Mientras el mundo es
diezmado por una pandemia que parece inventada por Ra´s al Ghul, yo sigo
acumulando lecturas, como para que no falten las reseñas acá en el blog.
El Club del Suicidio es un
manga que el maestro Usamaru Furuya serializó en 2001, levemente basado en las
premisas de un largometraje de Sion Sono. Más tarde, en 2008, Furuya retocó
bastante ese manga y esa segunda versión se convirtió en la oficial, la posta.
Por algún motivo indescifrable, hubo que esperar hasta 2015 para que se
publicara en castellano (gracias, Milky Way) y acá estamos, finalmente.
El Club del Suicidio es
una Obra Maestra, no tengo ninguna duda. Si creés que ya leiste demasiados
mangas de chicas adolescentes que van a la secundaria, te aseguro que ninguno
te va a perturbar tanto como este. De verdad, pocas veces me encontré con un
manga tan bien escrito, con tanto cuidado en el guión. Acá hay un trabajo
formidable de Furuya para no estirar con boludeces, no irse por las ramas,
trabajar bien a fondo a cada personaje, no meter chistes ni situaciones pavotas
que alteren el clima sórdido y ominoso de la obray sobre todo para generar
tensión en el lector. Furuya retuerce la trama y el vínculo entre las dos
protagonistas a límites insospechados, para atrapar al lector, para meterlo
adentro de esta especie de conjura macabra a la que cualquier adulto podría
confundir con un juego, con una boludez más de las muchas que hacen las chicas
de 14-15 años en plena Edad del Pavo. Cuando te das cuenta de que la cosa va en
serio, ya se puso mucho más heavy de lo que uno podía imaginar sobre todo si
leés este manga antes de haber leído Lychee Light Club (yo lo reseñé el
25/04/13), que es posterior a la primera versíon de El Club del Suicidio.
No quiero spoilear nada
del argumento, porque está todo jugado a la sorpresa, a que suceda lo
imprevisto. Pero hay que ser muy genio para que se te ocurran las cosas que
hace Furuya en este manga, eso te lo garantizo. El dibujo es muy eficaz, muy
sobrio. Furuya no intenta hacer gala de ningún tipo de virtuosismo, no
sexualiza de más a las protagonistas, cuida el verosímil a más no poder,
trabaja desde lo visual ese clima del que hablaba yo hace un par de párrafos y
juega a enfatizar las masas de negro en los momentos más espesos y a eliminarlas
por completo en los más “espirituales”. Un manga brillante, de punta a punta, y
un gran punto de entrada para l@s que todavía no se engancharon con la obra de
esta bestia del Noveno Arte. Tengo otro broli de Usamaru Furuya en el pilón del
aguante, así que este año seguramente volveremos a visitarlo.
La editorial rosarina
Rabdomantes sigue rescatando todo el material del gran guionista Mauro
Mantella, y en 2019 fue el turno de Bizancio, el John Constantine argentino
creado por Mantella en 2004 para la revista Bastión. El Bizancio Integral reúne
todas las historias de este personaje, que paso a escudriñar.
La primera tiene apenas 14
páginas y es muy, muy buena. La idea, la forma en que está desarrollada, y
sobre todo los diálogos son puntos muy altos. El dibujo de Juanmar, si bien no
está mal, va para un lado distinto de del guión. Seguramente se ajustaría mejor
a otro tipo de historia. La Pulenta, lo mejor lejos, es la historia más larga:
Punta Baja. Acá además de buenas ideas y diálogos recontra-filosos tenemos un
misterio bien elaborado, desarrollo de personajes, dilemas morales y un clima
tipo Twin Peaks de pueblito perdido en la Loma del Orto donde pasan cosas
escabrosas, jodidas de explicar. Punta Baja re-da para un largometraje,
además. Lástima el dibujo de Sergio Monjes, bastante rudimentario, con un par
de imágenes potentes, de verdadero impacto, y muchas resueltas sin la menor
onda. Monjes también dibuja una historia muy cortita titulada “Círculo”, que no
está nada mal.
De ahí nos vamos a “Nuevos
Monstruos”, una historia muy truculenta, también con excelentes diálogos, bien
dibujada por Alberto Aprea. Y después, el derrape grosso, bien hasta el fondo. “Fuga
y Misterio” es una historieta indescifrable, en la que aparecen en roles mínimos
un montón de personajes de otros comics nacionales (Carlitos, Animal Urbano, Sónoman,
Python, Doméstico, Bruno Helmet, etc.) y Bizancio cumple un rol que podría
haber cumplido cualquier otro personaje. Esto parece ser un capítulo de una
saga mucho mayor, que no recuerdo haber leído nunca. El dibujo está a cargo de
los Silva Bros., clones eficientes de los típicos dibujantes del mainstream
estadounidense. Y la última historieta es todavía más rara: 14 páginas de un diálogo
entre Bizancio y Carlitos, en el que no pasa nada. Los diálogos se refieren a
algo que está por suceder, que quizás sea ese team-up entre un montón de
personajes argentinos que vimos el 25/05/15, en el Vol.5 de la Antología de Héroes
Argentinos. Lo cual es raro, porque es un guión de Toni Torres, en el que
Mantella no mojó para nada. Ni idea, la verdad. Acá vuelve Sergio Monjes, un
poco mejor que en Punta Baja.
Obviamente, como fan talibán
de John Constantine, banco grosso a Marcos Bizancio y quiero ver más aventuras
suyas narradas por Mantella. Y no sé si a sus lectores, pero Mantella se debe A
SI MISMO una saguita de Bizancio dibujada por un autor de primera línea. Un Juan
Ferreyra, un Leo Manco, por ahí un Fernando Baldó, o el propio Diego Yapur que
se mandó una portada gloriosa para este recopilatorio… Me imagino a Bizancio
dibujado por muchos grossos y babeo mal.
Nada más, por hoy. La
seguimos pronto. Y tranqui, que no cunda el pánico: si no nos exterminó el
macrismo, la pandemia tiene poquísimas chances de exterminarnos.
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