Linda noche para salir a
atorrantear por ahí pero me toca clavar el culo en la silla y avanzar con las
reseñas del material que leí en estos últimos días.
Le sigo metiendo los
cuernos a Oyasumi Pun Pun con otros mangas, en este caso con el primer tomo de
Ryuko, una obra del fotógrafo, escultor, artista plástico y mangaka Eldo
Yoshimizu, publicada en nuestro país por el sello Buen Gusto. Lamentablemente
el libro no aclara de qué año es Ryuko. Una pena, porque sería un dato
interesante para el análisis del manga.
Manga que, por otra parte,
se lee muy, muy rápido. Yoshimizu narra a un ritmo tremendamente descomprimido,
con pocas viñetas por página, muchas de ellas (páginas enteras) dedicadas a contar acciones o diálogos
mínimos. Este es apenas el primero de cuatro tomos y en este primer tramo
realmente pasa muy poco. Tenemos una buena presentación de personajes, para el
último tercio se empieza a definir el conflicto más fuerte, el que (creo yo) va
a motorizar la trama principal de la obra, y no hay mucho más, a nivel del argumento.
A nivel del relato
gráfico, por momentos lo de Yoshimizu se hace un poco confuso, se nota que es
un artista del mega-carajo que no está acostumbrado a contar historias con su
dibujo. Y el dibujo es una bola de fuego del tamaño de un planetoide, una masa
compacta, incandescente, que se lleva puesto todo. ¿Te acordás de esas obras de
Osamu Tezuka de los años ´70, donde por momentos se zarpaba y se volvía
expresionista? Bueno, eso multiplicalo por 1000 y metele varios kilos de merca
y varios litros de LSD. Yoshimizu se va literalmente al carajo, te envuelve en
una vorágine visual absolutamente infrecuente, en la que las texturas, las
manchas, las líneas cinéticas y los grisados explotan en una orgía salvaje. Por
debajo de todo ese estallido visual hay un dibujo muy clásico, con chicas
idénticas a las que dibujaba Tezuka en los ´70 y muchachones más cercanos a los
de un Tetsuo Hara, ponele. Pero todo arrebatado, todo llevado al extremo por un
dibujante que hace del impacto su carta de presentación y su principal recurso
discursivo.
Por ahora, Ryuko me detonó
las retinas mucho más de lo que me cautivó a nivel guión. Veremos cómo sigue
esta violentísima historia de runflas, traiciones y crímenes entre gangsters y
femme fatales. Y qué bestia Eldo Yoshimizu, por Diossssss…
También este año, tuvimos
la edición argentina de Spinnerette, un comic creado para la web por un tal
Krazy Krow, junto a nuestro compatriota Walter Gómez, que no es el mismo Wally Gómez al que yo conocía como dibujante, colorista y editor. Son dos tomos, de
los que acabo de leer el primero.
La serie es una comedia
protagonizada por una chica que recibe poderes arácnidos y decide convertirse
en superheroína, en la ciudad de Columbus, Ohio. La verdad, no em resultó muy interesante.
Krazy Krow mete un montón de chistes y situaciones supuestamente cómicas que
surgen desde el momento en que Heather Brown adopta la identidad heroica de
Spinnerette, apoyadas en la inexperiencia, la ingenuidad y en un punto la
irresponsabilidad de esta chica. Varios de esos chistes son efectivamente cómicos
y otros no. Y no hay mucho más. Las aventuras en sí son anodinas, pavotas, con
menos posibilidades de convencer a un fan curtido en materia de superhéroes que
Gómez Centurión de llegar al ballotage. Recién en el último episodio aparece un
subplot mínimamente interesante (el de la familia de Tiger) y el resto pendula
entre una comedia blandita y tramas más aventureras que dejan sabor a refrito
barato de un montón de comics mucho mejores.
El dibujo, en cambio, me
gustó bastante más. Es un dibujante argentino que arma la página y mueve la cámara
como un dibujante de mainstream yanki, y además reproduce todos los yeites de
los dibujantes de mainstream japonés. En la superficie, Spinnerette quiere
parecerse a un manga (supongo que por cuestiones de marketing) y le sale muy
bien. Al igual que en StarCraft:
Ghost Academy, acá lo tenemos a Gonzalo Duarte asistiendo a Walter Gómez en la
aplicación de los grisados, que son un punto alto en la faz gráfica de la obra.
Tengo también el Vol.2, y
lo voy a leer por una cuestión casi protocolar, y porque tengo entendido que
cambia de dibujante. No crean que le voy a entrar con altas expectativas porque
-habiendo leído el Vol.1- ya sé que lo que puedo esperar de Spinnerette es más
bien poco. Pero bueno, esto es un sacerdocio…
Gracias por el aguante y
nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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