Poco frío, poca gente por
la calle, día ideal para salir y boludear por ahí. Pero antes, un par de
reseñas.
Arranco a mediados de los
´80, cuando Robin Wood desempolva los guiones que se había metido en el ojete
cuando Enrique Breccia abandonó la serie Ibáñez (y la editorial Columba) y los
convierte en una nueva serie, llamada El Ángel, con una ambientación muy
similar pero ahora con Eduardo Risso como dibujante. Este segundo intento por
contar una historia ambientada en la América joven tampoco va a llegar a buen
puerto, porque El Ángel termina luego de apenas 20 episodios, cuando los
protagonistas llevan menos de 30 páginas en “las Indias”. Así es como el núcleo
de la serie, el cuerpo, el tronco, termina por ser la previa del viaje que emprenderán
el Ángel y el Encorvado en la segunda expedición organizada por el almirante
Cristóbal Colón.
Y ahí es donde Robin hinca
los colmillos y le saca un jugo maravilloso a esa España plena de
desigualdades, donde los ricos son obscenamente ricos y los pobres
desgarradoramente pobres. El Ángel juega todo el tiempo al contraste entre dos
extremos: lujos y carencias, príncipes y mendigos, opulencia y miseria absoluta.
Pero a la hora de resolver las tramas, Wood tiene muy claro que la dignidad y
la integridad suelen estar del lado de los que no tienen nada, mientras que los
supuestos nobles de nobleza tienen poco y nada. Eso es lo que me atrajo de El
Ángel. Después, el trasfondo de “el hijo de un rey criado por los indigentes”
es algo que a) no me patreció muy original y b) tiene peso sólo al principio. Más
tarde pierde bastante protagonismo en favor de otras peripecias menores, en las
que los personajes empiezan a vivir historias no muy distintas de las de
cualquier otro justiciero de los muchos que creó el prócer paraguayo hijo de
australianos. Sin ser gemas insuperables, las historias tienen fuerza, bajan
línea, son crudas, jodidas y sacan buen provecho de su ambientación. Robin no
se zarpa con los diálogos, ni agobia con los bloques de texto, que cuando aparecen
suman un montón a la hora de crear climas espesos y subirle el volumen al
dramatismo de los relatos. Y como siempre, desaprovecha buenos personajes
secundarios y villanos a los que liquida en uno o dos episodios, en vez de
hacerlos crecer a la par del protagonista.
Esta edición nos permite
disfrutar del dibujo de Risso en blanco y negro (aunque está todo un poco
quemado o empastado) y obviamente todo se aprecia mucho más que en las revistas
de Columba. Este es el Risso pre-Parque Chas, un Risso muy jugado al
claroscuro, pero que claramente todavía no había visto a Frank Miller ni a Mike
Mignola. El león de Leones acá mezcla un dibujo entre Enrique Breccia, Milo
Manara y Hugo Pratt, con tintas más densas, más para el lado de Alberto Breccia
y José Muñoz. No es el Risso glorioso de la segunda mitad de los ´80, pero está
muy por encima de la mayoría de lo que publicaba Columba en 1985. El trabajo en
fondos y vestuarios es magnífico, la narrativa está muy bien piloteada, siempre
con siete u ocho viñetas por página, con un fluir muy dinámico.
¿Se puede recomendar El
Ángel al lector que habitualmente no se aventura en el material de Columba? Yo
creo que sí, que casi todo lo que vas a leer en estas 240 páginas está bastante
más allá de la fórmula clásica columbera. Acá hay unas cuantas sorpresas
copadas, buenos textos, buen ritmo y un crecimiento del dibujante que no afloja
nunca.
Cayó en mis manos el libro
Fearless Comics, de un autor francés conocido como Samplerman. Esto es MUY
extraño, casi alienígena. Samplerman es un artista que no dibuja, sino que toma
dibujos y pedacitos de dibujos de miles de historietas norteamericanas de los
´40 y ´50, de la época del comic masivo, con cientos de géneros distintos y
miles de guionistas y dibujantes cuasi-ignotos sacando el material por kilo,
sin demasiada impronta autoral. Con esos pedacitos de viñeta, Samplerman
construye otras viñetas, que a su vez construyen otras páginas, pero no
construye historias. El material de Fearless Comics no es precisamente narrativo,
si bien se nutre de imágenes y hasta globos de diálogo que en su contexto
original servían para narrar.
Esto es parecido a lo que
hacen los DJs de música electrónica o ambient, que toman pedacitos de temas ya
grabados y los manipulan a pleno para crear otros sonidos, otros climas, otras
sensaciones. Samplerman nos propone entrar a una dimensión del delirio, del
non-sense, de la mano de una estética careta, vintage, a través de imágenes
recontra-toqueteadas, entreveradas en una danza que no se parece nada a las
historietas donde originalmente vimos esos dibujos.
Visualmente esto es muy
atractivo, y debe requerir un laburo monstruoso por parte del autor. Pero
bueno, a mí me gusta la historieta narrativa, no tanto esta onda más rara, tan
experimental, donde todo está tan jugado a las sensaciones visuales y tan poco
al relato. Para mirar y sorprenderse, la verdad que Fearless Comics está
buenísimo. Para gastar guita y espacio en la biblioteca, capaz que no.
Nada más por hoy. Nos
reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.
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