Esta noche no salgo a
boludear porque a las 8 AM de mañana tengo que estar en Retiro para tomar el
micro a Rosario. Aprovecho, entonces, para reseñar un par de libritos que tengo
leídos.
Le Demon de Midi es una
obra de 1996 de la gloriosa Florence Cestac, inmensa autora francesa,
injustamente poco difundida en nuestro idioma. A lo largo de 58 páginas (todas
divididas en tres tiras de dos o tres viñetas cada una), Cestac nos ofrece una
historieta que además de narrar, analiza un fenómeno, lo explora en sus
distintas facetas, nos muestra varias consecuencias posibles para varias de las
cosas que suceden y sobre todo se cuida mucho de no simplificar la situación
para no acotarla a “el garca” y “la víctima”. Le Demon de Midi es como le dicen
los franceses a esa “crisis de la mediana edad” en la que el hombre cuarentón
se aburre de su esposa y abandona a su familia para correr atrás de una pendeja
de veintipico que lo hace sentir un titán. Seguramente si viviste la separación
de tus viejos, o una ruptura con tu pareja, pasaste por momentos muy, muuuuy
parecidos a los que les hace vivir Cestac a los anónimos protagonistas de esta
novela.
Lo mejor que hace la
autora es no enfatizar demasiado el aspecto dramático de la ruptura entre los
protagonistas. No lo suaviza, no lo soslaya, pero tampoco se regodea en la
desgracia de la mujer abandonada por su marido. Rápidamente llegan los
elementos propios de la comedia costumbrista y un cierto clima no sé si de
jolgorio, pero por lo menos de distensión, hace todo mucho más llevadero. Al
final, la separación de una pareja es solo eso. No es la muerte, ni el fin del
mundo. Y en las formas en que cada uno reacomoda su vida (cuerpo, mente,
sentimientos) tras la crisis, es donde Cestac encuentra material para hacernos
pasar un muy buen rato y dejarnos pensando, claro.
El dibujo de Florence es
casi perfecto. Imaginate una mezcla entre los dibujantes humorísticos más
grossos. Caloi, Angeli, Frank Margerin… caviar con champagne para todas y
todos. Pero no es perfecto, es CASI perfecto, y la imperfección llega en la
etapa del entintado, como si a esos dibujantes mágicos los entintara otro más
rústico, tipo… Cels Piñol, ponele. De todos modos es un dibujo absolutamente
plástico, expresivo, que te resulta cercano, casi real a pesar de su alto grado
de abstracción. Y para reforzar la gracia del humor costumbrista, Cestac te
masacra con unos detalles tremendos en ropa, peinados, muebles, calles… Acá hay
un poder de observación infrecuente, tanto en los vínculos entre los personajes
como en el mundo por el que se desplazan. Ojalá algún día alguien se ponga las
pilas para que haya muchas obras de Florence Cestac editadas en castellano.
Me vengo a Argentina, año
2019, cuando se edita Kintari, el Retorno del Lobo, una novela gráfica
relativamente breve, escrita por Roberto Barreiro y dibujada por Hernán González.
Se trata de una historia de aventura, violencia y misticismo, narrada por
Barreiro con gran inteligencia, sobre todo para dosificar la información acerca
de este mundo fantástico dominado por unos entes extradimensionales malignos,
que tienen los mejores diálogos de la historieta. El título y la portada nos
llevan a creer que Kintari es el protagonista pero, si bien su rol en la trama
es importante, no es para nada el personaje que más le interesa desarrollar a
Barreiro, que parece disfrutar mucho más las escenas en las que pone el foco en
Dicom, Kevlar y el poderosísimo Ube, el nigromante, al que le alcanzan un par
de escenas para morfarse la novela.
Entre todos estos estallidos
de sangre, tiros, espadazos, conjuros y detonaciones varias, Barreiro baja una
línea muy interesante acerca de la libertad, de la resistencia frente a los
poderes totalitarios, de cómo (alguna vez) los humildes le pueden escupir el
asado a los omnipotentes. Pero no es un comic que se dedique a predicar, sino
que son ideas y valores que discurren casi tras bambalinas, a modo de
condimento finoli para una historia sobrecargada de acción, truculencia y
atrocidades bien sanguinarias.
¿El dibujo de Hernán González
está bueno? Yo diría que MUY bueno, porque a su típica impronta salvaje de
claroscuro visceral se le suma ahora el color, muy bien trabajado por Natalio
Anastasia. No debe ser fácil colorear a González, pero acá realmente se ve una
muy buena amalgama entre dibujo y color. ¿Era González el dibujante ideal para
esta historia? Me parece que no, que a este artista le quedan mejor otro tipo
de guiones, más abstractos, o más introspectivos, o con más margen para limar e
irse a la mierda desde la faceta gráfica. Y a Kintari le venía mejor un
dibujante más careta, más clásico, más apegado a ciertas convenciones del comic
de aventuras a las que –lógicamente- el pincel endemoniado de González se lleva
puestas sin el menor reparo. Este era un guión perfecto para… Richard Corben,
ponele. Aún así, incluso lejos de su zona de confort, González nos regala un
montón de imágenes de alto impacto, como esa jirafa prendida fuego con la que
abre la novela y con la que –casi seguro- voy a soñar esta noche.
Si te gusta la aventura
fantástica con hechiceros, guerreros, sacrificios y traiciones, acá vas a
encontrar un relato dinámico, potente, con buenos diálogos y varios giros
argumentales sorprendentes. Por ahí te hace ruido el dibujo, porque la estética
de González va medio para otro lado. Y por ahí no.
Nos vemos este finde en
Rosario, en la décima edición de Crack Bang Boom, y retomamos las reseñas la
semana que viene, acá en el blog.
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