el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 2 de junio de 2020

MAGNIFICO MARTES

Hoy estoy muy contento con las obras que tengo para comentar. Me van a leer pocos “peros” y si esto tuviera sonido, se escucharían ovaciones muy potentes.
Empiezo en EEUU, año 2016, cuando se publica el primer TPB de Starve, una serie a la que –me parece- no se le dio la bola que merecía. En esta distopía cada día más cercana, los maestros Brian Wood y Danijel Zezelj se meten en el mundo de los concursos de cocina que vemos todos los días en la tele (bah, creo yo, que cada vez que hago zapping por lo canales de aires veo gente cocinando) y lo hacen con mucha mala leche, muchas ganas de denunciar injusticias. Starve habla sobre todo de los lujos de los ricos y los padeceres de los pobres, en un contexto en el que se hace un show mediático de la desigualdad social. También habla de los vínculos familiares, de cómo la guita corrompe todo (amistades, amores, vocaciones), del desastre ecológico a nivel global, y también está (como en varias obras de Wood) el canto de amor a la ciudad de New York.
Mencioné a Danijel Zezelj, un ídolo, un fetiche de este blog, y ya habrá más de uno convencido de que lo que más me gustó de Starve es el dibujo de este genio croata. Obviamente el trabajo de Zezelj es fastuoso. Nunca vi a New York mejor dibujada, nunca lo vi tan jugado a la expresividad de los personajes (que a veces le quedaban medio maderones), y nunca lo vi dibujar tan bien a las chicas como acá, donde  cada vez que aparece Angie las viñetas explotan de belleza. Encima lo colorea el inmejorable Dave Stewart, con lo cual sólo se puede hablar maravillas de todo el aspecto visual de la obra.
Pero no. Lo mejor de Starve, lo que más me cebó, fue el protagonista, Gavin Cruikshank. Por primera vez en décadas siento que acá hay un personaje que le puede hacer el aguante a Spider Jerusalem en materia de personalidad, de complejidad y de carisma. Gavin tiene 55 años, es un genio de la cocina, fuma como una bestia, le encantan la marihuana y el escabio, le chupa un huevo la guita, salió del closet tarde, cuando ya había tenido una hija con una mujer que hoy lo detesta, y no tiene ningún drama en cagarse a trompadas con quien sea. No quiero contar nada de la trama, pero Wood le pone muchísimo picante al regreso de Gavin Cruikshank a EEUU y al mundo de los programas de cocina. Starve tiene un ritmo alucinante, excelentes diálogos (los más groseros de la carrera del guionista) y situaciones bien extremas, pero sumamente verosímiles. Creo que la historia termina en el Vol.2, que no tengo, pero que haré lo imposible por conseguir, porque esta primera parte me encantó.
Me vengo a Argentina, año 2019, a leer Pintamonos, un nuevo trabajo de otro guionista al que sigo a todas partes, como es Rodolfo Santullo. Este libro ofrece cuatro historias autoconclusivas, que giran en torno a los grandes pintores mexicanos del segundo tercio del Siglo XX (ver reseña del 28/06/14): David Sequeiros, Frida Kahlo y Diego Rivera protagonizan estos relatos en los que Santullo mezcla realidad con ficción de modo magistral. El uruguayo nacido en México tira data posta (acá me enteré, por ejemplo, que Natalio Botana no era argentino, sino uruguayo) de un modo para nada didáctico y la condimenta con momentos de más vuelo, donde se toma libertades en pos de que las tramas tengan conflictos fuertes y momentos impactantes. Incluso si no te interesan las vidas, la obra y la militancia de estos artistas, las historias de Pintamonos te van a enganchar, porque están muy bien narradas, sin estirar ni apretar al pedo, y con los diálogos bien afilados, como en las mejores obras de Santullo.
El dibujo está a cargo de un Leo Sandler muy sólido, que acá trabaja en un estilo más tradicional, menos jugado que en Raymond, que quizás sea su trabajo más notable, más consagratorio. Acá el autor rosarino juega a que personajes, épocas y lugares sean perfectamente reconocibles y cambia ese vuelo más loco de Raymond por un rigor y un realismo que también le quedan muy bien, y que además va mejor con la técnica del claroscuro, que Sandler maneja a la perfección, como vimos en la reseña del 16/04/13. 
Y acá sí hay un pero, que pasa (como suele suceder con muchas ediciones nacionales) con la cantidad de páginas de este libro que NO ofrecen historieta. Sobre 76 páginas, 56 páginas de historieta es muy poco. Falta una historieta más de 12 ó 14 páginas, o sobran 10 páginas de carátulas, notas o vacío total. Yo sé que los editores se cagan de risa cuando yo señalo esto (le dicen “la Ratio Accorsi”) y que nada que yo haga va a terminar con este vicio ridículo de engordar libros finitos con páginas y páginas de nada. Pero por ahí a los lectores o autores que leen esta boludeces se les ocurre algo para hacer, alguna alternativa para plantear… o no, por ahí les parece genial pagar por páginas en blanco y que los libros ocupen en sus bibliotecas más espacio del que deberían.

Por supuesto eso no empaña el gran momento que pasé leyendo Pintamomos, ni mis ganas de que mucha gente lo descubra y lo disfrute como lo disfruté yo. Y nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

1 comentario:

Betina Pascar dijo...

Disfruté mucho leyendo el libro... ahora iré por la entrevista a sus autores!