Hoy estoy muy contento con
las obras que tengo para comentar. Me van a leer pocos “peros” y si esto
tuviera sonido, se escucharían ovaciones muy potentes.
Empiezo en EEUU, año 2016,
cuando se publica el primer TPB de Starve, una serie a la que –me parece- no se
le dio la bola que merecía. En esta distopía cada día más cercana, los maestros
Brian Wood y Danijel Zezelj se meten en el mundo de los concursos de cocina que
vemos todos los días en la tele (bah, creo yo, que cada vez que hago zapping
por lo canales de aires veo gente cocinando) y lo hacen con mucha mala leche,
muchas ganas de denunciar injusticias. Starve habla sobre todo de los lujos de
los ricos y los padeceres de los pobres, en un contexto en el que se hace un
show mediático de la desigualdad social. También habla de los vínculos
familiares, de cómo la guita corrompe todo (amistades, amores, vocaciones), del
desastre ecológico a nivel global, y también está (como en varias obras de
Wood) el canto de amor a la ciudad de New York.
Mencioné a Danijel Zezelj,
un ídolo, un fetiche de este blog, y ya habrá más de uno convencido de que lo
que más me gustó de Starve es el dibujo de este genio croata. Obviamente el
trabajo de Zezelj es fastuoso. Nunca vi a New York mejor dibujada, nunca lo vi
tan jugado a la expresividad de los personajes (que a veces le quedaban medio
maderones), y nunca lo vi dibujar tan bien a las chicas como acá, donde cada vez que aparece Angie las viñetas
explotan de belleza. Encima lo colorea el inmejorable Dave Stewart, con lo cual
sólo se puede hablar maravillas de todo el aspecto visual de la obra.
Pero no. Lo mejor de
Starve, lo que más me cebó, fue el protagonista, Gavin Cruikshank. Por primera
vez en décadas siento que acá hay un personaje que le puede hacer el aguante a
Spider Jerusalem en materia de personalidad, de complejidad y de carisma. Gavin
tiene 55 años, es un genio de la cocina, fuma como una bestia, le encantan la
marihuana y el escabio, le chupa un huevo la guita, salió del closet tarde,
cuando ya había tenido una hija con una mujer que hoy lo detesta, y no tiene
ningún drama en cagarse a trompadas con quien sea. No quiero contar nada de la
trama, pero Wood le pone muchísimo picante al regreso de Gavin Cruikshank a
EEUU y al mundo de los programas de cocina. Starve tiene un ritmo alucinante,
excelentes diálogos (los más groseros de la carrera del guionista) y
situaciones bien extremas, pero sumamente verosímiles. Creo que la historia
termina en el Vol.2, que no tengo, pero que haré lo imposible por conseguir,
porque esta primera parte me encantó.
Me vengo a Argentina, año
2019, a leer Pintamonos, un nuevo trabajo de otro guionista al que sigo a todas
partes, como es Rodolfo Santullo. Este libro ofrece cuatro historias
autoconclusivas, que giran en torno a los grandes pintores mexicanos del
segundo tercio del Siglo XX (ver reseña del 28/06/14): David Sequeiros, Frida
Kahlo y Diego Rivera protagonizan estos relatos en los que Santullo mezcla
realidad con ficción de modo magistral. El uruguayo nacido en México tira data
posta (acá me enteré, por ejemplo, que Natalio Botana no era argentino, sino
uruguayo) de un modo para nada didáctico y la condimenta con momentos de más
vuelo, donde se toma libertades en pos de que las tramas tengan conflictos
fuertes y momentos impactantes. Incluso si no te interesan las vidas, la obra y
la militancia de estos artistas, las historias de Pintamonos te van a
enganchar, porque están muy bien narradas, sin estirar ni apretar al pedo, y
con los diálogos bien afilados, como en las mejores obras de Santullo.
El dibujo está a cargo de
un Leo Sandler muy sólido, que acá trabaja en un estilo más tradicional, menos
jugado que en Raymond, que quizás sea su trabajo más notable, más
consagratorio. Acá el autor rosarino juega a que personajes, épocas y lugares
sean perfectamente reconocibles y cambia ese vuelo más loco de Raymond por un
rigor y un realismo que también le quedan muy bien, y que además va mejor con
la técnica del claroscuro, que Sandler maneja a la perfección, como vimos en la
reseña del 16/04/13.
Y acá sí hay un pero, que
pasa (como suele suceder con muchas ediciones nacionales) con la cantidad de
páginas de este libro que NO ofrecen historieta. Sobre 76 páginas, 56 páginas
de historieta es muy poco. Falta una historieta más de 12 ó 14 páginas, o sobran
10 páginas de carátulas, notas o vacío total. Yo sé que los editores se cagan
de risa cuando yo señalo esto (le dicen “la Ratio Accorsi”) y que nada que yo
haga va a terminar con este vicio ridículo de engordar libros finitos con páginas
y páginas de nada. Pero por ahí a los lectores o autores que leen esta
boludeces se les ocurre algo para hacer, alguna alternativa para plantear… o
no, por ahí les parece genial pagar por páginas en blanco y que los libros
ocupen en sus bibliotecas más espacio del que deberían.
Por supuesto eso no empaña
el gran momento que pasé leyendo Pintamomos, ni mis ganas de que mucha gente lo
descubra y lo disfrute como lo disfruté yo. Y nada más, por hoy. Nos reencontramos
pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.
1 comentario:
Disfruté mucho leyendo el libro... ahora iré por la entrevista a sus autores!
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