Otra vez es viernes, y
otra vez tengo un par de libritos leídos como para reseñar en este espacio.
Empiezo con el Vol.15 del
coleccionable de Nippur de Lagash, que nos lleva una vez más a 1973 para leer
“nuevas” aventuras del héroe creado por Robin Wood y Lucho Olivera, en la época
en que aparecía tanto en la revista D´Artagnan como en su propio comic-book a
todo color. La primera mitad de este tomo es absolutamente olvidable: historias
bien de fórmula, en las que Wood no transpira para nada la camiseta y si tira
algún caño para ganarse el aplauso de la tribuna, es en los bloques de texto.
Pero en la segunda mitad del tomo, pasa lo que yo quería que pasara: arranca
una saga, que le da dirección a la serie y al incesante vagabundeo de Nippur
por el mundo antiguo. Una saga que avanza muy lentamente, para la cual Wood
hace lo que yo estaba esperando que hiciera: reúne a varios personajes
secundarios que juntaron chapa en los episodios anteriores y tuvieron el
infrecuente ojete como para no morir, los nuclea a todos (mediante un deus ex
machina inexplicable, pero bueno…), y de pronto convierte a Nippur en un héroe
grupal, al estilo del que pregonaba Héctor G. Oesterheld.
Nunca había leído la saga
de la búsqueda de Teseo, no sé cuánto la va a estirar Robin, no sé si el final
va a estar a la altura de las expectativas que generan estos primeros tres
episodios, pero el hecho de que exista, de que el guionista se haya animado a
romper la rutina de los episodios autoconclusivos sin ninguna consecuencia, me
parece alucinante. Incluso acá por primera vez se ve una coordinación entre los
episodios en blanco y negro (dibujados por Sergio Mulko) y los episodios a todo
color (dibujados por Ricardo
Villagrán), porque ahora sí, es importante leerlos en un orden predeterminado
para que la saga tenga sentido.
Los dos episodios
dibujados por Villagrán tienen momentos visualmente muy impactantes, resueltos
con belleza y elegancia por el prócer nacido en Corrientes, y los cuatro
dibujados por Mulko te hacen mirar la hora y preguntar “che, ¿falta mucho para
que venga otro dibujante?”. Fuera de las poco frecuentes secuencias donde el
texto “se calla la boca” y deja narrar al dibujo, los hallazgos de Mulko son
muy, muy pocos. Y con tantos episodios a cuestas ya se complica digerir ese
nivel tan chato. Pero espero con altísima manija el próximo tomo, para ver cómo
sigue el arco argumental de Nippur y su grupete en busca de Teseo.
Salto a Francia, año 2017,
cuando se publica Gérard, un álbum en el que el historietista Mathieu Sapin
cuenta los mejores momentos de los cinco años en los que mantuvo un vínculo muy
estrecho nada menos que con Gérard Depardieu, el actor francés más famoso de
los últimos… 35 años. Depardieu es una leyenda viviente, un monstruo del cine
con más de 250 películas filmadas en todo el mundo, y además –me entero leyendo
este libro- una personalidad de un magnetismo casi digno de Diego Maradona.
Imaginate un tanque de 140
kilos, que morfa como una bestia, eructa, gruñe y emite todo tipo de sonidos
extraños, con un carácter histriónico, que pendula entre reflexiones profundas
y rabietas totalmente irracionales, un hiper-millonario amante del arte, de la
política, de la filosofía, que vive solo, pero necesita estar siempre
acompañado, siempre involucrado con otros en negocios y proyectos artísticos
que a veces salen muy mal. Así es como Sapin me pintó a Depardieu, a mí, que
hace… 30 años que no veo una película en la que participe este ícono del
Séptimo Arte. Me resultó una mirada honesta, no es una hagiografía, no son 150
páginas de chuparle las medias al ídolo. Lo único que me extrañó es que no hay
una sola situación que hable de la vida sexual de Depardieu: no lo vemos
emprender ninguna aventura de índole sexual ni con mujeres ni con varones, y ni
siquiera se habla del tema. Si comparte escenas íntimas con mujeres, es siempre
en el contexto de una filmación donde ambos están actuando. Y también falta la
pata escatológica. Si bien Sapin enfatiza la relación desmesurada que tiene
el astro con la comida, no explora sus consecuencias, no hay flatulencias
letales, ni holocaustos fecales en los que Depardieu pose su gigantesca
humanidad sobre inodoros a los que reduce a escombros.
Sapin le busca el costado humorístico
a casi todas estas secuencias, se regodea con las rispideces entre Depardieu y
el presidente de Francia (en este momento era François Hollande) y cuestiona la
amistad del ídolo con presidentes como Vladimir Putin o Ramzán Kadyrov, polémico
jefe de estado de Chechenia. Pero sale mejor parado cuando trata de entender a
Gérard que cuando trata de confrontarlo.
El trazo de Sapin tiene
carisma, soltura y chispa para retratar la comedia cuasi-autobiográfica (porque
él se convierte en inseparable compañero de su “objeto de estudio”) y el rigor
documental para plasmar con jerarquía escenarios y paisajes majestuosos. Lo que
le falta es un poco de originalidad, como para que uno sienta que está leyendo
a un autor con un sello único, y no al enésimo “Joann Sfar de la B”. Sólo le
puedo criticar ese detalle y quizás el hecho de que esto mismo se podría contar
en menos de 150 páginas, en una de esas con más potencia. Si sos fan de Gérard
Depardieu, o si alguna vez soñaste cómo sería convivir semanas enteras con uno
de los tipos más famosos del mundo, este libro te va a enganchar, a full. Y si
no, igual es entretenido, tiene secuencias muy bien narradas, diálogos muy
copados y dibujos no muy originales, pero sí muy lindos de apreciar.
Gracias por todo, buen
finde y hasta la próxima.
1 comentario:
Odie el dibujo de Sergio Mulko en Nippur de Lagash de verdad.
Muchas veces ni se entiende qué pasa, dibujos muy vagos casi bocetados a veces.
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