el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 16 de junio de 2020

MUY BUEN MARTES

Hoy en Buenos Aires tuvimos sol, calorcito… un lujo. Y encima tengo para reseñar dos libros que me gustaron muchísimo.
Empiezo en España, en 2006, cuando el maestro Daniel Torres publica La Balada de Dry Martini, que vendría a ser el Vol.8 de las aventuras de Roco Vargas. Este es el álbum en el que Torres cierra varios plots que vimos desarrollarse en las dos entregas anteriores (El Juego de los Dioses y Paseando con Monstruos), que tienen que ver básicamente con la vida en un mundo donde los seres humanos conviven con los androides y demás criaturas con inteligencia artificial. Lo mejor que tiene La Balada de Dry Martini es que, en su intento por explicar esas zonas grises, o esos momentos medio WTF?! que le había puesto Torres a las dos aventuras anteriores, las resignifica por completo. Las recuenta desde otra óptica y les agrega capas de complejidad muy atractivas, que hacen que no te puedas resistir a releerlas ni bien terminás este tomo.
Además, esta es una obra del Torres maduro, que se toma su tiempo para que los personajes reflexionen acerca de lo que está pasando, y que se cuestionen a nivel filosófico todo esto que tiene que ver con ser o no humano. Si pensás, si podés tomar decisiones por vos mismo, si te podés rebelar, si te podés equivocar, si hasta te podés reproducir sin permiso de nadie… ¿sos una máquina? ¿O sos una persona, hecha de materiales sintéticos en vez de biológicos? El autor dedica unas cuantas páginas a indagar en la “psiquis” de la inteligencia artificial y plantea la problemática con una profundidad digna de los mejores relatos de Isaac Asimov.
-¿Y le queda espacio, en apenas 46 páginas, para no descuidar la faceta aventurera de Roco Vargas? Sí, y el costo que paga es “olvidarse” durante este álbum de los personajes secundarios que acompañan al protagonista desde su debut allá por 1983. Banco la decisión, porque acá hay varios personajes muy destacados que rodean a Roco y le agregan volumen dramático a la obra.
Visualmente, esto no se diferencia en nada del resto de los álbumes de Roco Vargas aparecidos en el Siglo XXI (vimos uno sólo en el blog, un lejano 25/07/10) y está muy bien. Muy sobrio, muy clásico, con una gran simbiosis entre la imaginación y el timing narrativo de Torres y la labor más ardua de Paco Cavero, quien está cargo de tintas y color. Me falta un sólo álbum de Roco Vargas que nunca me pasó ni cerca, y que –según leí por ahí- es incluso mejor que este. Lo tengo en la mira, obviamente.
Nos vamos a EEUU, fines de 2015, cuando Mark Millar y Rafael Albuquerque presentan a Huck, una nueva vuelta de tuerca al mito del superhombre que a cualquier director de cine le gustaría filmar. Eso es lo único que no me cerró de Huck: antes que un gran comic, se propone ser una gran película. Y lo logra ampliamente, eh? Me imagino esto con actores, movimiento y sonido y debe ser genial. Pero eso le da al comic cierto tinte de “boceto previo a la obra real” y me llena un poquito las pelotas.
La trama está muy bien armada, el desarrollo es muy ganchero, el final es consistente, los diálogos están buenísimos, los personajes nos llegan, nos hacen quererlos como si fueran amigos del barrio, de toda la vida… No se puede decir ni mu del guión, porque realmente acá Millar puso el alma. Incluso me hizo pensar para qué mierda quieren los superhéroes esos uniformes estridentes, esos chiches tecnológicos, esos cuarteles suntuosos, si Huck nos deja clarísimo que para hacer el Bien, para ponerse al servicio de quien lo necesita, nada de eso hace falta. Es eso solo. La base más cruda, más pelada de lo que significa ser un héroe. El núcleo duro de la ética de la solidaridad. No le pidas más, porque es al pedo. Y funciona. Millar lo demuestra con la contundencia de sus trabajos más lindos, menos salpicados de mala leche y –una vez más- mete ese enganche, esa gambeta, tira esa magia que te hace decir “¿cómo no se le ocurrió antes a ninguno de estos tipos que escriben seis series de superhéroes por mes hace mil años?”.
Rafael Albuquerque, por su parte, me deleitó con su línea dinámica, plástica, amistosa y potente a la vez… pero llega un punto en que tanta escasez de fondos me empieza a no convencer.  Por suerte cuando dibuja fondos la rompe, no sé si no son los mejores fondos que dibujó en su vida. El tema es que para mi gusto, hay pocos. Y también por suerte está el gran Dave McCaig a cargo del color, y esto le agrega climas, sutilezas, complejidad y hasta impacto a los dibujos del querido brazuca. Además, una vez que la historia te atrapa y la química (o alquimia) entre guión y dibujo te empieza a llevar de una punta a la otra del libro, medio que te olvidás de que hay pocos fondos, sobre todo porque eso NO es lo esencial ni en este comic ni en casi ningún otro.
Recomiendo mucho Huck y me llama la atención que en la portada diga “Book 1” y no haya más material fuera de los seis comic-books reunidos en este TPB. ¿Le habrá ido mal? No se me ocurren motivos para que Millar y Albuquerque no produzcan nuevas historias de este personaje entrañable… aunque si no lo hacen y dejan todo así como está, no me quejo en absoluto.

Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

4 comentarios:

Arturo dijo...

Cuando veas el roco vargas jupiter te caes de la silla el dibujo es sublime y la historia muchísimo mejor que este que reseñas. Un saludo y gracias por las reseñas

Adrián Montini.- dijo...

El concepto de superhéroe que reflexiona sobre su voluntad o trabajo solidario, y que medio puede estar hinchado las bolas de eso, ¿tiene algún punto de contacto con la peli Hancock, protagonizada por Will Smith..., o no va por ahí...?

Andrés Accorsi dijo...

Nunca vi esa peli, Adrián... Quizás algún lector la haya visto, y además leído Huck, como para responderte.

Nahuel2017 dijo...

Yo es al reves no lei huck pero vi hancock pero al menos lo que cuenta andres no creo que tenga que ver con hancock ahi el heroe sin traje estridente y esas cosas es representado como un loser alcohólico no como un modelo a seguir