Mientras colapsan las
economías mundiales y empezamos a pensar si no será hora de cagarnos en todo lo
que hasta ahora era intocable, yo sigo acá en casa, leyendo tranqui, sin
pegarme grandes atracones de historietas.
En Febrero prometí más
Alcatena para Marzo, y acá estoy, con el segundo recopilatorio de Dr. Paradox,
el comic que Quique realiza de manera intermitente para el sitio Totem Comics
desde 2012. Dr. Paradox tiene el atractivo de poder verlo a Alcatena a todo
color, jugando de manera muy libre, muy genuina, en un campo donde se mueve con
enorme comodidad, que es el de los superhéroes. El tomito incluye dos historias
largas (bah, de 24 páginas) y un par de historias muy cortitas. Una de ellas
(la de El Topo) tiene los dibujos que más me gustaron en todo el libro, pero a
nivel argumental son bastante menores.
En este sentido (el del
argumento) me sorprendió muy favorablemente la primera aventura, la de los
Mellizos Paradox, que a priori me parecía una cosa medio naïf, casi pavota,
pero con el correr de las páginas fue cobrando un espesor dramático que,
combinado con el clima festivo, le permitió a Alcatena redondear una muy buena
historia. La segunda, la de los velocistas, me parece que se queda en el
impacto de ver a Quique diseñar los trajes de 25 personajes con los mismos
poderes y el mismo esquema de colores, sin repetirse y sin clonar a los
velocistas que ya existen en otras editoriales.
Claramente, a nivel visual
esto es fascinante, en parte por lo que decíamos en la reseña del primer
librito (31/03/19): Alcatena despliega con su característica generosidad una
estética que se parece poco a la que vemos en sus obras para el mercado
italiano. La magia del trazo es la misma, pero todo lo demás es distinto, y
habla con elocuencia de la versatilidad de un creador cuya imaginación no se
puede acotar a una sóla forma de contar historias.
¿Por qué no me emociono
más con Dr. Paradox? Porque Quique va al extremo en su vocación de homenaje a
los comics de superhéroes de la Silver Age (especialmente de DC), apuntados a
chicos de 9 años, con ideas más bizarras que consistentes y con personajes más
estrambóticos que profundos. En una de las historias, Alcatena echa mano a otro
recurso bien de la Silver Age: romper los niveles de realidad y que de pronto
el Dr. Paradox pueda dialogar con su autor. Acá incluso se hace cargo de que
los personajes hablan en un castellano neutro medio ridículo, heredado de las
pésimas traducciones con que los editores mexicanos de los ´60 mancillaban los
comics provenientes de EEUU. Incluso con estos “peros”, no tengo dudas de que
Dr. Paradox en el País de las Maravillas es un lindísimo libro para flashear
con las ideas más limadas y los dibujos más espectaculares del inmenso Quique
Alcatena.
Salto a Francia, año 2018,
cuando se publica Un Cowboy en París, el que hasta ahora es el último álbum de
Lucky Luke, y se convierte en el comic más vendido de ese año en idioma
francés. Hacía mucho que no leía aventuras nuevas de Lucky Luke, de hecho la
muerte de Morris (año 2001) para acá debo haber leído… menos de cuatro álbumes.
Pero volví gracias a la edición argentina de Un Cowboy…, apuntalada por la
visita a Buenos Aires de Jul, el guionista hoy a cargo de esta serie ya eterna.
Un Cowboy en París me
pareció genial, brillante de punta a punta, comparable a los mejores álbumes de
la etapa clásica (la de Morris y René Goscinny, obviamente). La premisa es tan
buena que no podés creer cómo no se le ocurrió antes a ningún otro guionista.
Ya sólo con el contrapunto entre yankis y franceses te podés hacer un festín en
materia de chistes. Pero Jul no se queda con eso y saca momentos cómicos y
guiños perfectos de todas partes, hasta de situaciones de candente actualidad
como el muro en la frontera que separa a México de EEUU. Todo el álbum está
repleto de juegos anacrónicos en los que el año 1883 dialoga con épocas
posteriores de un modo muy gracioso, digno –reitero- del maestro Goscinny. También hay una aventura,
un conflicto que impulsa a la trama hacia adelante, pero no es muy relevante,
en parte porque uno ya sabe cómo va a terminar la historia. El villano,
encargado de motorizar el conflicto, no tiene gran peso en la obra pero por lo
menos está bien construído, con personalidad y con gracia como para ser él
también generador de buenos chistes.
Y finalmente, una mención
al dibujo de Achdé, perfectamente mimetizado con el Morris de la mejor época.
Posta, para la segunda página ya me había olvidado de que no estaba leyendo un
álbum de Morris, sino de uno de sus seguidores. La onda del maestro está
intacta en todos los rubros, desde el color hasta las expresiones faciales y
corporales de los personajes. Lo único que se perdió de la época clásica es el
pucho que colgaba siempre del labio de Lucky Luke, ahora astutamente reemplazado
por una pajita. Me cebé muy mal con Un Cowboy en París, al punto de querer
conseguir HOY La Tierra Prometida, el otro álbum de Lucky Luke a cargo de esta
misma dupla.
Nada más, por hoy. Si se
aburren mucho en casa, lean historietas, o reseñas de las de los 10 primeros
años del blog. Gracias y hasta pronto.
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