, samurais y dinosaurios a chimpancés
disfrazados de Wolverine y enanos vestidos de BDSM. Un kilombo realmente
maravilloso.
Y bueno, nada más.
Recontra-recomiendo Nextwave, sobre todo a los fans de la Justice League de
Giffen y DeMatteis. O a los que extrañan a Immonen y quieren descubrir un
trabajo muy atípico del ídolo canadiense.
Nos reencontramos pronto
con nuevas reseñas, acá en el blog.
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