el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 19 de junio de 2020

LECTURAS DE VIERNES

Otra vez es viernes, y otra vez tengo un par de libritos leídos como para reseñar en este espacio.
Empiezo con el Vol.15 del coleccionable de Nippur de Lagash, que nos lleva una vez más a 1973 para leer “nuevas” aventuras del héroe creado por Robin Wood y Lucho Olivera, en la época en que aparecía tanto en la revista D´Artagnan como en su propio comic-book a todo color. La primera mitad de este tomo es absolutamente olvidable: historias bien de fórmula, en las que Wood no transpira para nada la camiseta y si tira algún caño para ganarse el aplauso de la tribuna, es en los bloques de texto. Pero en la segunda mitad del tomo, pasa lo que yo quería que pasara: arranca una saga, que le da dirección a la serie y al incesante vagabundeo de Nippur por el mundo antiguo. Una saga que avanza muy lentamente, para la cual Wood hace lo que yo estaba esperando que hiciera: reúne a varios personajes secundarios que juntaron chapa en los episodios anteriores y tuvieron el infrecuente ojete como para no morir, los nuclea a todos (mediante un deus ex machina inexplicable, pero bueno…), y de pronto convierte a Nippur en un héroe grupal, al estilo del que pregonaba Héctor G. Oesterheld.
Nunca había leído la saga de la búsqueda de Teseo, no sé cuánto la va a estirar Robin, no sé si el final va a estar a la altura de las expectativas que generan estos primeros tres episodios, pero el hecho de que exista, de que el guionista se haya animado a romper la rutina de los episodios autoconclusivos sin ninguna consecuencia, me parece alucinante. Incluso acá por primera vez se ve una coordinación entre los episodios en blanco y negro (dibujados por Sergio Mulko) y los episodios a todo color (dibujados por  Ricardo Villagrán), porque ahora sí, es importante leerlos en un orden predeterminado para que la saga tenga sentido.
Los dos episodios dibujados por Villagrán tienen momentos visualmente muy impactantes, resueltos con belleza y elegancia por el prócer nacido en Corrientes, y los cuatro dibujados por Mulko te hacen mirar la hora y preguntar “che, ¿falta mucho para que venga otro dibujante?”. Fuera de las poco frecuentes secuencias donde el texto “se calla la boca” y deja narrar al dibujo, los hallazgos de Mulko son muy, muy pocos. Y con tantos episodios a cuestas ya se complica digerir ese nivel tan chato. Pero espero con altísima manija el próximo tomo, para ver cómo sigue el arco argumental de Nippur y su grupete en busca de Teseo.
Salto a Francia, año 2017, cuando se publica Gérard, un álbum en el que el historietista Mathieu Sapin cuenta los mejores momentos de los cinco años en los que mantuvo un vínculo muy estrecho nada menos que con Gérard Depardieu, el actor francés más famoso de los últimos… 35 años. Depardieu es una leyenda viviente, un monstruo del cine con más de 250 películas filmadas en todo el mundo, y además –me entero leyendo este libro- una personalidad de un magnetismo casi digno de Diego Maradona.
Imaginate un tanque de 140 kilos, que morfa como una bestia, eructa, gruñe y emite todo tipo de sonidos extraños, con un carácter histriónico, que pendula entre reflexiones profundas y rabietas totalmente irracionales, un hiper-millonario amante del arte, de la política, de la filosofía, que vive solo, pero necesita estar siempre acompañado, siempre involucrado con otros en negocios y proyectos artísticos que a veces salen muy mal. Así es como Sapin me pintó a Depardieu, a mí, que hace… 30 años que no veo una película en la que participe este ícono del Séptimo Arte. Me resultó una mirada honesta, no es una hagiografía, no son 150 páginas de chuparle las medias al ídolo. Lo único que me extrañó es que no hay una sola situación que hable de la vida sexual de Depardieu: no lo vemos emprender ninguna aventura de índole sexual ni con mujeres ni con varones, y ni siquiera se habla del tema. Si comparte escenas íntimas con mujeres, es siempre en el contexto de una filmación donde ambos están actuando. Y también falta la pata escatológica. Si bien Sapin enfatiza la relación desmesurada que tiene el astro con la comida, no explora sus consecuencias, no hay flatulencias letales, ni holocaustos fecales en los que Depardieu pose su gigantesca humanidad sobre inodoros a los que reduce a escombros.
Sapin le busca el costado humorístico a casi todas estas secuencias, se regodea con las rispideces entre Depardieu y el presidente de Francia (en este momento era François Hollande) y cuestiona la amistad del ídolo con presidentes como Vladimir Putin o Ramzán Kadyrov, polémico jefe de estado de Chechenia. Pero sale mejor parado cuando trata de entender a Gérard que cuando trata de confrontarlo.
El trazo de Sapin tiene carisma, soltura y chispa para retratar la comedia cuasi-autobiográfica (porque él se convierte en inseparable compañero de su “objeto de estudio”) y el rigor documental para plasmar con jerarquía escenarios y paisajes majestuosos. Lo que le falta es un poco de originalidad, como para que uno sienta que está leyendo a un autor con un sello único, y no al enésimo “Joann Sfar de la B”. Sólo le puedo criticar ese detalle y quizás el hecho de que esto mismo se podría contar en menos de 150 páginas, en una de esas con más potencia. Si sos fan de Gérard Depardieu, o si alguna vez soñaste cómo sería convivir semanas enteras con uno de los tipos más famosos del mundo, este libro te va a enganchar, a full. Y si no, igual es entretenido, tiene secuencias muy bien narradas, diálogos muy copados y dibujos no muy originales, pero sí muy lindos de apreciar.

Gracias por todo, buen finde y hasta la próxima.

1 comentario:

El Critico Citrico dijo...

Odie el dibujo de Sergio Mulko en Nippur de Lagash de verdad.
Muchas veces ni se entiende qué pasa, dibujos muy vagos casi bocetados a veces.