El post de hoy es una secuela al del viernes 5, en el cual retomo las
lecturas de ese día, pero con nuevos tomos.
Arranco, entonces, por el Vol.14 del coleccionable de Nippur de
Lagash. Acá el maestro Robin Wood nos ofrece en primer lugar un guión
interesante, en el que el rol de Nippur es muy menor, pero está bastante bien.
La segunda historia es un toque predecible, pero también me gustó, sobre todo
por la calidad de los bloques de texto. La tercera es desastrosa, no hay cómo
salvarla. Encima es la peor dibujada, lejos. Sergio Mulko narra del modo más
confuso posible, cambia de estilo de una viñeta a otra, todo un kilombo visual
que hace MUY cuesta arriba la lectura. En la anteúltima página se redime con
una secuencia muda (la de los flechazos) de una belleza gráfica memorable, pero
en general, son 12 páginas difíciles de tragar.
Al igual que la segunda historia, las tres que vienen a continuación
están dibujadas por Ricardo Villagrán, con esa estética sutil, elegante,
repleta de detalles, donde los personajes ostentan nobleza y majestad, y donde
el maestro no mezquina nada, ni siquiera en las páginas de 12 viñetas
chiquititas. En cuanto a los guiones, “El Hombre de Guerra” es una frustración
similar a la del pobre laburante que votó a Macri en 2015. Wood arma con la
efectividad de sus mejores guiones a un personaje fuerte, muy atractivo, que
tenía todo para convertirse en un villano central para la saga de Nippur. Y en
la anteúltima página, cuelga la pelota en la tribuna y lo mata. Pero Robin
también va por la redención, y la encuentra en las dos últimas de este tomo:
“Rimas el general” es un gran relato, con más de un giro impredecible, y “El
Padre de Siros” es directamente una gema, una historieta excelente, dura,
emotiva, hermosa por donde se la mire.
O sea que, dentro de todo, me tocó una buena entrega del
coleccionable. Y me quedo con una reflexión, que es la siguiente: estas son
historietas de 1973, publicadas en los primeros meses del gobierno democrático
de Héctor Cámpora, pero que muy probablemente se hayan escrito cuando Argentina
todavía estaba gobernada por la dictadura militar que encabezó Agustín Lanusse.
En ese contexto, me sorprende el escaso respeto que muestra Robin Wood hacia la
autoridad establecida, especialmente a los militares, pero también a reyes,
caudillos y demás figuras de poder. Momento raro para bajar esa línea, que es
parte de lo que hace que Nippur sea atractivo aún hoy.
Y me leí también el segundo y último tomo de Gyo, el manga de Junji
Ito que es simplemente genial. Divertido, extremo, intenso, grandilocuente,
exagerado… Todo lo que está bueno de leer un comic de aventuras, está en Gyo.
Vueltas de tuerca que te descolocan, misterios, peligros, momentos shockeantes.
No falta nada, por suerte.
Hay secuencias que me recordaron a lo que estamos viviendo con el tema
de la pandemia del Covid-19, y el final me parece que conecta muy bien con el
clima de El Eternauta. Lo único que por ahí no me pareció brillante es Tadeshi,
el protagonista. Es un pibe sin demasiada personalidad, y además prácticamente
nada de lo que hace cambia el rumbo de la historia. Está ahí para vivir
peripecias y que nosotros los lectores suframos con él, pero cada una de esas
peripecias podrían estar protagonizadas por un personaje distinto, y la trama
sería exactamente igual, y además más verosímil, porque a Tadeshi lo vemos
zafar muchas veces de muchas situaciones muy jodidas.
Fuera de ese detalle muy menor, Gyo me pareció una gran obra de ciencia-ficción
al límite, que hasta se da el lujo de mostrar cómo toda esta fumanchereada que
inventa Ito afecta a la gente común, a la vida diaria en las grandes ciudades.
En ese contraste entre lo cotidiano y lo fantástico, cualquier buen guionista
encuentra tesoros, y acá Ito encuentra poco menos que la cueva de Alí Babá. Muy,
pero muy recomendable y muy buena la edición de Ivrea, con una gran traducción,
un par de extras copados (sueño con una antología mensual con mangas de
distintos autores donde estas historias cortas puedan aparecer antes o después
de entrar como relleno de los tomos), texturas locas en las portadas y un
diseño impecable. Tengo otro libro de Junji Ito en el pilón de las lecturas
pendientes, así que este año habrá más bizarreadas de este capo absoluto del
terror pasado de rosca.
No mucho más, por hoy. Me quedo satisfecho con la calidad de lo que leí.
Ni bien tenga un par de libritos más listos para reseñar, nos reencontramos en
este espacio. Gracias y que la pasen bomba.
1 comentario:
Gyo es lo que más me gustó de lo que Ivrea editó en el país de Junji Ito.
Es muy recomendable y son solo dos tomos.
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