Esta vez me toca reseñar
dos libros que sólo tienen sentido por la calidad de los dibujos.
Ozópolis es un libro
editado en Chile, que reúne material realizado para EEUU por el gran dibujante
trasandino Gonzalo Martínez, junto al guionista Kirk Kushin. Es básicamente un
compilado de cuatro episodios originalmente publicados como comic-books y una
historia corta, inédita hasta 2014, cuando se lanzó Ozópolis en Chile. La serie
está ambientada en el reino de Oz, y retoma un montón de los elementos creados
por Frank L. Baum para su célebre serie de novelas iniciada en el año 1900.
Y los guiones de Kushin
dan más lástima que San Lorenzo en la Superliga. No me quiero extender en la
crítica despiadada a la labor de este ignoto guionista. Simplemente dejar en
claro que las aventuras son obvias y predecibles, y los personajes (sobre todo
las dos chicas protagonistas) están primeras en la lista del INCUCAI para
recibir un transplante de onda.
Peeeeero, acá tenemos 100
páginas dibujadas por Gonzalo Martínez a un nivel superlativo, en el que quizás
sea su mejor trabajo (de los que tuve la oportunidad de leer). ¿Por qué? Porque
en Ozópolis tenemos la misma (y muy alta) calidad de dibujo que en Alex Nemo,
por ejemplo, con ese mismo virtuosismo, esa misma perfección en el manejo de
las tramas mecánicas para crear efectos de iluminación y texturas, la misma
solidez en las expresiones faciales, el mismo laburo demencial en los fondos,
pero además el dibujo se luce más, porque Martínez puede dibujar menos cuadros
por página. Entonces acá lo vemos más suelto, más generoso en el despliegue de
la acción, con algunas páginas planificadas “a lo George Perez”, con un ritmo
narrativo realmente impecable, que hace que uno quiera seguir leyendo aunque
los diálogos sean chotos y las peripecias intrascendentes. Ojalá los guionistas
chilenos y neozelandeses con los que suele colaborar Martínez lean Ozópolis y
descubran lo que es capaz de hacer el maestro cuando lo encorsetan menos,
cuando le exigen menos viñetas por página y le dan más espacio para impactar al
lector con la magia de su trazo. Se van a aburrir con los guiones, es cierto,
pero van a disfrutar del trabajo de un Gonzalo que se lleva el mundo por
delante con la fuerza y el carisma de sus dibujos.
Me voy a Francia, donde en
2017 se editó Michigan, una novela gráfica escrita por Julien Frey y dibujada
nada menos que por Lucas Varela. Lógicamente, cualquier cosa que tenga 140
páginas dibujadas por Varela se gana un lugar en mi biblioteca, así, de una,
sin importarme un carajo de qué trata la historia, o incluso aunque no tenga
historia.
Michigan cuenta dos
historias: Una muy interesante, la de Odette, una chica francesa que durante la
Segunda Guerra Mundial se enamora de uno de los tantos soldados yankis que
llegan a Europa para combatir a los nazis, y termina por abandonar París para
irse a vivir a EEUU, a orillas del lago Michigan, en las afueras de Detroit. Es
la historia de unas 200.000 chicas europeas, llamadas “war brides”, y la verdad
que yo desconocía esto por completo. La historia de amor entre Odette y John en
el Viejo Continente, el viaje de las “war brides” en barco hasta New York, la
vida de la joven pareja en Michigan… todo eso me pareció atractivo, a pesar de
que Frey no presenta conflictos fuertes, ni piñas, ni persecuciones, ni escenas
de guerra, ni un mísero garche.
Pero esa historia ocupa…
medio libro, como mucho. Todo el resto se centra en el propio Julien Frey y su
esposa (sobrina nieta de Odette), que viajan a Michigan a visitar a la ya
anciana “war bride” y a los hijos y nietos que esta y John tuvieron en EEUU.
Eso está ambientado en el presente y es un slice of life aburridísimo,
totalmente innecesario. Páginas y páginas hasta que Julien y Odette quedan cara
a cara, hasta que Julien se interesa por el pasado de la anciana y le propone
contar su historia. ¿Para qué me mostrás eso, maestro? ¿Te interesó la historia
de la “war bride”? Contame eso, no me cuentes cuando fuiste a ver un partido de
beisbol en un estadio de EEUU. ¿Para qué caer en el pantano anodino de lo
autorreferencial? Me acuerdo cuando leí Camino a Auschwitz (ver reseña del
22/10/15) y me encontré con esos tramos en los que el guionista-personaje le
disputa el protagonismo a la viejita que vivió los horrores de los campos de
concentración y uno tenía que elegir qué historia le interesaba más. Imaginate
acá, que ni siquiera hay campos de concentración. Es un embole total, que Frey
trata de matizar con la famosa pica entre yankis y franceses y las (para nada
sutiles) diferencias entre vivir en uno u otro país.
Y nada más, posta. Hay
algún chiste que funciona y ya está, pará de contar. Por suerte está el dibujo
de Varela, elegante, expresivo, siempre atento a los detalles de la ropa, los
peinados, los fondos… La reconstrucción histórica es brillante, los paisajes
son bellísimos, los climas están muy bien logrados y, como detalle extraño o
inusual, acá Varela trabaja con una paleta de colores intencionalmente acotada,
en la que no existen ni los amarillos ni los verdes. No creo que Michigan se
publique alguna vez fuera de Francia, pero si sos completista de la obra de
Lucas Varela, seguro la vas a atesorar por los inmensos logros a nivel gráfico
que regala en estas páginas el creador de Paolo Pinocchio.
Y nada más por hoy. Nos
reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.
1 comentario:
También está el tema de que guión decidan dibujar los dibujantes, asi que algo de responsabilidad tendrán ellos en el resultado (fallido o no) del libro completo. (O quizás a ellos les pareció un gran guión. Quien sabe)
Saludos
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