Sí, ya sé que posteando sólo
los lunes y jueves no llego nunca a las 120 entradas en el año.
Matemáticamente, no da ni a palos. Pero bueno, es el tiempo que estoy
encontrando para escribir. Ya veremos si más adelante puedo recuperar un poco
más de ritmo y tener semanas con más de dos posteos.
Empiezo en Europa, en
2006, cuando dos enormes autores argentinos radicados en el Viejo Continente
lanzan la novela gráfica Tres Artistas en París, la colaboración entre Carlos
Sampayo y Oscar Zárate que precede a Fly Blues (reseñada un lejano 07/07/10).
Este es un gran trabajo de los maestros argentinos, repleto de sutileza,
profundidad, situaciones muy verosímiles y un enfoque muy interesante sobre los
“white people problems”. Al principio hay un amague de thriller, de cosa turbia
o violenta, pero es un engaña-pichanga de Sampayo, quien no necesita del shock
o la violencia para atraparnos con la trama. La forma en que el pianista, el
artista plástico y el escritor intersectan con la periodista Chantal Fernandes
compone el núcleo de la obra, que se enriquece con los flashbacks donde Sampayo
expone los secretos más oscuros de estos tres prestigiosos referentes de las
artes occidentales. Con esos cuatro personajes, más un puñado de secundarios,
se arman 78 páginas muy atractivas, de lectura muy clásica, muy accesible,
donde Sampayo logra indagar a fondo en las motivaciones y expresiones un tanto
excéntricas de estos tres maestros, cada uno en su disciplina artística.
No quiero ahondar mucho en
el argumento, porque la verdad es que lo más atractivo está en los vínculos, en
escenas muchas veces resueltas a través de los diálogos, que conviene
experimentar de primera mano, no que te las cuente cualquier gil. Le dedico
unas líneas al dibujo de Zárate, siempre expresivo, generoso, desbordante de
color y personalidad, muy beneficiado por la posibilidad de no dibujar nunca
más de seis cuadros por página. El argentino radicado en Londres deja la vida
en los climas, en los paisajes, en lo que cada personaje nos dice con su rostro
y su lenguaje corporal… y no tanto en el armado de la secuencia. Casi no hay
manipulación de la puesta en página para lograr efectos expresivos que
potencien el relato. Pero hay unas cuantas páginas realmente muy hermosas, al
nivel de lo mejor que nos diera este notable autor, injustamente poco conocido
en su país. Ojalá algún día haya edición argentina para Tres Artistas en París.
Sampayo y Zárate se lo re-merecen.
Entre 2014 y 2015, Marvel
nos dio una cátedra de cómo fracasar teniendo todo a favor. Lanzó una serie de
S.H.I.E.L.D. escrita por el maestro Mark Waid, con portadas del increíble
Julián Totino Tedesco, con un rol central para el Agente Coulson (amado por
millones de fans de las películas y series de TV de Marvel), y te puso en el
primer número dibujos de (agarrate fuerte) Carlos Pachecho, en el segundo de
Humberto Ramos, en el tercero de Alan Davis, en el cuarto de Chris Sprouse y en
el quinto y sexto, dibujantes menos conocidos pero más que aceptables. Además,
en una movida de encomiable valentía, le pidieron a Waid que no estire las
ideas para que cada una ocupe un TPB entero, sino que arme la serie con
episodios autoconclusivos, de modo que el TPB tenga seis historias completas,
cada una con un tema propio y con distintos héroes y heroínas invitados de distintos
rincones del Universo Marvel. ¿Qué más querés? ¿Que venga Ivana Nadal a tu casa
a leértela en baby doll?
Sin embargo, a la serie le
fue mal y el nº12 fue el último. ¿Cuál fue el problema? Ni idea. Lo único que
tengo para aventurar es que Waid no se juega el pellejo en cada historia.
Cumple dignamente, las ideas están bien, los diálogos son magníficos, se nota
que conoce a la perfección a cada personaje que trae como invitado, el ritmo es
siempre de palo-y-palo (porque tiene que rematar las ideas en 20 páginas) y la
única vez que una historia se extiende a dos episodios (nºs 5 y 6) nos ofrece
los mejores guiones de este primer TPB. Se nota la intención de que no sólo
Coulson sino también los otros agentes de S.H.I.E.L.D. tengan ciertos matices,
ciertos rasgos de personalidad llamativos, y por ahí eso cobra más relevancia
en el segundo TPB (que está ahí, pidiendo pista). O sea que lo único que me
faltó fue creerle a Waid que sus breves epopeyas van a tener alguna relevancia
a futuro en la vida de los personajes, que no son apenas excusas para
divertirnos durante 20 páginas con machaca a todo o nada con bonitas pinceladas
de comedia. Hasta ahí no llegué, porque a las aventuras de S.H.I.E.L.D. no les
alcanzó el espesor dramático para llevarme hasta ese punto. Pero sin dudas las
disfruté mucho.
En cuanto a los
dibujantes, me impactaron sobre todo los trabajos de Ramos, Davis y uno de los
que no conocía, Paul Renaud, muy buen émulo de Terry Dodson, potenciado al
infinito por una labor subyugante de Rómulo Fajardo en el color digital.
Veremos con qué me encuentre cuando le entre al Vol.2.
Ya estoy en plena lectura de un nuevo librito, así que
ni bien pueda, vuelvo a postear reseñas acá en el blog. Hasta entonces.
1 comentario:
Romulo Fajardo Jr es a mi entender 1 de los dos mejores artistas del color en comics; el otro sería Tomeu Moreau
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