Sábado a la noche y
mientras definimos a dónde nos vamos de joda, no está mal sentarse a escribir
(o a leer) unas reseñitas.
Completé mi traspaso de
comic-books a TPBs de The Invisibles, la serie que en 1994 lanzara Grant
Morrison en el sello Vertigo. Para festejarlo, la pienso leer toda de nuevo,
exceptuando por supuesto el Vol.7, que fue el que nunca completé en revistas y
cuya reseña ya apareció acá en el blog el 20/05/13. Pero el Vol.7 es el final y
hoy me toca hablar del principio.
Un principio duro, muy
cuesta arriba. El primer arco tiene más de 100 páginas en las que pasa MUY
poco. Acá Morrison presenta el planteo general de la serie, recién a cuatro
páginas del final nos brinda un primer pantallazo del elenco completo con el
que va a trabajar, y todo el resto está centrado en la iniciación de Dane
McGowan, un chico rebelde y kilombero, elegido por los Invisibles para
convertirse en Jack Frost. El encargado de convertir a este adolescente
sublevado en un soldado de King Mob será Tom O´Bedlam y en la gran mayoría de
las escenas sólo veremos la interacción entre Dane y Tom, que por momentos se
hace MUY aburrida. Hay conceptos copados, hay diálogos ingeniosos y hay
pequeñas chispas de acción. Pero en general, resulta denso, estirado, falto de
dirección. Y encima el dibujante es Steve Yeowell, un mediocre sin alma, sin
onda, sin talento, cuyo mejor trabajo vimos en la reseña del 28/05/13. Este
probablemente sea de los peores trabajos de este dibujante británico al que
(por motivos que no logro descifrar) Morrison siempre bancó a muerte.
El segundo tramo se titula
“Arcadia” y acá tenemos una dibujante mucho más presentable: la hoy consagrada
Jill Thompson, a la que acá le hacen un grotesco gang bang entre el entintador
y el colorista, para que se luzca poco. Pero Jill resiste, y claro, al lado de
Yeowell esto es la Capilla Sixtina. A nivel argumento, también hay más
sustancia. Pasan muchas más cosas. De hecho, pasan demasiadas cosas. Morrison se
va de mambo e introduce una cantidad de elementos narrativos totalmente
excesiva para una saguita de 96 páginas. Arcadia tiene mucha acción, viajes en
el tiempo, varias secuencias narradas en paralelo, una infinidad de referencias
literarias, los primeros hallazgos en materia de interacción entre los
protagonistas, bizarreadas geniales como la aparición de la cabeza de Juan el
Bautista cantando un tema de Dead or Alive (el clásico “You Spin Me”), y toda
una arista de perversiones sexuales mezcladas con violencia extrema, cortesía
del legendario Marqués de Sade. Evidentemente, acá Morrison deja en claro que
esta serie no era para cualquier tipo de lectores y nos advertía que de verdad,
en estas páginas podía pasar cualquier cosa. De hecho, en 1994 yo no había
visto nunca en comics de DC escenas de sexo con sangre y torturas como las que
dibuja acá Jill Thompson, por supuesto desenfatizadas, casi borroneadas por el
trabajo del colorista Daniel Vozzo, al que le deseo cáncer en un testículo.
Leída hoy, esta aventura barroca y pretenciosa llamada Arcadia tampoco me
resulta satisfactoria, pero bueno, me consta que para el Vol.2 esto mejora
bastante.
Hace un año y una semana
me tocó leer Poncho Fue (ver reseña del 02/02/18), la que hasta ahora es la
obra más importante de Sole Otero. Ahora voy con un librito que recopila los
chistes que Sole hacía para las redes sociales: Siempre la Misma Historia. Lo
único que no me cerró del libro es que, en medio de decenas de chistes de
Blancanieves, Caperucita, Pinocho y Ricitos de Oro, aparecen tres o cuatro
chistes de Batman y Robin. ¿Por qué mezclar, de golpe, cuentos de hadas con
superhéroes? ¿Y por qué un sólo superhéroe? En fin, vamos a lo importante, que
es el talento de Sole para el humor gráfico, para condensar una pequeña
situación humorística en una única imagen. Acá evidentemente garpa toda esa
montaña de trabajos que realizó la autora en el campo de la ilustración. Pero
además están buenas las ideas. Sole encara para el lado de la ucronía, de
introducir en el contexto de los cuentos de hadas clásicos toda la temática de
las redes sociales, los hipsters, la publicidad, el psicoanálisis, la
inseguridad y la miseria que ganan los jubilados. De ese choque entre
personajes y ambientación clásicos y problemáticas actuales, salen chispazos
sumamente cómicos y bastante originales.
El estilo de dibujo se
parece bastante al de Poncho Fue, con ese trazo muy suelto, muy expresivo,
ideal para ser coloreado con acuarelas, y con la novedad de que acá en vez de
bares y calles porteñas, Sole dibuja bosques y palacios de reinos lejanos. Incluso
cuando recurre a la secuencia, y arma una pequeña historieta con varias viñetas
chiquitas, el grafismo está cuidado y se pone al servicio de contar esas
mini-historias sin la menor dificultad. Recomiendo mucho Siempre la Misma
Historia a los fans del comic humorístico, de los cuentos de hadas, de Sole
Otero, o a los que estén buscando algo copado para regalarle a gente que
habitualmente no consume historietas.
Nada más, por hoy. Que
tengan lindas lecturas y hasta pronto.
2 comentarios:
me sorprendiste con esa artista que tiene mi mismo apellido, me la pongo a buscar en la net... suerte con la joda de hoy entonces ja...
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