Ya se viene el verano, la ridiculez de la Navidad, fin
de año… un kilombo bárbaro que se repite año tras año. Y uno mientras tanto
prende el ventilador para cagarse un poco menos de calor y clava el orto en la
silla para reseñar los últimos libritos leídos.
Hace un par de semanas, el 04/12/19, me tocó comentar
el Vol.1 de Low y prometí entrarle pronto al Vol.2. Ahora cumplo, pero me
encuentro con un tomo mucho más finito que el anterior, con apenas cuatro
episodios, donde encima las tramas avanzan muy poco. Es el típico « tomo
de pretemporada », en el que el guionista (en este caso Rick Remender)
baja ocho cambios, presenta a algún personaje nuevo o profundiza en algún
secundario al que se le dio poca bola en el tomo anterior, pasa en limpio lo
más relevante de lo sucedido hasta el momento (ante la posibilidad de que se
enganchen nuevos lectores) y tira algunas puntas de hacia dónde se puede llegar
a encauzar la historia en la siguiente saga power, que por supuesto ya se está
cocinando a fuego lento.
Básicamente esas son las aristas que explora Remender
en este tomo que, sin ser olvidable ni prescindible, es menor comparado con la
ambición que le aplaudíamos al Vol.1. El tema de la esperanza, que en la
primera parte era importante, acá es excluyente. Remender la manda bien al
frente y la subraya, la resalta con marcador flúo para que hasta el último
subnormal entienda que la cosa va a pasar por ahí. Y bueno, también hay
aventura, machaca, romance y un poquito de runfla política.
De todos modos, lo que te garantiza que vas a volver a
comprar el siguiente TPB ni bien lo veas es el dibujo de Greg Tocchini, a un
nivel descomunal, realmente alucinante tanto cuando se colorea él mismo como
cuando delega esa tarea en Dave McCaig. Low sigue impactando sobre todo por el
despliegue visual, el pandemonium de naves, armas, trajes, ciudades, criaturas,
razas enteras a las que el trazo mágico de Tocchini les da vida como si fuera
una boludez, como si cualquiera pudiera hacer una cosa semejante. Tocchini da
cátedra en todos los rubros del dibujo y no cae en la tentación de volverse
barroco, o sobrecargado, o de distraernos de lo que Remender nos quiere contar.
Un laburo bestial de este prodigio del Noveno Arte. Y no tengo más tomos de Low
sin leer, pero ni bien vea la continuación, me sumerjo en los abismos de la
indigencia con tal de comprarla.
Me vengo a Argentina, año 2019, cuando se publica
Marilyn, un excelente trabajo del guionista Alejandro Farías y la dibujante
Daniela Kantor. Esto es grosso de verdad, es el Fun Home argentino, ponele. En
apenas 67 páginas, Farías y Kantor nos narran el encuentro entre Leopoldo y
Lisandro, dos personajes maravillosos, entrañables, que uno siente que conoce
de toda la vida. Leopoldo es un señor homosexual ya sesentón, que tuvo un hijo
a principios de los ´80 pero nunca lo vio cara a cara. Lisandro es ese hijo,
que creció sin padre, sin saber prácticamente nada de él, y que ahora –justo en
un momento complicado de su vida personal- tiene que atenderlo, cuidarlo y, ya
que estamos, escuchar su historia.
Si Marilyn fuera sólo eso, la exploración del vínculo
entre un gay sesentón y su hijo de 30 al que nunca conoció, ya sería una novela
sumamente atractiva. Pero hay mucho más: Farías la clava en el ángulo al sumar
el elemento político. A principios de los ´70, cuando un joven Leopoldo asume
su sexualidad alternativa a contramano de una sociedad que consideraba a los
homosexuales enfermos o depravados, se vuelva también a la militancia política, en el ala revolucionaria del peronismo. Y ahí la historieta trasciende la
biografía de Leopoldo y levanta un vuelo espectacular al volverse casi un
documental, una crónica, un retrato de cómo era ser gay y militar en política
en aquellos años de dictadura militar, después de un breve regreso del
peronismo, y después de otra dictadura militar, más sangrienta que la anterior.
A través del relato de Leopoldo, Farías expande la experiencia del personaje
para contar la historia de un colectivo, perfectamente imbricada (con perdón de
la palabra) en un período fascinante y turbulento de otra historia, de otro
colectivo mucho más grande, que es la de nuestro país. Un magnífico laburo de
investigación, puesto al servicio de un guión apasionante, donde la dinámica
entre los personajes (incluyo también a la mamá y la novia de Lisandro) brilla
a la par de la increíble cantidad de cosas tremendas que vemos en los
flashbacks a la juventud de Leopoldo.
El dibujo de Kantor tiene un impedimento bravo para
lucirse y es la cantidad de viñetas que tiene que meter en cada página. Aún
así, tiene unas cuantas imágenes memorables y muchos logros en la
reconstrucción de la época. En sus mejores pasajes, Kantor recupera gestos,
trucos narrativos, líneas y composiciones de la Maitena que dibujaba aventuras
o historietas eróticas, de la Patricia Breccia de los ´80, o del glorioso José
Muñoz. Y la faz visual se desluce en esas viñetas en las que Daniela combina
varias técnicas de entintado en vez de jugarse entera a una sola (esto se ve
por ejemplo en la segunda viñeta de la página 33, o en la tercera de la página
48). En general, las páginas con menos de 7 viñetas son las que mejor se ven,
pero el promedio general es muy bueno.
Recomiendo fervientemente Marilyn (¿lo mejor que
escribió Farías?) y cierro no sin antes invitarlos a reencontrarnos muy pronto
con nuevas reseñas, acá en el blog.
2 comentarios:
Si querés leer de un autor que vivió la militancia política de los '70 atravesada por su propia disidencia sexual conseguí "Prosa Plebeya" de Nestor Perlongher, un verdadero adelantado en infinitos aspectos que aún hoy se discuten(conste que el ala "revolucionaria" del peronismo no fue muy amable con él en su momento).
Me interesó lo de Farías, espero que aborde esa complejidad.
Y Felicitaciones, Papa, por los 10 años del blog, un poco lo que te comenté en un video de YouTube de "Agenda Argenta". Eso mismo.
¡Saludos y gracias!
Sí, Farías menciona en la historieta la experiencia de Perlongher. Muy interesante todo. Y gracias por los saludos de la "década ganada" ;)
Publicar un comentario